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Indígenas canadienses son víctimas de feminicidio

Por Yolaidy Martínez*

La canadiense Loretta Saunders, de la etnia inuit (esquimal), se propuso investigar en su tesis universitaria el espinoso tema de las mujeres indígenas desaparecidas o asesinadas, sin imaginarse que tristemente compartiría la misma suerte de sus semejantes.
 
Nada se supo de la estudiante de 26 años de edad después de que el pasado 13 de febrero emprendió un viaje en auto desde Halifax, provincia de Nueva Escocia, hacia Ontario.
 
Su vehículo fue hallado poco después en manos de dos personas, actualmente arrestadas y acusadas de robo, mientras la policía encontró al cabo de 15 días el cuerpo sin vida de la joven, quien además tenía tres meses de embarazo.
 
Saunders irónicamente se convirtió en la más reciente víctima de un flagelo que en los últimos 50 años laceró cientos de hogares indígenas de Canadá y aún no tiene solución a la vista.
 
Un reciente estudio académico elevó de 600 a 852 la cifra fatal de mujeres originarias asesinadas o desaparecidas, pero las comunidades autóctonas denuncian la existencia de más de cuatro mil casos, principalmente en las provincias de Columbia Británica, Manitoba y Ontario.
 
Según otro informe internacional, pero de 2013, muchas de las víctimas murieron, fueron maltratadas y violadas por los propios agentes de la policía, sin embargo el gobierno no indagó lo suficiente en ningún caso, no buscó culpables y sigue sin adoptar recursos legales para evitar esos crímenes.
 
Saunders dedicó los últimos meses a desentrañar el misterio alrededor de todos esos sucesos trágicos y, en especial, el de tres jóvenes indígenas de Nueva Escocia, cuyo paradero todavía se desconoce.
 
Con ese propósito la joven inuit entrevistó y buscó el asesoramiento de líderes de comunidades nativas de esa provincia, que sufren los estragos de la violencia.
 
El mismo día en que la estudiante desapareció, una organización femenina entregó a la Cámara de los Comunes una petición firmada por 23 mil 88 personas del país norteamericano que exige al Estado iniciar una investigación seria sobre el fenómeno.
 
La Asociación de Mujeres Nativas de Canadá (NWAC, por sus siglas en inglés), creada en 1974, también urgió a las autoridades federales a implementar un plan de acción nacional para atender y frenar cualquier forma de violencia contra las indígenas.
 
“Cuántas firmas se necesitan o cuántas más mujeres y jóvenes indígenas deben morir o desaparecer para que el gobierno se convenza de que es imperativo una indagación pública nacional para examinar el asunto y buscar soluciones a esta tragedia”, aseveró la presidenta del grupo, Michele Audette.
 
Sin embargo, el grupo aún no recibe ninguna respuesta oficial.
 
DISCRIMINACIÓN POR PARTIDA DOBLE
 
La población autóctona de Canadá es la más golpeada por añejos problemas de desigualdad socioeconómica, marginalidad y racismo.
 
Pero el impacto es mayor en las mujeres porque sufren los estragos de prácticas coloniales y de la cultura patriarcal, que las relegaron a roles subordinados, las deshumanizan y alientan la imagen de verlas como meros objetos sexuales sin rostro.
 
Según la escritora Guthrie Valaskakis, antiguas escrituras englobaron a las indígenas en dos categorías: una era la imagen de “princesas indias, encantadoras, orgullosas y virtuosas”, y la otra las describían como “amantes salvajes, indomables, sucias, resistentes a la colonización y pervertidas”.
 
Tales conceptos etiquetaron a estas mujeres como seres “sexualmente disponibles”, por lo cual son hoy las principales víctimas de secuestros, violaciones, prostitución y matrimonios violentos, confirmó un estudio de la NWAC.
 
Especialistas y el propio Estado califican de crítica la situación actual de las mujeres originarias, doblemente estigmatizadas por su origen social y el género, y que en su mayoría viven en reservas dentro de hogares con precarias condiciones habitacionales.
 
De acuerdo con datos del censo Statistics Canadá, las nativas representan el 42.7 por ciento de la tasa nacional de pobreza y en comparación con el resto de las canadienses presentan un alto índice de embarazo precoz, drogadicción, alcoholismo y casos de feminicidio como consecuencia del maltrato doméstico.
 
La balanza también es desfavorable para ellas en cuanto a oportunidades de empleo, salarios dignos, participación política, acceso a la educación y a una atención sanitaria adecuada, lo cual repercute en elevados niveles de mortalidad materna, y gran incidencia y prevalencia del VIH/Sida.
 
El estudio mostró que el índice de suicidios en las jóvenes nativas es tres veces mayor que el de sus similares no aborígenes.
 
La imposición de leyes asimilatorias y valores foráneos durante la colonización europea y la anexión obligada al Estado nacional, destruyó el equilibrio existente en algunas comunidades de Canadá, donde las mujeres eran escuchadas y participaban en la toma de decisiones.
 
En ese contexto, también se les violaron constantemente sus derechos mediante ultrajes, esterilizaciones forzadas, desprecio de su lengua tradicional, costumbres, cultura y vestimenta, entre otros.
 
La falta de una solución radical a todos esos problemas conllevó a las indígenas a movilizarse, agruparse, buscar información y desarrollar múltiples iniciativas a fin de denunciar su situación.
 
Algunas de las acciones más destacadas son las marchas del 14 de febrero y 4 de octubre de cada año desde hace más de dos décadas, para sensibilizar a la población, defender sus derechos ancestrales, exigir más protección legal, y el cese de la violencia y la discriminación.
 
Cuando defendiera su tesis en la próxima primavera, Loretta Saunders planeaba despejar algunas incógnitas del feminicidio aborigen, buscaba el respeto para las mujeres e insistir en la necesidad de erradicar el maltrato físico, emocional y sexual que sufren.
 
Su trabajo quedó inconcluso, pero como dijera su tutor Darryl Leroux, constituye un acto de coraje, fuerza y resistencia que hubiese ayudado a aliviar el dolor de la juventud indígena de Canadá y a promover el derecho a la seguridad de todas las mujeres.
 
*Periodista de la redacción Norteamérica de Prensa Latina.
 
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