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Guatemala: persisten las peores formas de trabajo infantil

Por Alba Trejo

Desolladas, callosas, irritadas y a veces mutiladas, así tiene sus manos la niñez trabajadora de Guatemala. Pese a los convenios firmados y leyes promulgadas, los y las niñas siguen cortando café, picando piedra, manipulando la pólvora o torteando frente al fogón como hace siete años, cuando el gobierno decretó la existencia y prevención de las peores formas de trabajo infantil.

Contrario a lo que parecía ser una medida de rescate a su condición de trabajo riesgoso, un millón de niñas y niños son ahora una fuerza laboral en la Población Económicamente Activa (PEA), la cuarta parte de los cuatro millones de la PEA informal registrada en Guatemala.

Tal hecho preocupa a las y los defensores de los derechos de la niñez, que coinciden en que ello refleja lo poco que se ha hecho por la niñez trabajadora.

Las y los niños indígenas y no indígenas aportan a este país centroamericano su mano de obra, desde los seis años de edad. Con su labor, dice la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Guatemala, colocan a esta nación en el quinto lugar mundial de exportación de azúcar y el octavo en la de café.

Guatemala posee 14 millones de habitantes, seis son pobres y un millón vive en extrema pobreza, de acuerdo con la encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2006. Más de la mitad de la niñez trabajadora vive en esos hogares, con cinco hermanos y un dólar para comer, vestir y movilizarse.

A esa pobreza se suma el anuncio del Programa Mundial de Alimentos (PMA), la semana pasada, del surgimiento de 300 mil nuevos pobres en este país.

La niñez trabajadora también padece desnutrición crónica. El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) señaló que Guatemala es la nación latinoamericana con más alta desnutrición crónica y un millón de niñas y niños que padecen hambre desde que nacen.

Con esas condiciones –señala Nidia Aguilar, Defensora de la Niñez– imposible que los pequeños no se incorporen al trabajo. Agrega que callan ante los golpes, quemaduras o heridas graves, los pesticidas o las lesiones de piel porque necesitan aportar a su hogar. Se les dan dos dólares semanales por 47 horas trabajadas.

«Somos una sociedad que se aprovecha de la niñez y nos importa poco qué pueda ocurrirle una vez que aporten en la casa», describe Aguilar.

Karina Javier, representante del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil de la OIT en Guatemala, aclara que, a veces, el pago se limita a alimentación, ropa y calzado.

Después de siete años, ni una sola de las peores formas de trabajo infantil ha sido erradicada o prevenida por las autoridades, a pesar de que Guatemala es signataria de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño y el Convenio 182 de la OIT, sobre la eliminación de las peores formas de trabajo infantil.

LOS PEORES TRABAJOS

Un ejemplo de la ausencia de programas de prevención y erradicación son las coheterías, que ocupan a 4 mil niños, indica Javier. La niñez fabrica cohetes y surte el mercado mexicano y salvadoreño, agrega.

Este trabajo es considerado por la OIT como una de las peores formas, junto a la recolección de basura, reciclaje de vidrio, elaboración de piedrín, cultivo y corte de brócoli, café, caña y tomate.

En el 2006 fallecieron 60 niñas y niños por la pólvora. Los médicos de los hospitales nacionales coinciden en que cuatro de cada 100 pequeños fallecen por quemaduras e intoxicación en coheterías.

A esa actividad se une el corte de café, uno de los empleos más antiguos, en el cual perdura la mano de obra infantil. UNICEF estima que 65 mil caficultores contratan a familias, principalmente indígenas, para la recogida del grano, pero los perjudicados son las y los niños que desgranan los arbustos todo el día y sin paga, remarca Javier.

Las niñas llevan doble carga porque cortan el grano, en la noche hacen los alimentos de los trabajadores y, en la madrugada, las tortillas, alimento típico guatemalteco a base de maíz.

Esta niñez no concluye el primer grado escolar. Del millón de niños que no acude a una escuela, el 31 por ciento lo hace por trabajo, según la ministra de Educación, Ana de Molina.

Pero no sólo en las fincas se irrumpe en la vida de la niñez indígena, el empleo doméstico en casas particulares también socava su infancia. En 2000, la Oficina de los Derechos Humanos del Arzobispado reportó 93 mil niñas, entre los 10 y 14 años edad, en esa situación.

El documento «La niñez Guatemalteca en Cifras», de UNICEF, destaca que las niñas trabajan 13 horas diarias y ganan 50 dólares al mes por lavar, planchar, cocinar, limpiar y cuidar niños.

Aunque no existen datos oficiales de las y los niños picapedreros, la OIT señala que a partir de los cinco años ya tienen un martillo pesado en las manos para partir las rocas en pedazos. Este trabajo lo ejercen en cuatro o cinco horas, seis días a la semana.

Para Karina Javier, es una labor esclavizante. La niñez acarrea la piedra de los lechos de los ríos a las canteras, donde la pican sin protección.

El único de los trabajos erradicado parcialmente, según Miriam de Celada, ex representante de la OIT en este país, es el del mayor vertedero de basura. Cuatrocientos menores de edad fueron retirados a cambio de comida y escuela, aunque todavía hay focos de barrancos donde son utilizados para seleccionar desechos.

Justo Solórzano, Oficial de Protección de la UNICEF, aseguró a SEMlac que no hay avances, y teme un incremento de niñas y niños en situación laboral debido a la escasez de alimentos que se avecina y, por tanto, el abandono de la escuela se agravará.

En tanto, iniciativas como «Mi Familia Progresa», propuesta por el gobierno, resulta esperanzadora. El programa, que se basa en transferencias de 20 y 50 dólares mensuales a las familias, a cambio de enviar a sus hijas e hijos a la escuela, apoyará a los 45 municipios más pobres de Guatemala y beneficiará a 10 mil hogares.

08/AT/GG

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