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Juliana Arroyo revive «aventura» de la Revolución Cubana

Por Carolina Velázquez

/México, DF, 21 jun 11 (CIMAC).- La profesora mexicana Juliana Arroyo Martínez pasó 45 años de su vida en Cuba. Llegó para quedarse en 1960 como voluntaria a «vivir la aventura de la Revolución Cubana», y no regresó a México en muchos años.

Durante casi medio siglo dedicó su energía y talento a la educación, primero impartiendo clases en la Sierra Maestra y más tarde como funcionaria en La Habana. Hace cuatro años regresó a la Ciudad de México para atender problemas de salud y aunque ha viajado con frecuencia a Cuba, no deja de añorar el ambiente y lo «sana y sincera» que es la gente.

«La gente allá. Cuando tú les preguntas algo, el por qué de las cosas, siempre dan una respuesta lógica», comenta.

Este sábado 18 de junio, Juliana —como la llaman sus amigas y amigos en México— recibió un homenaje en la colonia Héroes de Padierna, al sur de esta ciudad capital.

Fue un evento sencillo, cordial, emotivo, con su voz como centro de conversación, rodeada de la curiosidad, preguntas y comentarios de amas de casa, ex presas y presos políticos, perredistas, líderes ciudadanos, militantes sindicales, integrantes del movimiento en pro de la desmilitarización en el DF y Ciudad Juárez, cooperativistas, músicos, narradores orales y pintores.

Ante este público diverso se definió como «guevarista» y una ferviente defensora del proceso revolucionario en Cuba. «Cuando alguien habla mal de este país me lleno de rabia», afirmó en distintas ocasiones.

A sus 71 años sigue convencida de que el pueblo cubano es quien recibe los beneficios de las distintas transformaciones —desde los años 60 a la fecha— que ha tenido la vida en la isla.

«En 1960 yo escuchaba en las noticias aquí en México que en Cuba mataban a las personas que viajaban a ese país. ‘¿Será verdad?’, me preguntaba. Hice maletas y fui a ver si era cierto. Cuando llegué encontré otra cosa. Me gustó el entusiasmo de la gente y el fervor revolucionario que había por todas partes.

«Ya no me quise regresar. Mi madre decía ‘¡estás loca, Juliana! ¡Comunista! ¡Estás loca!’. No hice caso. Así que me quedé».

De su estancia en la isla muchas son las anécdotas que guarda en la memoria. «Pusimos los cimientos de otra sociedad. Conocí directamente a uno de los militares caídos en un sabotaje contra Fidel Castro. Estuve presente cuando el ataque del ejército yanqui a Playa Girón en 1961. Y en la Sierra Maestra tuve mi primer encuentro con el Ché Guevara, el comandante Fidel y Raúl Castro.

«El Ché, Fidel y Raúl tenían buena conversación. Visitaron nuestra escuela varias ocasiones. Hablaban con los muchachos, entraban a los salones, recorrían las instalaciones».

Lo más importante para ella fue ser maestra de primaria en la Ciudad Escolar «Camilo Cienfuegos», en la Sierra Maestra, donde estuvo cinco años, cuando apenas se iniciaba el nuevo proceso educativo.

Desde este lugar formó parte del equipo que en Cuba recibió —por primera vez en América Latina— la enseñanza de la metodología moderna de parte de profesores alemanes, checos, armenios, chinos.

«Fue muy emocionante cómo fuimos desarrollando, mis alumnos y yo, habilidades en todos los aspectos. Era un aprendizaje conjunto. No había calculadoras, ni computadoras. Nada de eso. Hacíamos cálculo oral y mental, composición, corregíamos en el pizarrón número por número y palabra por palabra. Todo se hacía de manera sencilla».

En los primeros años Juliana sólo tuvo alumnos en la Ciudad Escolar, las mujeres seguían en casa y pasaron algunos años para que las incorporaran a labores fuera del hogar en corte y costura o como choferes de taxis.

Fue mucho después que las mujeres se incorporaron a la escuela: «El gobierno tenía que protegerlas porque había contrarrevolucionarios por todas partes». Su primera alumna se llamó María Elena.

«Fue muy bonito como las y los maestros, seleccionados para aprender a razonar con la metodología moderna, bajamos esta forma de aprendizaje a los alumnos. Entendían, comprendían y aprendían junto con las y los maestros. Era muy bonito. A todos se les daban los mismos materiales. Sentamos las primeras bases. Luego Cuba subió muchísimo en educación, cultura y deportes».

Estar en Cuba y dar lo mejor de ella es su orgullo y fue su misión de vida. En la isla tuvo a sus dos hijos y en La Habana viven nietos, nietas, bisnietas y bisnietos. Se jubiló hace 10 años.

«Cuando alguien sabe que viví tantos años en Cuba, me preguntan: ‘¿Comunista?’. Yo les digo: ‘Usted dígame qué es ser comunista y yo le contesto’. Todo tiene su regla y su límite. Fidel lo dijo en uno de sus discursos, de esos que duraban hasta seis horas. Comunista significa común a todos para que todas las personas tengamos lo mismo.

«Me tocó vivir la discriminación con la población negra. Cómo había personas que se hacían a un lado cuando venía por la calle un negro. Esto ya cambió. El toque del tambor sagrado de África está en la isla.

«Allá conocí que era la santería. Recorrí muchos museos para entender qué era. Poco a poco me fui impregnando de esta religión que ahora está, y se respeta, en todos los lugares de Cuba. También bailé con buena música: Cha cha chá, sones, rumbas, que tienen su influencia africana».

La conversación con Juliana fue tan larga como un discurso de Fidel Castro. Inició a las cuatro de la tarde y terminó a las nueve de la noche. Durante ese tiempo el público escuchó atento, nadie se movió de su lugar ni se interrumpió la plática.

Luego de comentar que tuvo problemas de salud, se despidió con una amplia sonrisa y una afirmación: «Yo nací en México, pero Cuba es mi segunda patria».

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