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Jornaleras se defienden de las violaciones a sus derechos

Por Lizbeth Ortiz Acevedo, enviada
campoagricola01healthylifezcom

En esta entidad las mujeres demuestran que tras vivir un proceso migratorio llegan a mejorar sus condiciones de vida luego de obtener una oportunidad laboral, lo que las impulsa a formar redes para hacer valer los Derechos Humanos (DH) de las comunidades donde se asientan.
 
Así lo demuestra Amalia Lópes, quien llegó en 1959 a los campos agrícolas de Sinaloa cuando tenía apenas 11 años y ahora preside la agrupación civil Comisión de Derechos Humanos de Villa Juárez, con logros significativos a favor de las jornaleras, quienes son un porcentaje representativo de la mano de obra en el sector rural.
 
Según datos de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las mujeres constituyen entre 40 y 70 por ciento de la mano de la obra agrícola en los países en desarrollo, pero afrontan severas condiciones de desigualdad.
 
Lópes, quien provenía de Cosalá, municipio a 160 kilómetros de Culiacán, capital del estado, relató que al llegar con su madre a estos campos comenzaron a trabajar como jornaleras y durante 20 años desempeñó esta actividad, pero ahora a través de su organización hace valer los DH de esta comunidad conformada principalmente por inmigrantes.
 
Según el Instituto Sinaloense de la Mujer (ISM), la población inmigrante proviene de ocho municipios o 490 localidades de la entidad, descritas como “expulsoras” debido a la cantidad de personas que abandonan este lugar para buscar fuentes de empleo, pero además llegan de entidades como Guerrero, Oaxaca y Veracruz, y lo hacen durante todo el año aunque en octubre y abril aumenta la solicitud de mano de obra.
 
Amalia pertenece al grupo de mujeres identificadas por el ISM como migración interna del estado, por lo que su titular, Elizabeth Ávila, dijo a Cimacnoticias que a su llegada ellas enfrentan hacinamiento y las niñas son víctimas del trabajo infantil, lo cual es “muy difícil de erradicar”, aseveró.
 
Lópes explicó que debido a las condiciones en las que los dueños de los campos las hacían trabajar, algunas de ellas comenzaron a enfermar de leucemia por el contacto con agroquímicos que estaban prohibidos para seres humanos, lo que derivó en una intoxicación masiva, situación que la llevó a emprender una lucha para erradicar esa situación, lo que finalmente logró.
 
Amalia recordó que las avionetas fumigadoras pasaban por encima de ellas al momento de estar trabajando la tierra, lo que contribuyó a que la gente enfermera y perdiera la vida.
 
Y aunque fue víctima de algunas agresiones, ella continuó con su labor que comenzó a ser reconocida no sólo por la comunidad de Villa Juárez, sino también por funcionarios e instancias de gobierno.
 
Lópes comentó que aunque no pensaba quedarse en Villa Juárez, ella y su familia comenzaron a trabajar como jornaleras y ante la serie de abusos que enfrentaron organizaron una huelga luego de que los empleadores les exigieron que trabajaran más surcos por el mismo salario.
 
Amalia relató que Villa Juárez creció sin control, ya que pasó de ser un corredor habitacional compuesto por dos ejidos y tres campos agrícolas, a tener 56 colonias conformadas principalmente por indígenas de otros estados.
 
Esta población acude a la Comisión de Derechos Humanos que ella preside para recibir asesoría a través de intérpretes ante casos de violencia laboral, intrafamiliar o de pareja.
 
Amalia advirtió que las mujeres de esta zona siguen siendo víctimas de violencia y de falta de oportunidades, pese a que con su trabajo obtienen lo que en sus comunidades de origen no encontraron. Lo que no se ha transformado es que alguna de ellas sea dueña de su propia tierra, criticó.
 
En octubre pasado el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) informó que sólo el 5 por ciento de las trabajadoras del campo son dueñas de sus tierras, aunque ellas sean quienes producen más de la mitad de los alimentos en México.
 
Ejemplo de ello es Margarita, jornalera oaxaqueña de 57 años y quien ya logró construir dos casas: una en Villa Juárez –donde laboró casi toda su vida–, y otra recientemente en Hermosillo, lugar a donde emigró hace no más de dos años para continuar trabajando como jornalera, ya que por su edad ya no se lo permitieron en Sinaloa.
 
O Francisca, otra mujer jornalera quien a pesar de una historia de violencia, huir de un matrimonio forzado en el que la habían intercambiado por ganado y 3 mil pesos, logró trabajar en los campos de Villa Juárez, decidir sobre su vida y otorgarle a sus cuatro hijos vivienda y alimentación, y a ella preparación académica, al concluir recientemente su secundaria.
 
Hoy, esta joven jornalera comenta que ya exige sus derechos en caso de presentarse algún tipo de abuso tanto a ella como a alguna de sus compañeras, porque dijo que ya no se puede quedar callada, aprendió a mirar de frente a las personas, independizarse y expresarse libremente.
 
13/LOA/RMB

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