En pleno siglo XXI las religiones buscan retomar el rol dominante que les permita influir en las políticas públicas y afianzar su ideología conservadora por temor a que se vengan abajo los pilares que las sustentaban, indicó la activista Frances Kissling.
En un artículo publicado en el suplemento la República de las Mujeres, del diario uruguayo La República, Kissling resume la conferencia en la que participó recientemente en Montevideo para analizar el nuevo rol de las religiones, el aborto y su relación con las diversas formas de intolerancia social.
La presidenta de la organización civil Católicas por el Derecho a Decidir con sede en Washington, cuestionó los fundamentalismos que dijo, desean controlar la vida sexual y reproductiva de las mujeres y cómo el tema del aborto genera intolerancia y polarización entre todos los sectores sociales, sobre todo en Estados Unidos, donde hablar del aborto se equipara a hablar de la guerra.
«Liberalizar el aborto podría ser un ejemplo de lo que se puede hacer con tolerancia dentro de una democracia». Los países que lo han hecho se basaron en el principio de la subsidialidad, que no deja de ser una idea defendida por los católicos más progresistas, afirmó.
Ese principio establece que las decisiones deben tomarse mirando al nivel más bajo de la sociedad sin coartar al nivel más alto, y que debería trabajarse a un nivel en donde haya libertad de expresión y de toma de decisiones. Una ley que permita a una mujer tomar una decisión a nivel individual acerca de cómo o cuándo interrumpir un embarazo, sería la forma más democrática de abordar este tema», explicó.
Refiriéndose al aborto y al origen de la vida desde su perspectiva católica, Frances Kissling entiende necesario aceptar que todas las religiones tienen sus propias historias y creencias al respecto:
Así por ejemplo, para el judaísmo el feto no es persona hasta su primera respiración, mientras que el cristianismo no sabe cuándo empieza la persona humana y para el Islam la persona existe a los 120 días de la concepción.
«Los musulmanes estarían considerando que el aborto es posible dentro de un determinado período, los judíos pedirían otra cosa, los católicos estarían planteando algo totalmente distinto. Entonces, con creencias tan variadas, ¿cómo podemos tener políticas públicas que pasen por encima de estas diferencias de creencias y que sirvan al bien común?, finalizó la activista su participación.
La conferencia fue convocada por el grupo civil Mujer y Salud en el Uruguay (MYSU), la Comisión Nacional de Seguimiento de los Compromisos de Pekín (CNS) y el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos Humanos de la Mujer (Cladem).
2003/LGL/MEL
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