Parece una cargada perredista: decenas de camiones y microbuses, la mayoría provenientes del estado de México llegan al Gran Forum cercano al metro Taxqueña de la ciudad de México con cientos de simpatizantes y militantes, en su mayoría mujeres, para asistir al primer acto de campaña de la exjefa de gobierno capitalina, Rosario Robles, rumbo a la presidencia del PRD.
El amarillo es el color distintivo de las y los asistentes –más de dos mil según el equipo de campaña–. Contingentes de Chimalhuacán, Texcoco, Neza, Tlalnepantla, Valle de Chalco, Tranviarios, Madres Educadores, entre otros, no dejan de gritar y echar porras.
El mariachi femenil Xochitl recibe a Robles con «El Rey», melodía que ha devenido en oda del poder.
La experta en sátira política Jesusa Rodríguez es la animadora del evento. Con vestimenta indígena y focos rojos alrededor de su cabeza y cintura lanza la advertencia: «cualquier chingadera que vaya a decir, hagan favor de escucharla con oídos académicos». El verbo chingar es una flor que brota cada cinco segundos de su boca. Burlas a Fox, al priista Madrazo, hasta al «pejelagarto» le tocan los comentarios con sorna de la comediante.
Rosario Robles, en primera fila, no para de reír. Su compañero de fórmula Higinio Martínez, está sentado a su izquierda y sonríe esporádicamente.
Comienza la pasarela de oradoras. La senadora Leticia Burgos aprovecha para recordar el 86 aniversario de la celebración del primer Congreso Feminista de México en Mérida, Yucatán. Luego, repite y remarca –como para que a nadie se le olvide– que Robles es la única garantía para que el PRD sea «un verdadero partido de izquierda que ciudadanice el poder.»
Sigue la líder sindical de las sobrecargos, diputada Alejandra Barrales, quien enfatiza en la todavía existente marginación laboral de las mujeres, y resalta como «uno de los grandes logros» de Rosario al frente del gobierno del Distrito Federal fueron las reformas al Código Penal y Civil que otorgaron mayores garantías a la población femenina para decidir sobre sus cuerpos.
La autora de «Como Agua para chocolate», Laura Esquivel, sube al estrado y advierte a la multitud que asiste al acto de campaña «por el cariño y admiración» que siente por Rosario, ya que a ella los partidos políticos no le interesan demasiado. La ecuanimidad, la coherencia y el valor para enfrentar los problemas son virtudes que en Rosario cobran sentido, afirma la escritora.
Tras la ola de halagos es el turno del candidato a secretario general del PRD, Higinio Martínez, personaje «muy necesario porque si no ¿quién va a colgar los cuadros?», pregunta doña Jesusa Rodríguez.
Hablando mucho, pero sin decir casi nada, y ante la apuración del público, desesperado e irreverente que le comienza a silbar, Martínez sólo alcanza a señalar que más que un acto solidario de género, el evento en el Gran Forum es parte de la lucha de hombres y mujeres para que Rosario llegue a la presidencia del partido.
«No me siento mal, por el contrario es un honor para mí estar detrás de una mujer», concluye.
Finalmente, sube Rosario al estrado, entre vivas, abrazos, besos y apapachos de sus admiradoras.
«Queremos dirigir al PRD porque queremos un partido comprometido con las mujeres y sus sueños libertarios e igualitarios», afirma en su discurso.
Apunta que es necesario reinventar el lado femenino de la política, aquel que privilegia la negociación y el consenso.
Robles cierra su mensaje con elogios a Cárdenas («el estadista que ha encabezado la lucha cívica más importante de los últimos años) y advierte que ganará la elección sólo con votos de carne y hueso.
El mariachi femenil Xochitl entona las últimas melodías que despiden a Rosario, mientras ella se pierde en un mar de mujeres, reflectores y cámaras de televisión.
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