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Igualdad de género contra la pobreza

Por Cira Rodríguez César*

Organismos como el Banco Mundial (BM) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) coinciden en que para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) es imprescindible la igualdad de género, lo cual contribuye a reducir la pobreza.
 
Para nadie es un secreto que las disparidades entre sexos a nivel mundial mostraron cierta convergencia en la primera parte de la última década, sin embargo esa diferencia aumentó desde que estalló la crisis en 2007.
 
Dentro de ese contexto, las tasas de desempleo y las diferencias en los niveles de educación de las mujeres son más altas que las de los hombres a escala planetaria, y no se prevén mejoras en los próximos años.
 
La directora ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, recordó recientemente que “si bien las mujeres contribuyen a la economía y a la productividad, siguen enfrentando muchos obstáculos que les impiden realizar su pleno potencial económico”.
 
“Esto no sólo inhibe a las mujeres, además frena el rendimiento económico y el crecimiento”, aseguró. Y agregó: “Garantizar la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres no sólo es una medida justa, es también una estrategia económica rentable”.
 
En esa misma cuerda, el BM reconoció que la entrega de recursos a las mujeres pobres y, al mismo tiempo, la promoción de la igualdad de género en el hogar y en la sociedad genera grandes beneficios para el desarrollo.
 
En opinión de sus especialistas, la ampliación de las oportunidades de las mujeres en los sectores de obras públicas, agrícola, financiero y otros, agiliza el avance económico y ayuda a mitigar los efectos de las crisis financieras actuales y futuras.
 
Según el BM, la igualdad de género es clave para alcanzar los ODM, adoptados en el año 2000, pues los países que invierten en promover el estatus social y económico de las mujeres suelen tener menos pobreza.
 
De acuerdo con un estudio de ese organismo multilateral, un año adicional de escolaridad secundaria en las niñas puede aumentar su salario en el futuro entre un 10 y 20 por ciento, entre otros indicadores. Los datos recopilados demostraron que la igualdad de género se logrará con el aumento de la alfabetización de ellas.
 
También contribuirán su participación en la fuerza de trabajo, el fortalecimiento de las políticas laborales y el mejoramiento de su acceso al crédito. Otras acciones pueden ser la promoción de los derechos políticos del género femenino, así como la expansión de los programas de salud reproductiva y las políticas de apoyo a la familia.
 
Con esas premisas en 2007, el BM puso en marcha el Plan de Acción sobre Cuestiones de Género, con el fin de centrar el tema en los sectores agrícola, laboral, finanzas e infraestructura.
 
Así, en 2010 ese programa llevaba a cabo acciones en 44 países pobres por un monto de 29.9 millones de dólares, realmente con escasos resultados, en muchos casos por falta de voluntad política de los gobiernos.
 
No obstante, en naciones como Bangladesh se logró paridad de género en educación primaria y secundaria, además de un incremento de certificados de nivel secundario para las niñas, del 39 por ciento en 2001 al 63 por ciento en 2008.
 
En Madagascar, por ejemplo, la participación femenina en las redes de microfinanciamiento subió del 15 en 1999 al 45 por ciento en 2009. Mientras en Senegal, donde la silvicultura sostenible genera unos 12.5 millones de dólares al año, las mujeres son responsables de un tercio de ese desempeño.
 
Además, en varios países se aplican estrategias encaminadas a fortalecer la nutrición, la prevención de enfermedades, los programas de salud materna, educación y habilidades de supervivencia de mujeres y niñas, y ampliación del acceso a créditos y oportunidades económicas.
 
Cientos de millones de personas son víctimas de la discriminación en el mundo laboral, lo cual viola Derechos Humanos fundamentales, y tiene profundas consecuencias económicas y sociales.
 
La discriminación sofoca las oportunidades, desperdicia talento humano muy necesario para el progreso, y acentúa las tensiones y desigualdades sociales.
 
MUJERES PIERDEN MILLONES DE EMPLEOS
 
El director general de la OIT, Guy Rider, considera que el empleo y los medios de vida deben estar en el corazón de la agenda de desarrollo una vez que pase la fecha para alcanzar los ODM en 2015.
 
En su opinión, la creación de empleos es la prioridad más apremiante del desarrollo mundial, pues un trabajo decente resulta el mejor camino para salir de la pobreza y constituye también la vía hacia el incremento de las economías.
 
“El trabajo se traduce en desarrollo. Por el contrario, donde los empleos escasean o los medios de vida disponibles dejan a las familias en la pobreza, hay menos crecimiento, menos seguridad y menos desarrollo humano y económico”, sentenció.
 
De acuerdo con esa valoración, la OIT estima urgente generar entre 45 y 50 millones de puestos laborales cada año durante la próxima década para absorber el número de personas que se incorporarán al mercado laboral.
 
Pero ése es otro escenario en el que las mujeres están rezagadas, ya que se dan dos pasos adelante y uno hacia atrás por la disparidad entre sexos en los mercados laborales, que si bien en la primera parte de la última década tuvo cierta convergencia, la crisis lo echó todo a perder.
 
Esa diferencia aumentó desde que estalló la recesión en 2007, según un informe de la OIT en colaboración con ONU Mujeres, situación que varía bastante de una región a otra y que confirmó las tasas de desempleo más elevadas en las mujeres.
 
Dicho documento analizó las desigualdades de género en materia de desocupación, empleo, participación de la fuerza de trabajo, vulnerabilidad, segregación sectorial y profesional.
 
Sus conclusiones señalan que de 2002 a 2007 el desempleo femenino se situó en 5.8 por ciento, comparado con el 5.3 por ciento de los hombres, en tanto que la crisis incrementó tal disparidad de 0.5 a 0.7 puntos porcentuales, y destruyó 13 millones de empleos para las mujeres.
 
Significativo resulta también que la diferencia de género en la relación empleo-población disminuyó levemente antes de la recesión, pero permaneció alta en 24.5 puntos.
 
Tanto las tasas de los hombres como de las mujeres descendieron de igual modo en la última década, en gran parte a causa de la educación, el envejecimiento y el efecto de “trabajadores desalentados”.
 
Otras estadísticas de la OIT apuntan que en 2012 la proporción de mujeres en empleo vulnerable era de 50 por ciento y la de los hombres 48 por ciento. Pero las disparidades son mucho más grandes en África del Norte, Medio Oriente y África Subsahariana.
 
También resulta significativo el indicador de segregación por sectores económicos, pues ellas están más limitadas en su elección de empleo en todos los sectores; por lo general abandonan la agricultura en las economías en desarrollo y pasan de la industria a los servicios en las economías avanzadas.
 
POLÍTICAS PARA REDUCIR DISPARIDADES
 
Para el director de Empleo de la OIT, José Manuel Salaxar-Xirinachs, las políticas dirigidas a reducir las disparidades de género mejorarán el crecimiento económico y los niveles de vida, y por consiguiente, reducen la pobreza. De ahí que la protección social, las inversiones en competencias y educación disminuyen la vulnerabilidad de las mujeres y favorecen el acceso al empleo.
 
A ello se sumarían el rechazo a los prejuicios de género en las decisiones relativas a la carga de trabajo en el hogar, lo que varía de acuerdo con el nivel de desarrollo y la disponibilidad de electricidad, agua, saneamiento y transporte.
 
Equilibrar la división del trabajo remunerado y no remunerado masculino y femenino con programas que promuevan la repartición de las responsabilidades familiares, es otra de las acciones que beneficiaría la igualdad de sexo y oportunidades.
 
Similar efecto comprobado tiene compensar las desigualdades de las oportunidades de empleo entre hombres y mujeres, con medidas que eliminan el impacto negativo de la interrupción de la actividad profesional por una licencia de maternidad remunerada con derecho a regresar al puesto de trabajo.
 
De lo que se trata es de cambiar los estereotipos para garantizar la implementación de una mentalidad contraria a la discriminación de género a nivel mundial, algo imprescindible para el mejoramiento humano.
 
*Jefa de la redacción de Economía de Prensa Latina.
 
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