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Guatemaltecas se asumen como sumisas, obedientes y serviciales

Por Alba Trejo

Amorosa, servicial, obediente y sumisa son cuatro características que, según las guatemaltecas, se debe poseer para ser la pareja ideal que el hombre busca al decidir su vida marital en este país centroamericano.

Por si fuera poco, las mujeres mantienen la convicción de que son ellos quienes deben decidir cuándo hacer el acto sexual y el número de hijos que se deben procrear.

Estos datos fueron revelados en una encuesta realizada a mil mujeres en 20 de los 21 departamentos de esta nación, poblada por 12 millones de habitantes. La investigación fue efectuada por la empresa latinoamericana Vox Latina, bajo el título La Equidad de Género.

Las respuestas de las encuestadas, entre las que había casadas, con pareja, divorciadas, separadas o madres solteras, pusieron en evidencia que las guatemaltecas siguen viviendo bajo el régimen patriarcal, establecido durante la colonización española en 1524, y en el cual las mujeres se consideran de valor inferior a los varones.

Reflejaron, asimismo, que debe existir una ciega obediencia al cónyuge en todo lo que ordene y más de la mitad de las interrogadas supone, incluso, que deben seguir los consejos de sus abuelos respecto a ser dóciles, dulces, siempre condescendientes y sumisas con su pareja.

Seis de cada 10 dijeron que debían ser obedientes, mientras que cuatro de cada 10 creen que prevalece la opinión del hombre respecto a la ropa que deben vestir, aunque admiten que lo hacen para evitar golpes y maltratos.

MARGINACIÓN SOBRE MARGINACIÓN

En el caso de las indígenas, la situación empeora. A ellas, desde niñas, se les enseña que el hombre es superior en todo. Y en sus respuestas muestran sumisión hacia el género masculino.

Tanto las mayas como las ladinas (no indígenas) piensan que les corresponde la exclusividad de cuidar a los hijos, preparar la comida y limpiar la casa y, aún más, nueve de cada 10 aseguran que se debe llegar virgen al matrimonio porque, de lo contrario, no se tiene valor ante la sociedad.

Una de las razones para explicar el pensamiento de la mujer maya estriba en el analfabetismo. De acuerdo con las respuestas recibidas, a menor nivel de escolaridad de las entrevistadas, mayor es la evidencia de sumisión.

De acuerdo con datos del gubernamental Instituto Nacional de Estadística, la tasa de ausencia escolar en las indígenas es alarmante, pues oscila entre el 50 y 90 por ciento. Sólo el 43 por ciento de ellas termina la primaria, el 5,8 la secundaria y el uno por ciento, la universidad.

A eso se agrega la cultura patriarcal acentuada en las 22 etnias mayas. Los indígenas consideran que los niños son quienes tienen el derecho de prepararse profesionalmente, porque ellos son los que salen a trabajar. Para las niñas, en cambio, existe el criterio de que hay que relegarlas al cuidado de los hermanos, la elaboración de las tortillas (plato típico elaborado con maíz), preparar la comida y lavar la ropa desde los siete años de edad.

Respecto a esa tradición cultural, la Relatoría de la Organización de las Naciones Unidas sobre la situación de los Derechos Humanos y las libertades fundamentales de los indígenas ha reiterado que las mujeres de etnias autóctonas, por razones culturales, son discriminadas triplemente: como indígenas, como pobres y como mujeres.

Las ladinas, sin embargo, no marcan la diferencia. Nueve de cada 10 entrevistadas creen que cumplen una mejor función cuidando a los hijos y atendiendo a su esposo que trabajando, y esa misma proporción considera que las labores domésticas equivalen a tener un trabajo.

EL «NO» MASCULINO

En las relaciones sexuales, la encuesta evidenció que el alto índice de nacimientos en Guatemala se debe a que el hombre es quien dispone del número de hijos. Más de la mitad de las 1.000 entrevistadas dijeron que él decide sobre los embarazos.

Según la no gubernamental Asociación Pro Bienestar de la Familia, todavía hay sitios en Guatemala donde el hombre impide a la mujer utilizar métodos anticonceptivos, como la píldora, porque los considera sinónimo de infidelidad.

Es cierto que algunas han optado por practicarse el método quirúrgico voluntario, aún contra la voluntad de sus esposos; sin embargo, todavía hay mujeres que tienen hasta ocho hijos a lo largo de su vida reproductiva.

En Guatemala, el índice de mortalidad materno infantil es de 153 por cada 100 mil nacidos vivos y alrededor de 50 mil gestantes del área rural no tienen atención médica, según el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social.

La pobreza es otro factor que obliga a la mujer a permitir el abuso, maltrato y poder que sobre ella ejerce el hombre, coinciden los grupos de defensa de los derechos femeninos.

De acuerdo al Banco Mundial, el 75 por ciento de los habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza y el 81 por ciento de la población indígena es extremadamente pobre. El ingreso per cápita en 2002, para las mujeres, fue de 16 quetzales (apenas dos dólares) para comer, transporte, pagar el estudio de sus hijos y la medicina.

En relación con los bienes materiales, las mujeres dejan a sus compañeros las decisiones sobre la adquisición o venta de propiedades, y seis de cada 10 permiten que el cónyuge aparezca como el único propietario de la casa, cuentas bancarias o los bienes de la familia.

VIOLENCIA

Más de la mitad de las entrevistadas aceptan que en más de una ocasión sus parejas las han lastimado con un arma, las han amenazado con matarlas o bien les han pegado y gritado, actos que ?por lo general? no son denunciados ante las autoridades competentes por temor a represalias futuras.

Grupos defensores de los derechos femeninos han confirmado que algunas mujeres han sido asesinadas después de presentar denuncia por amenazas de muerte por parte de sus parejas.

Según la activista Hilda Morales, del Grupo Guatemalteco de Mujeres contra la Violencia, en Guatemala el número de asesinadas se ha incrementado en los últimos cinco años a por lo menos 2.500, muchas de ellas víctimas de la violencia dentro de sus casas.

La activista de la Red No a la Violencia contra la Mujer, Giovanna Lemus, asegura que mientras exista una cultura patriarcal y no cambie la cultura conservadora, se seguirán repitiendo esos patrones de conducta.

07/AT/GG

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