En esta época de las comunicaciones, dentro del universo de la información, en minutos podemos estar enterados de un acontecimiento del otro lado del mundo. Incluso, los niños están enterados de las guerras y los acontecimientos más impactantes del momento. Pero el bombardeo de noticias también nos provoca dispersión.
Reconocemos que el sensacionalismo en el manejo de la información se deja llevar por una lógica de mercado. Quien tiene la noticia más sensacional mejor la puede vender. Así que, el sensacionalismo y la dispersión en la información contribuyen a la indiferencia de las sociedades modernas, lejos de sensibilizar a la opinión pública.
Nuestro país pertenece a los países de lengua española que disponen de una red de medios de comunicación masiva relativamente amplia y tecnológicamente avanzada. La comprensión de la función de los medios supone considerar paralelamente el sistema político económico.
Por esto ver los medios en ellos mismos, como mero producto del desarrollo tecnológico de un país no nos permite entender su lógica, ni el conjunto de conexiones que guardan con el poder.
No resulta exagerado afirmar que el sistema político moderno, post-revolucionario no se hubiese sostenido sin el apoyo de los medios de información y la reproducción de ellos. El proceso de democratización de los medios ha supuesto su apertura a otros grupos, otras voces que no sea el gobierno, los propios empresarios, ni las distintas cúpulas de nuestro país.
El tema de la comunicación lentamente va tomando carta de ciudadanía en el conjunto de la población. Las denuncias públicas dentro de determinados medios, los procesos electorales, los debates, las encuestas, funcionan como elementos que sensibilizan a la opinión pública y han funcionado como elementos pedagógicos en la formación de un receptor de los medios, más activo y crítico ante ellos.
La comunicación, en este proceso, deja de ser vista únicamente como factor de entretenimiento, como algo que está ahí y poco o nada podemos hacer para transformarla.
La democratización de la sociedad pasa por la democratización también de la información y viceversa. Democratización informativa es pluralismo, en contenido y en medios. Aunque, debemos reconocer que esta verdad no ha penetrado en forma de conciencia generalizada en muchos poseedores de los medios, ni siquiera en los sectores que con esa práctica se beneficiarían.
Una manera desdeñosa de reaccionar es prescindir de la lectura de los periódicos, limitando el acceso a la información escrita. Sabemos que para algunos gobernantes el asunto es muy fácil, pero nadie debe sentirse asaltado dentro de una corriente de trasformaciones en la comunicación que tampoco ha cesado y que modifican necesariamente sus agentes tradicionales o no se hará ningún cambio.
En Latinoamérica tenemos un receptor de radio por cada tres habitantes, y un receptor de televisión por cada siete; casi un televisor por familia, pero, en comparación hay un aparato telefónico por cada 19 habitantes y en promedio hay dos recurrencias de ir al cine al año, según la UNESCO.
Los medios electrónicos son preferidos para la información política y gozan de mayor credibilidad. De ahí que su influencia y responsabilidad en una cultura democrática se acreciente día a día.
Las reformas a la Ley de la Radio y la Televisión tendrán la necesidad de asegurar la producción endógena y el pluralismo de las imágenes como uno de los requisitos de la libertad y la democracia, ya que en los países de América Latina se trasmiten en promedio más de 500,000 horas anuales de televisión, lo que significa que no hay carencia de medios sino ausencia de producción interna, las nuevas tecnologías pueden favorecer tal imperativo.
* Lucero Saldaña es senadora por el Partido Revolucionario Institucional.
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