¿Cuánto quieres por una curul de la simulación? Los diputados y las diputadas sin escrúpulos venden sus escaños al mejor postor. Es la moderna democracia que impera en el Congreso de la Unión, mercantilizada y escandalosamente vergonzosa.
La LXI legislatura está marcada por la estafa; esta es la palabra que define la acción de ocho diputadas federales que pidieron licencia para «separarse del cargo indefinidamente» y ceder sus curules a ocho diputados hombres.
La degradación a la que se han sometido las diputadas representa una infamia para las mujeres mexicanas que tanto han luchado por alcanzar el equilibrio lejano de las cuotas electorales en este país.
Pero hay que ponerle nombre a la infamia y tener memoria histórica para que no se nos olvide que las cuatro diputadas del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) son: Laura Elena Ledesma Romo, Kattia Garza Romo, Mariana Ivette Ezeta Salcedo y Carolina García. En el caso de Garza Romo, es el colmo, ya que esta mujer sede su curul a su esposo Guillermo Cueva Sada. Con nexo afectivo también se presenta el caso de Mariana Ezeta, que cómo buena hermana, le cede su puesto a Carlos, trabajador de Televisa, para que todo quede en familia.
Sin ningún lazo aparente por razones de familia, muchas nos preguntamos cuánto le dieron a Carolina García por cederle su puesto a Alejandro del Mazo, hijo del ex gobernador Alfredo del Mazo, o a Laura Ledesma, hermanita del líder del PVEM en Baja California, que decidió dejar su curul al ex diputado federal Maximino Fernández.
En el caso del Partido de la Revolución Institucional (PRI) —que amenaza con aumentar la ignominia—, las diputadas traidoras al género son: Ana María Rojas y Yulma Rocha, ambas cedieron sus curules a prominentes personajes de la política. También jugaron a ser marionetas Olga Luz Espinoza, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), hermana de un empleado de Carlos Esquinca, ex funcionario chiapaneco, y Anel Nava, del Partido de los Trabajadores, empleada del fundador del PT en Durango, Alfonso Ríos, a quien le entregó su puesto.
Los pretextos de estas tramoyistas sobran: embarazos, enfermedades, atención a los hijos, carga familiar… todas son excusas inaceptables también dentro de la lucha de género, porque la mujer está capacitada, igual que el hombre, para hacer coincidir perfectamente su vida personal con su vida laboral, claro ésta, con un camino mucho más laborioso y complejo.
Las señoras diputadas que pidieron licencia traicionan el principio elemental de la democracia: el respeto al voto. Traicionan a su electorado. Traicionan a la causa de las mujeres emprendida hace años por conseguir una paridad de sexos en la política de este país dominada aún por los hombres. Y violan la ley que contempla el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe), con respecto a las cuotas.
El sistema de «licencias indefinidas» es posible gracias a los resquicios de las normas que rigen el funcionamiento de la Cámara baja; por tanto, es un nuevo reto para la actual legislatura modificarlo. Este método pernicioso debe desaparecer por una cuestión elemental de dignidad y particularmente porque se trata de una auténtica expoliación al voto ciudadano.
Los suplentes de estas señoras vivirán el estigma durante la legislatura, de ser un fraude a la democracia.
09/SM/LG