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¿Hasta dónde pretenden someternos?

Por Teresa Mollá Castells*

La semana pasada escribía que se estaban dando pasos hacia atrás en aquellas políticas que deben configurar el tan manido "Estado del bienestar".

Hace meses, quizás años, vamos viendo que nuestros derechos van siendo mermados, anulados, congelados e incluso desaparecidos en aras a una salida de la crisis que no llega.

Pues bien, en una semana hemos involucionado 30 años. Comenzamos con la funesta sentencia del Tribunal Supremo al juez Baltasar Garzón, que a muchas y muchos, sobre todo los que vivimos en Valencia, nos llevó a cuestionarnos dónde vivimos.

No es posible que el ex presidente de la Generalidad Valenciana Francisco Camps quede impune por recibir regalos en forma de trajes, y que un juez como Garzón que, pese a tener actuaciones polémicas, se ha pasado la vida luchando contra el terrorismo y el narcotráfico se vea despojado de su condición de juez.

¿Qué está pasando? Y justo un par de días después Camps increpaba a un ciudadano que manifestaba su enfado cuando el propio Camps entraba a leer su tesis doctoral en la Universidad Miguel Hernández de Elche, claro.

"Propuestas para la reforma del sistema electoral", este es el nombre de la tesis que ha dirigido el presidente del Consejo Jurídico Consultivo (CJC) de la Comunitat Vicente Garrido Mayol, y que Camps ha leído ante el tribunal académico y numerosas personalidades del ámbito educativo y político, entre ellas el presidente de Les Corts, Juan Cotino, y las alcaldesas populares de Elche y Alicante, Mercedes Alonso y Sonia Castedo, respectivamente.

Como vemos, nada en Camps es normal. Siempre todo a lo grande y siempre arropado por personas de intachable trayectoria política. Es un decir, claro.

Garzón condenado. Camps exculpado. Y a Carlos Fabra el ex presidente de la diputación de Castellón le vuelve a tocar la lotería de Navidad. Y de nuevo me pregunto ¿qué está pasando?

Y para finalizar la semana, nos imponen sin negociación previa con los agentes sociales una reforma laboral que no sólo empeora las condiciones de trabajo de toda la clase trabajadora, sino que además, favorece el despido y permite al empresariado tener a sus trabajadoras y trabajadores en regímenes de semi-esclavitud laboral.

Con este Real Decreto, no sólo se han cargado la negociación colectiva que es la base para la defensa del conjunto de los derechos de la clase trabajadora, es que además han creado subclases dentro de la propia clase trabajadora.

¿Qué sociedad estamos creando? ¿Qué vamos a dejar como herencia en valores a nuestras hijas e hijos? ¿Qué derechos universales van a poder gozar quienes vienen detrás de nosotras y nosotros? O como le comentaba esta semana a una amiga, ¿qué vuelta hacia atrás ha dado el mundo y yo no me he enterado?

Estos son los resultados de la sociedad patriarcal en la que vivimos. El patriarcado y el capitalismo siempre han ido de la mano para buscar someter en todos los ámbitos.

Esta sociedad que están construyendo los de faldas largas y negras junto con el gran capital que ya gobierna la política será una funesta herencia en derechos, mejor dicho en falta de derechos para quienes nos sucederán.

Mi amigo Germán hace años que dice que vivimos en una sociedad enferma. He de darle la razón. Una sociedad que en lugar de avanzar en derechos, no sólo no avanza sino que además retrocede eliminándolos y permitiendo que personas pierdan sus trabajos, sus casas, sus haciendas e incluso sus vidas, para mantener este orden patriarcal y capitalista que no puede ser una sociedad ni moderna, ni social, ni de derecho, ni por supuesto sana.

Estoy muy enfadada con quienes nos gobiernan en todos los ámbitos. Francamente disgustada, pero no me voy a callar. Los derechos que, como mujer trabajadora y con conciencia social me están arrebatando tanto a mí, así como el futuro de mi sobrina, mi sobrino, y el de las hijas e hijos de seres a quienes quiero, los voy a pelear desde cualquier espacio y ámbito.

No puedo ni quiero quedarme callada. No, mientras nos sigan quitando derechos y además pretendan, también, arrebatarnos la dignidad que, como personas comprometidas con los derechos, tenemos mucha gente.

La dignidad, el derecho al enfado y a decir lo que pensamos, de momento, no nos lo pueden arrebatar. Y puede que el mundo haya dado una vuelta y no me haya enterado, pero de lo que sí estoy plenamente enterada es que mi voz sigue siendo mía y es una voz de mujer trabajadora y comprometida con los derechos de las mujeres y de la clase trabajadora. Y esa voz no se va a callar.

[email protected]

*Corresponsal en España. Periodista de Ontinyent.

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