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La agotadora realidad de ser maestra en Oaxaca

Por la Redacción

En muchas comunidades oaxaqueñas no hay servicio médico ni buenas escuelas, apenas tienen luz, ni siquiera hay agua potable, menos drenaje y lo demás sería un sueño; la niñez está desnutrida y enferma, pero eso sí, durante este año la propaganda electoral estuvo en todas partes, en todos los pueblos, para eso sí hubo dinero.

Es el reclamo de María, maestra de preescolar en la región de la Cañada, una de las más pobres y marginadas del estado. De una estatura aproximada de 1 metro 50 centímetros, delgada y a sus 23 años de edad, María tiene la fuerza suficiente para reclamar a los elementos de la Policía Federal Preventiva la ocupación y la violencia.

Su voz suena rabiosa, tiene coraje e indignación. Más tarde, en entrevista dice que el pueblo está harto de tanta injusticia, de tantos años de estar reprimidos ¿qué clase de gobierno tenemos en Oaxaca? Pregunta la pequeña maestra que dice que en su escuela unitaria es maestra de 18 alumnos de preescolar de los tres niveles a quienes atiende en un mismo salón.

Desde hace días reflexiona junto con sus compañeras sobre cómo será el regreso. Hay temor entre nosotras ?cuenta- porque en la zona de la Cañada los gobiernos son priístas y están enojados, seguramente podrían tomar represalias.

Seguramente si vamos a ser hostigadas, dice en tono que le descompone la voz. Incluso asegura que recientemente, cuando regresaron por el repliegue que tuvieron, el presidente les mandó pedir sus credenciales de elector, «por supuesto que nos pusimos de acuerdo y no se las dimos, pero tenemos miedo».

Este es apenas su segundo año de servicio, pero sostiene que tiene clara la situación que vive la niñez oaxaqueña. «Es muy duro trabajar en las comunidades, en especial para las mujeres».

Tenemos que caminar por la sierra, sin protección de nadie. El peligro no es sólo por falta de caminos y la complicación del clima, sino porque muchas compañeras han sido asaltadas y violadas.

Intendente, profesora y directora, María tiene que ir y venir cada fin de semana de «su» comunidad para arreglar papeleo y otras cosas que siempre se presentan. Ello implica gastar 500 pesos semanales de los seis mil 400 pesos que cada mes gana, pero como todas las maestras también dispone de su sueldo para comprar material didáctico para «sus niños», su comida en la comunidad, porque el hospedaje corre a cuenta de las autoridades.

María, como Nancy quien es maestra de Primaria en la misma región de Oaxaca desconocen cuál es la aportación que los gobiernos federal y estatal destinan a la educación cada año. Lo que si saben es que solicitar al Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO) pizarrones nuevos, arreglos a la infraestructura de las escuelas o material didáctico es simple y sencillamente un sueño.

Nancy como María tienen que «ingeniárselas» dicen para que «sus niñas y niñas» entren en calor sobre todo en invierno, cuando «la neblina se mete por todos lados», para que no se enfermen. «Son niños y niñas desnutridas, lo que las hace vulnerables a las enfermedades, a todas las enfermedades».

Las dos coinciden en las malas condiciones de sus escuelas. Los techos de lámina vuelven a los salones insoportables hornos en tiempos de calor o en congeladores en tiempos de frío. «Las puertas están colgadas, entonces una le hace hasta de herrero, cuando el director recurre al IEEPO para solicitar material le dicen que no hay dinero y cuando no hay dinero lo ponemos, porque de otra forma no podemos trabajar.

En los últimos ocho años, en Oaxaca el gobierno federal, ha destinado a través del gobierno estatal, 92 mil 786.9 millones de pesos al gasto social a través del Ramo 33, recursos que de acuerdo con el diario Excélsior no han sido comprobados por el ex gobernador José Murat, ahora diputado federal y el actual mandatario Ulises Ruiz Ortiz.

El porcentaje más alto de esos fondos se han dedicado, según la misma información publicada el 31 de octubre, a educación básica y normal, con una aportación de 58 mil 298 millones de pesos, cuya inversión contrasta con la realidad que viven las y los maestros en las comunidades marginadas.

06/SJ/LR

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