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Guadalupe Reyes descubre vínculo de sistemas nervioso e inmune

Por Redaccion

La investigadora María Guadalupe Reyes García, de la Facultad de Química (FQ) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) descubrió un nuevo mecanismo de comunicación entre los sistemas nervioso e inmune, lo cual abre la posibilidad de utilizar nuevos fármacos para el tratamiento de padecimientos inflamatorios crónicos como la artritis reumatoide y la arteriosclerosis.

Este descubrimiento es particularmente importante para las mujeres pues la artritis reumatoide les afecta tres veces más que a los hombres en México y se presenta con mayor frecuencia entre los 30 y 50 años de edad, aunque es posible que también se manifieste desde los 20 años.

En el caso de la arteriosclerosis, las mujeres se ven más afectadas después de la menopausia, debido a la disminución de estrógenos, que constituyen una protección contra la enfermedad.

Este mecanismo de comunicación descubierto por la académica de la UNAM es un nuevo receptor de membrana entre todos los que el sistema inmune utiliza para recibir los mensajes del cerebro.

Esto prueba que el sistema nervioso controla las reacciones inflamatorias de los macrófagos, unas células que se dedican a fagocitar (comer) todos los cuerpos extraños que se introducen en el organismo como las bacterias y substancias de deshecho de los tejidos, por lo que su nombre en griego es «gran comedor», lo mismo cuando se defienden contra infecciones como cuando propician enfermedades degenerativas.

Por lo general, los macrófagos son responsables de las reacciones inflamatorias de defensa, pero en algunos casos quedan sin dominio y provocan enfermedades crónico-degenerativas, como la artritis. Por ello, el control que ejerce el cerebro sobre la inflamación es importante.

El problema es que los resultados no siempre son satisfactorios. Cada vez que la mente se encuentra desordenada o alterada se puede perder la capacidad de balancear las repuestas pro-inflamatorias del macrófago, explicó la investigadora.

La investigación fue recientemente publicada en el Journal of Neuroimmunology.

La científica aclaró que no es posible pensar que el cuerpo sea un conjunto de entidades independientes. Se pensaba «que se tiene un sistema nervioso que permite relacionarnos con el medio externo y reaccionar ante él; un sistema hormonal que controla el sueño, el crecimiento o la reproducción, y un sistema inmune, que nos protege contra patógenos, como si estuvieran separados».

Lo cierto es que todas esas funciones se interrelacionan y para hacerlo necesitan comunicarse como los humanos: mediante la emisión de señales que son recibidas y quien las acepta genera una respuesta. Dicho proceso es bidireccional y se da mediante diferentes moléculas que actúan como «palabras». Pero éstas no llegan a cualquier receptor o célula, sino sólo a algunos específicos, detalló.

Algunas de ellas, como el ácido gamma aminobutírico (GABA), parecían ser exclusivas de la comunicación entre células del sistema nervioso.

La investigación de Reyes García, que forma parte de su trabajo de doctorado, revela que los macrófagos del sistema inmune también pueden recibir mensajes del sistema nervioso a través del GABA.

Bajo la dirección de Fernando García Tamayo ?con apoyo de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico y la colaboración de académicos de las facultades de Medicina y de Estudios Superiores Zaragoza? demostró que ese receptor de las neuronas del sistema nervioso también se encuentra en macrófagos.

La investigación realizada en la FQ reporta que los macrófagos del sistema inmune del ratón tienen receptores tipo-A para el neurotransmisor GABA, cuya actividad más importante había sido hasta ahora inhibir el trabajo de las neuronas del sistema nervioso, refirió.

Este receptor, localizado en la membrana de las neuronas, es un cilindro constituido por cinco subunidades que forman un poro, mediante el cual se controla el flujo de iones cloro hacia su interior, y esto las inhibe, explicó.

La universitaria descubrió que los macrófagos también lo tienen y lo emplean como freno para reducir sus respuestas inflamatorias, porque al estimularlos con GABA se les reduce la capacidad para producir unas moléculas conocidas como interleucinas pro inflamatorias, mientras que al disminuirlos obtenía el efecto contrario.

Anteriormente, el receptor para GABA solo tenía importancia para neurólogos y psiquiatras. Este receptor se sobreestimula con benzodiacepinas, anestésicos, barbitúricos, neuroesteroides y hasta con el alcohol consumido en eventos sociales.

Las sustancias mencionadas, que son capaces de atenuar la conducta, la conciencia o los movimientos involuntarios, probablemente también pueden «tranquilizar» a los macrófagos que están dentro y fuera del cerebro.

Eso puede ser malo cuando el cuerpo se defiende contra una infección y entonces lo que hace falta es estimular su trabajo, aclaró. Pero puede ser una buena noticia cuando hay una enfermedad inflamatoria crónica causada por macrófagos demasiado excitados que necesitan ser deprimidos.

Explicó que cada vez es más frecuente encontrar personas enfermas que tienen hiperactivas sus defensas porque, sin estar infectados, sus macrófagos trabajan más de la cuenta o producen cantidades excesivas de moléculas pro-inflamatorias. En ellos el GABA podría ser una alternativa terapéutica.

En el trabajo de Reyes García se ha descubierto, además, un mecanismo de auto-control que no había sido descrito en estas células. Cuando los macrófagos están excitados y provocan inflamaciones, aumentan sus receptores de membrana para GABA y, así, ellas mismas le proporcionan al sistema nervioso más oportunidades de inhibirlas. Su manipulación tiene un potencial farmacológico a explorar, finalizó.

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