Inicio Huyen de su país por amenaza a su vida, seguridad o libertad

Huyen de su país por amenaza a su vida, seguridad o libertad

Por Nancy Betán Santana

«¿Por qué salí de mi país? Por problemas con la guerrilla. ¿Por qué? Porque me dedicaba a trabajar…

Maritza abandonó Colombia. Nunca imaginó tener que hacerlo. Se sentía en su país muy a gusto, tranquila con su hijo. Tenía todo lo que necesitaba, asegura.

Había estudiado acuacultura y trabajaba en equipo con los campesinos, hacía trueque con ellos: les prestaba tierras, les daba agua; los asesoraba acerca de los tipos de peces y de terreno, y a cambio ellos, le llevaban plátanos, yuca, gallinas.

Desafortunadamente, cuenta Maritza, la zona que habitaba era ocupada por muchas guerrillas, las cuales, se encargaban de amenazar y chantajear a los campesinos. La guerrilla mandaba y si no obedecían, los mataba.

«Como yo estaba trabajando con ellos, la guerrilla pensó que tenía muchísimo dinero como para compartirlo con ella. Así empezaron las amenazas: «¿Quieres seguir conservando tu vida?, pues pásanos dinero». Había que dárselos semanalmente».

Fue entonces cuando Maritza se vio en la necesidad de escoger entre ser perseguida por los guerrilleros o los paramilitares, pues al proveer de cualquier apoyo a los primeros, pasaba a ser cómplice de éstos, según la mirada de los segundos.

Decidió dejar de darle a la guerrilla el dinero que no les correspondía. La dejaron en paz un tiempo, pero después, regresaron las amenazas: «Si no colaboras, te vas a morir. Sabemos con quién estás, quién te mantiene», sentenciaban las voces. Hasta que un día, la sacaron de su casa.

«Ese día estaba con mi papá y mi hijo y me llamaron al teléfono de la casa de mis papás. Contesté y me dijeron: «Maritza, o sales, o vamos por ti». Ellos saben cómo entrarle y por dónde, por donde te duele más. Sabían que yo protegía mucho a mi hijo y a mi padre. Y salí».

Llevaron a Maritza a un paraje solitario por caminos escarpados, sin pavimento, hechos de piedra; a tres o cuatro horas de distancia en automóvil. Ahí, fue golpeada y violada. Estuvo cuatro días en ese lugar, para luego, ser bajada a mitad de la carretera, donde nuevamente la golpearon. Uno de los cuatro sujetos que la violentaron, (entre ellos una mujer) sacó un arma y Maritza cerró los ojos. No pudo ver cómo lo que creyó sería un disparo mortal, se transformaba en otro golpe, sólo que con la cacha de una pistola. Despertó hasta el día siguiente.

Así, Maritza tomó la decisión que le devolvió la mitad de su existencia: se trasladó a México donde, con ayuda del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Comisión de Ayuda para Refugiados (COMAR), se convirtió en una refugiada.

La otra mitad le fue devuelta tiempo después, cuando su hijo arribó a territorio mexicano para vivir con ella.

¿QUIÉNES SON?

De acuerdo al ACNUR, una refugiada o refugiado es una persona que se encuentra fuera de su país, debido a conflictos relacionados con su raza, religión, nacionalidad o ideología política y no puede acogerse a la protección de su país o retornar a éste, por temor a ser perseguido.

También se considera refugiados, indica, a quienes han huido de su país porque su vida, seguridad o libertad han sido amenazadas por la violencia generalizada, la agresión extranjera, los conflictos internos, la violación masiva de los derechos humanos u otras circunstancias.

Desde su creación en 1951, el ACNUR ha protegido a decenas de millones de refugiados. Para el ACNUR la protección consiste en mejorar de un modo real las vidas de las personas desplazadas por la violencia, desde el suministro de alimentos y refugio a la asistencia legal para quienes carezcan de un estatus jurídico definido, como Maritza al llegar a México, o que quieran regresar a sus países de origen.

«México fue el primer lugar en que empecé a sentir calor humano, el «eres importante», el «no importa que seas extranjera y no tengas documentos… Mi lugar está aquí; aquí tengo todo. México me dio una segunda oportunidad para luchar, para vivir, para echar raíces, para edificar algo para mi hijo… y para mí también», concluye Maritza.

Maritza forma parte de los 42 millones de personas en todo el mundo desplazadas por la fuerza, según el ACNUR, hasta finales del año pasado. Esta cifra incluye 15.2 millones de refugiados, 827 mil solicitantes de asilo (casos pendientes) y 26 millones de desplazados internos.

México alberga actualmente a mil 76 personas. El 61 por ciento son hombres y el 39 por ciento mujeres, provenientes de Guatemala, Colombia, El Salvador, Haití, Honduras, República Democrática del Congo, Iraq, Sri Lanka, la etnia Roma (pueblo gitano superviviente del Holocausto) y Nicaragua.

Cada uno de ellos posee una historia tras de sí y nadie la conoce. Algunas, buscan ser escuchadas. Nueve de ellas pueden apreciarse al leer el libro Empezar de nuevo. Testimonios de personas refugiadas, presentado recientemente en la Casa Lamm como parte de las actividades para conmemorar el Día Mundial del Refugiado, y del cual, se desprende el testimonio de Maritza y ocho más.

El 20 de junio de cada año se celebra el Día Mundial del Refugiado. En este 2009, el octavo año de su conmemoración, el lema es Gente real, necesidades reales. Tal lema tiene como objetivo cambiar la percepción que, en ocasiones, las demás personas tienen de los refugiados. Es decir, busca negar que los refugiados son un problema o un estorbo y pretende hacer ver que ellos son seres humanos como cualquier otro, con emociones y necesidades esenciales.

09/NBS/GG

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