Finalmente después de muchas discusiones 13 mujeres, de 26 candidatas, están en la contienda final para integrar el Consejo de Instituto Federal Electoral. Gracias a sus capacidades, apuntó en entrevista televisiva en días pasados el diputado presidente de la Comisión de Gobernación, Diodoro Carrasco.
Lo cual ratifica el argumento que repitió hasta el cansancio el diputado Carrasco: ni cuota que valga ni razones de género contaban en esta selección, lo que estaba en juego era la «capacidad» de cada aspirante.
La negación y necedad de reconocer la cuota, supongo, es pura mala información por parte del diputado Carrasco, su argumentación deja al descubierto una mala interpretación de la cuota, pues supone que ésta omite o soslaya «la capacidad» que se debe tener para cualquier puesto en el que se concurse.
El desconocimiento radica que la cuota de género busca resarcir las condiciones discriminatorias a las que se enfrentan las mujeres, especialmente cuando del mundo de la política y del poder se trata, normalmente las mujeres, por continuar siendo las responsables del cuidado de las y los otros, poco tiempo tienen para desarrollar carreras políticas.
Las cuotas intentan restarle poder a la misoginia, al prejuicio sexista en el que se cree que hay espacios para mujeres y para hombres en exclusividad o que por «naturaleza las mujeres no están hechas para algo», cuestión que aflora cada tres segundos sobre todo cuando se trata de compartir el poder, como es el caso del relevo de las consejeras del IFE.
Si no fuera por las cuotas, la representación femenina en el Congreso sería peor de lo que es hoy, donde con toda y cuota alcanzamos el 18 por ciento de 500 escaños en la Cámara de Diputados.
Siempre resulta que cuando se trata de reconocerle el derecho a las mujeres a la participación política, el argumento de la capacidad es el más socorrido, nadie nunca ha argumentado o puesto en duda si los 410 diputados hombres tienen la capacidad para desempeñarse como legisladores.
Hasta donde se sabe el perfil profesional de las mujeres aspirantes al consejo del IFE muestra no sólo la capacidad, sino la preparación profesional, todas cuentan con maestrías y/o doctorados.
Algo habrá de decir que la mitad de las aspirantes mujeres (13 de 26) están en la contienda final, en tanto que sólo están el 38 por ciento de los candidatos hombres (34 de 89). Si sólo se contó con capacidad, había demasiada paja de un lado.
Y como el tono continúa siendo «la capacidad» nada de misoginia, sexismo, pactos políticos y cosas por el estilo, esperemos que la transparencia del proceso y, sobre todo, la capacidad tanto del presidente de la Comisión de Gobernación como de quienes la integran sea suficientemente democrática para reconocer los signos del Siglo XXI –donde más que cuotas se demanda paridad– y no limiten la presencia femenina dentro del Consejo Electoral, instancia que en 18 años de existencia con la figura de Consejeros ha incluido apenas a seis mujeres 33 hombres y ninguna presidenta. Esperemos el 15 de agosto.
* Periodista y feminista mexicana, Secretaria Ejecutiva de Comunicación e Información de la Mujer AC (CIMAC).
