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Julissa: sin bebé, infértil y endeudada

Por Benny Cruz Zapata/corresponsal

En el Hospital de Mante doña Matilde Amaro entregó sin reservas a su hija Digna Julissa Eguía, embarazada desde hacía 23 semanas y con un dolor intenso en el bajo vientre, con la esperanza de que lograran rescatarla de la muerte, convencida de que la atención sería inmediata y suficiente, pues era derechohabiente del Seguro Popular.

Pero los doctores de este centro no sólo le regatearon la atención precisamente por ser derechohabiente del Seguro Popular, ya que la atención recibida ?a decir de sus familiares- puso en riesgo su vida y acabó con la del producto, terminó también con la posibilidad de que volviera a ser madre.

La negligencia médica, dice doña Matilde, la dejó sin matriz y con secuelas en otros órganos vitales que aún la tienen en convalecencia, bajo cuidados especiales y costoso tratamiento.

El culpable de su desventura no tiene nombre, sólo apellido, señala Matilde:

«Quien la atendió fue el doctor Manrique. No sabemos cómo se llama, ni conocemos el nombre del practicante que también le regateó una buena atención a mi hija. Pero, como siempre en estos casos, como no llevaban ganancia, porque ella tenía Seguro Popular, no la atendieron rápido. Así pasa con todos los que solicitamos atención, pero no les pagamos consulta porque tenemos ese seguro. Nos ven como de segunda y hasta de mala gana nos atienden».

Digna Julissa, casada con Refugio Juárez, tenía gran ilusión del nacimiento de su hija, pero cuando se sintió mal, más tardó en entrar al consultorio que los doctores en mandarla de nuevo a su casa, eso fue el cinco de enero, recuerda Matilde.

«Desde que supo que era una niña, su felicidad fue inmensa, tendrían la parejita. Con la ilusión de su niña, nada la mortificaba y acudía puntualmente a sus citas médicas en el Hospital, al que acudió en cuanto sintió un dolor extraño. Ella y mi yerno, como todo humano, confiamos en esos hombres que un día hicieron un juramento como doctores, que no pueden jugar con la vida de quien se pone en sus manos sin temor».

«Pero nos equivocamos, dice enfática, pues mi hija, con 40 grados de temperatura, volvió a suplicarles atención y la volvieron a mandar a su casa. A los cuatro días, padeciendo muchas molestias, se le reventó la fuente. Hasta entonces reaccionaron los doctores, pero ya la bebé estaba muerta y mi hija a punto de hacerle compañía. Sólo hasta entonces, ante la situación, la trasladaron al Hospital General en donde entró directo a la Terapia Intensiva, con lo que ellos denominaron: sepsis uterina».

«Sólo Dios sabe lo que hemos vivido, reflexiona doña Matilde, las largas que han sido estas noches de hospital, los días de espera, de miedo, de dolor, porque aunque aquí la atención es muy distinta a la que dan en el Hospital de Mante, ya que las enfermeras, los doctores son verdaderos ángeles que cuidan a quienes luchan por su vida. No los ven como un número de expediente. Pero la espera para nosotros es terrible, sobre todo porque el diagnóstico inicial siempre fue funesto.

Ver a su hija enredada a tubos de medicina y conectada a cables con los que se aferraba a este mundo, ha sido la peor experiencia para Doña Matilde:

«Es el temor, es la impotencia, es la angustia y, por qué no, es el coraje de saber que los culpables de la desgracia de mi muchacha siguen muy campantes atendiendo, como de favor, a quienes como nosotros tienen la mala fortuna de recurrir a ellos con una credencial del Seguro Popular.

Además del dolor por su hija enferma, la solidaridad de la familia entera no ha sido suficiente para sortear los gastos de medicina y de hospital:

«Muchos familiares nos han apoyado, pero en situaciones de este tipo no hay dinero que alcance, ya no tenemos a quién pedirle prestado, pues han sido más de 70 mil pesos los que se han gastado en medicina, además de la que falta y la deuda de 32 mil pesos que tenemos con el Hospital General. Mi yerno es jornalero y mi hija no trabaja fuera de casa, andamos tocando puertas para que nos apoyen, sobre todo porque ella no ha quedado bien, ya no está en riesgo su vida, pero quedó dañada del riñón, ya no tiene la matriz, además de otras molestias que nos han dicho los doctores requieren de mucho cuidado y largos tratamientos».

Digna Julissa y su familia, habitantes del municipio Emiliano Zapata de Xicoténcatl, fijan sus esperanzas de justicia en que la Secretaria de Salud intervenga:

«Nosotros somos gente humilde, dice, pero no es justo que los doctores del Hospital Civil de Mante estén como si nada, cuando por su culpa mi hija estuvo a punto de perder la vida. Y aunque ya es ganancia y le agradecemos a Dios y a los doctores y enfermeras del Hospital General que la hayan salvado, es doloroso que a sus 22 años haya quedado tan dañada en su salud, además de que no solo perdió a la niña que esperaba con todo ilusión, sino que ya nunca volverá a ser madre».

Quienes han conocido de cerca la historia de Digna, le aconsejan a Matilde que acuda a las autoridades, para que el caso de su hija no quede impune:

«Lo que más quisiera es que los doctores que propiciaron lo sucedido tengan conciencia de que en sus manos está la salud o la enfermedad, la vida o la muerte. Que un descuido y una mala atención pueden costar. Y que sus superiores les den instrucciones sobre el Seguro Popular, que no den atención de segunda o de tercera clase a los que tenemos ese seguro, porque ahora le tocó a mi hija?mañana puede ser otra».

07/BC/GG

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