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Henrietta Yurchenco, en busca de la música indígena mexicana

Por Ma. Guadalupe Gómez Q.

Henrietta Yurchenco, etnomusicóloga estadounidense fallecida el pasado 10 de diciembre a los 91 años de edad, convirtió su vida en una búsqueda apasionada de la música indígena mexicana.

Sobre esa búsqueda habló en 1994 durante una conferencia en México, grabada por el Instituto Nacional Indigenista (hoy CDI) y transcrita para el Boletín INI, parte de la cual retomamos:

«Antes de ir a México, me había dicho un gran antropólogo y etnomusicólogo, George Herzog, que no iba yo a encontrar la música antigua mexicana: «No existe, los españoles lo destruyeron todo».

Así, cuando mi trabajo empezó en serio –un proyecto patrocinado por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, el Instituto Indigenista Interamericano, dirigido por el doctor Manuel Gamio, y la SEP, en tiempos de Jaime Torres Bodet –yo decidí concentrar mis esfuerzos en las tribus más remotas, más primitivas del país.

Entre 1944 y 1946, en compañía del fotógrafo Agustín Maya, hice investigaciones entre coras, huicholes, seris, yaquis, tarahumaras y tzotziles; solamente en Guatemala encontramos música de la alta cultura maya, especialmente el Rabinal Achi. En todas las regiones grabamos música ritual prehispánica.

En el primer viaje logramos grabar unas 125 canciones y sones, la mayoría en las zonas purépechas, y cantadas por jóvenes, las muchachas y los muchachos del internado indígena de Paracho. También llegaron cantantes y guitarristas de la sierra, el lago y los once pueblos.

En mi segundo viaje fui al Istmo de Tehuantepec y a Chiapas, invitada por el gobernador Pascacio Gamboa. Alfonso Caso, entonces director del Instituto de Antropología e Historia, me prestó su máquina grabadora y el antropólogo Raúl Guerrero me acompañó.

Estos dos viajes fueron para mi escuela, entrenamiento. Lo que buscaba era la música prehispánica y lo que grabamos fue en gran parte mezcla con lo europeo.

MÚSICA Y GÉNERO

En 1941, el gran interés fue la música indígena y tenían miedo además de que desapareciera rápidamente la música debido al contacto moderno. El estudio del folclor estaba en su infancia, no había estudios integrados. Los músicos analizaban la música, los literatos los textos, refranes y cuentos; los bailarines la danza, pero sin referencia a la sociedad de que venía.

Solamente en los últimos 20 ó 25 años, el etnomusicólogo tiene que ver la música desde un punto de vista más amplio; no es novedad decir que para entender la música una tiene que entender la sociedad en todos sus aspectos.

Desde hace mucho tiempo la antropología se juntó con la música, después con la arqueología, historia y el folclor en total. Más reciente ha surgido otra etapa de nuestro desarrollo: el estudio de género.

MÚSICA E HISTORIA

Hace algunos años llegó a Nueva York un grupo de músicos de las islas Sakharín, situadas entre Asia y Alaska, para dar presentaciones de su cultura. Al oír sus cantos me di cuenta nuevamente de que con la música se puede comprobar, como una clave más, la marcha de la historia.

Ya sabemos que los primeros americanos llegaron por Asia, pasando por los estrechos de Bering. Los cantos que oí esa noche tenían las mismas características que encontré entre las tribus más primitivas de América del Norte.

En otra ocasión, escuché a indígenas de Guatemala rezar con el mismo estilo que los huicholes, en sus fiestas precolombinas: el mismo patrón melódico, sin acompañamiento, ritmo libre, cantado sólo por un chamán. No hay que olvidar que el chamanismo viene de Asia y todavía existe.

PRIMER VIAJE A LA ZONA CORA-HUICHOL

Para llegar a Jesús María, Nayarit, tuvimos que cruzar la Sierra Madre montados en mulas y los burros cargando la máquina, el motor y las demás cosas. No había caminos, los animales tuvieron que brincar de piedra en piedra y dormimos en bolsas. Además, tuvimos miedo de los piquetes de los alacranes peligrosísimos.

Entre los coras nos dimos cuenta de dos sistemas de música, posthispánico y prehispánico, para las celebraciones de siembra, primeras frutas y cosecha.

Después nos fuimos a la región huichola. Estuvimos otra semana o más viajando para llegar a su región. No he visto lugares más aislados, no había gente, ranchos, pueblos. A veces pasábamos el día entero sin ver un alma. Tampoco había de comer.

Por fin llegamos a Bolaños, Jalisco, donde estaba establecida una misión cultural de Educación Pública. Con los misioneros y su jefe, el señor Bonilla, viajamos dos días enteros para llegar a Huilotita, un rancho donde iba a haber una ceremonia para curar enfermos, quienes sufrían de paludismo y piquetes de alacranes.

De repente vimos llegar a un señor de Tuxpan, Jalisco. Venía con una figura de Cristo y un cuadro pintado de la Virgen de Guadalupe. El señor Bonilla, que conocía a todos los indígenas, se acercó al guardacristo, quien había cargado al Cristo por ocho horas.

Bonilla le dijo: «Es tiempo de sembrar, ¿por qué tantas fiestas?». «Ay, señor Bonilla», le respondió. «No vengo por mí, es éste tal por cual (indicando con su mano al Cristo), es muy fiestero y tengo que llevarlo».

Al anochecer, se juntó toda la gente en un círculo. A un lado colocaron el Cristo y la Virgen. Al otro estaba sentado en silla especial el maracame (el chamán) y sus dos ayudantes. Prendieron un fuego en el centro del patio y empezaron a cantar. Primero el maracame, después sus ayudantes, luego toda la gente, mujeres, niños, hombres. Y así toda la noche.

Nosotros grabábamos trozos de lo que cantaron. No tuvimos discos suficientes para registrar la ceremonia total. Además había llovido y la fuerza eléctrica de las pilas estaba bajando.

Por la mañana, a las primeras luces, dejaron de cantar. Sacrificaron algunos animales y tiraron gotas de la sangre a los cuatro puntos cardinales, al fuego y después al Cristo y la Virgen. Vimos un sincretismo perfecto en sus creencias antiguas y el cristianismo.

Más tarde bailaron varias danzas en honor de la calabaza y el peyote. Los huicholes celebran tres etapas de su historia: primero el peyote, como símbolo de su etapa de recolectores; segundo el venado, símbolo del periodo cazador, y finalmente el maíz, símbolo de agricultores.

Hicimos amigos con los jóvenes. Un día, muy apenada, me dijo una muchacha que quería cantar para mí sola, que no quería que su mamá se enterara. Pusimos la máquina dentro de una casa muy oscura y grabamos. Ella nos tradujo los cantos: se trataba de amor, de viajes que había hecho su hermano a Tepic, de los aviones que vieron pasar, cosas sencillas y graciosas.

Desgraciadamente no fue posible traducir la ceremonia ni los cantos exactos porque ese mismo día de nuestra grabación cayeron las primeras lluvias. Los huicholes se fueron todos a sus milpas a sembrar y no quisieron volver para ayudarnos.

Francamente escapamos con nuestras vidas. Viajar por las montañas en tiempo de lluvias es peligroso, los ríos se llenan y difícilmente se puede salir de la región…

07/GG

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