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La causa de las libertades

Por Angélica de la Peña *

No podremos dejar de evidenciar el grave retroceso que se ha perpetrado en 18 entidades federativas en relación al derecho a abortar en caso de los atenuantes que hasta hace poco, estaban inscritos en cada código penal de estas entidades.

Un referente común de la legislación derogada es que las mujeres podían abortar, cuando derivado de una violación, habían quedado embarazadas. Hoy ni por eso, ni porque el producto pueda causarle muerte a la madre o por enfermedades eugenésicas o por pobreza, o simplemente porque no se desea el embarazo.

Sin embargo, hoy en el colmo del absurdo encarcelan a las mujeres hasta porque la causa del aborto fuese accidental. Vivimos en el absurdo, no en la legalidad y en la justicia, en lo que cada quién decida para su propio bienestar, porque nadie puede dudar que una mujer ante un embarazo no deseado cualquiera que haya sido la circunstancia de ese embarazo, piensa en todo lo que devendría al tener un hijo más o mal planeado.

No es verdad que las mujeres que abortan no piensen en lo que hacen, ninguna decisión es tan trascendental, responsable y pensando en el futuro del producto como cuando está frente a un embarazo. Es verdad que las mujeres hoy están siendo criminalizadas porque han decidido interrumpir un embarazo no deseado como parte de su libertad, su autonomía y ciudadanía, porque han decidido sobre su propio cuerpo, que es suyo, de nadie más.

Lo que ha acontecido en estos Estados se inscribe en lo que Lynn Hunt (La invención de los Derechos Humanos, Tusquets Editores, S.A.,Barcelona, 2009) refiere respecto de que el concepto de derechos humanos también trajo consigo toda una serie de contrapartidas nefastas; al mismo tiempo de que se propagandiza la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en Francia del año 1789, se emprende por la parte más autoritaria y radical del movimiento francés el asesinato de la aristocracia y de los enemigos; dice Hunt, no es casualidad que el Marqués de Sade «escribiera todas sus novelas en la década de 1790, durante la Revolución Francesa» y enfatiza:

«Los crímenes absolutamente deshumanizadores del siglo XX no fueron concebibles hasta que todo el mundo pudo reivindicar su igualdad como miembro de la familia humana». Los efectos del clamor porque se reconozcan los derechos humanos sin discriminación de ningún tipo, condición o índole, trajo aparejado con la misma intensidad, el efecto opuesto.

Las reacciones del conservadurismo derechista de la iglesia católica y de sus representantes en los espacios de poder y de decisión, (gobernadores, diputados, procuradores, presidentes municipales, etc., de origen panista y priísta) a las reformas emprendidas por la izquierda que gobierna la Ciudad de México y tiene mayoría en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal para permitir que las mujeres interrumpan un embarazado no deseado hasta antes de las 12 semanas de gestación, no se hicieron esperar.

Las reformas a las Constituciones locales y al marco jurídico de estas entidades constituyen una aberración jurídica y un retroceso al ejercicio de los derechos humanos de las mujeres.

¿Pero cómo detener esta regresión de los derechos ya ganados, ya establecidos en el marco jurídico de estos Estados del país y que al derogarlos contradicen a la Constitución federal?

Con la empatía, como la misma Lynn Hunt señala: «En el marco de los derechos humanos, con sus organismos internacionales, sus tribunales internacionales, y sus convenciones internacionales, podría resultar exasperante, dada la lentitud con que responde o la repetida incapacidad de alcanzar sus objetivos últimos, sin embargo no disponemos de ninguna estructura mejor para afrontar estos asunto.

La historia de los derechos humanos demuestra que al final la mejor defensa de los derechos son los sentimientos, las convicciones y las acciones de multitudes de individuos que exigen respuestas acordes con su sentido interno para la indignación».

Me permití transcribirlo porque no tiene desperdicio, porque tenemos que visibilizar a esas mujeres que hoy son criminalizadas, casi quemadas en la hoguera si puedan hacerlo sus detractores autoritarios. Tenemos que llamarlas con sus nombres, ir a sus lugares, decirles que no están solas, que muchas personas estamos preocupadas y ocupadas para que rescaten su libertad y se les reivindique su dignidad humana.

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* Feminista, ex legisladora por el partido de la Revolución Democrática, e integrante de la Red Nacional de investigadoras por la Vida y la libertad de las Mujeres

10/AP/LR

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