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La Historia de Rosita y la impunidad

Por Teresa C. Ulloa Ziáurriz*
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Doña Gaby es una mujer menudita con un inmenso corazón que no le cabe en el pecho, pero es una guerrera. No conforme con sacar adelante a sus hijos, también se hizo cargo de Rosita y uno de sus hermanitos, quien ya es hoy un hombre de bien.
 
Abrigó a Rosita, a quien abandonaron con tercer grado de desnutrición y marcas visibles del maltrato que había sufrido. Era una niña muy dulce, indefensa y necesitada; es débil visual y tiene parálisis cerebral. Vivían en el Estado de México, donde doña Gaby tenía un trabajo, una camioneta, una casa, la vida resuelta y sus redes de apoyo familiares en Guadalajara, Jalisco.
 
Siempre preocupada por acercarle a Rosita todas las oportunidades, buscaba escuelas, maestros especializados en enseñanza en Braille y en apoyo a la educación de niñas especiales.  En ese afán, se mudó a Guadalajara, Jalisco, porque ahí había una escuela para niñas débiles visuales, en donde sólo recibía clases los lunes.
 
Preocupada por la educación de Rosita, conoció al doctor Alejandro Ricardo Meneses Cervantes, y lo contrató de manera particular para darle clases a Rosita. Las clases se le impartían en su casa, dos o tres veces por semana y doña Gaby se percató que, en cada clase de Rosita, ella se sentía muy mal y perdía la percepción de lo que pasaba a su alrededor, se desmayaba, sensación que le dejaba fuertes dolores de cabeza, a los que ella no encontraba explicación, a no ser que fueran los medicamentos que el propio doctor Meneses Cervantes le había recetado para la epilepsia.
 
Rosita, mientras tanto, empezó a tener pesadillas, a despertar gritando en las noches “quítamelo mamá, quítamelo”. Si, el profesor, dormía con unos polvos y unas gotas a doña Gaby y, mientras tanto, aprovechaba para violar a Rosita, morderle los senos y no sé cuántos abusos más. Hasta que un día Rosita le dijo a su mamá  Gaby que no quería seguir recibiendo clases de ese señor y le contó lo que le hacía, bañada en llanto. Doña Gaby no lo dudó, por supuesto, inmediatamente emprendió el largo y frustrante camino de la justicia.
 
Presentó la denuncia en la Procuraduría General de Justicia del Estado de Jalisco y, aunque los peritajes realizados en esa institución a Rosita sólo sirvieron para acreditar la violación, no le quisieron recibir a doña Gaby el frasco con las gotas y los polvos que le recetaba Meneses Cervantes y mucho menos mandarlos a analizar.
 
Tampoco prestaron atención a una lesión que presentaba Rosita en uno de sus senos, producto de la mordida que había recibido. Por supuesto Rosita fue revictimizada innumerables veces por Yolanda Italia Flores Medina, Ministerio Público a cargo de la Averiguación Previa de Rosita. Desde el momento en que interpuso la denuncia, doña Gaby fue objeto de toda clase de ataques, en los medios y de diversas autoridades. Perdió su trabajo porque tenía que estar atendiendo el caso de Rosita y no sólo perdió su trabajo, sino también perdió todo su patrimonio.
 
Fue hasta que la llevó al Hospital Civil de Guadalajara donde confirmaron la desfloración y desgarro, así como un hematoma generado por la lesión que le provocó Meneses Cervantes en un seno, dictamen que no fue agregado a la indagatoria.
 
En dos ocasiones golpearon a la señora Gaby, la primera vez Evaristo Chamorro Escobar intentó secuestrarla; lo encarcelaron por privación ilegal de la libertad y lesiones, pero logró libertad bajo fianza y una sentencia de tres meses.
 
En la segunda, la golpeó un muchacho que le decía que “lo dejara en estupro”. Debido al hostigamiento, agresiones y las constantes amenazas que sufrió en Guadalajara, doña Gaby decidió regresarse al Estado de México, donde se sumó al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad.
 
En dos ocasiones, Meneses Cervantes fue sentenciado por estupro, alegando que Rosita había consentido la relación sexual.  De tanto luchar, doña Gaby logró que se reclasificara el delito a violación equiparada, sentencia que está firme, pero hasta la fecha Meneses Cervantes no ha pisado la cárcel.
 
Doña Gaby llegó hasta la Suprema Corte de Justicia defendiendo a Rosita, e interpuso un recurso de reclamación, porque en la sentencia de reparación del daño sólo se sentencia a Meneses Cervantes al pago de siete mil pesos. Eso vale la inocencia y la integridad de una niña con discapacidad para la justicia machista a patriarcal del Estado de Jalisco. Lamentablemente, a pesar de que hasta la fecha Rosita despierta por las noches gritando y sufre mucho cuando recuerda lo que le hicieron, la Suprema Corte de Justicia de la Nación confirmó el monto de la reparación del daño.
 
A su llegada a México, doña Gaby emprendió un proyecto social para ayudar a madres con niños y niñas con discapacidad, y les abrió las puertas de su casa a mujeres maltratadas como refugio temporal.
 
En dos ocasiones posteriores, doña Gaby sufrió nuevos ataques, la primera fue balaceada y la segunda la apuñalaron. Las autoridades hasta la fecha no han podido esclarecer si fue por el caso de Jalisco o por abrigar a mujeres maltratadas.
 
Y esto es un breve resumen de todo lo que Rosita y doña Gaby han sufrido en la búsqueda de Justicia. Todas las veces que ha sido abusada por infinidad de personas que la han engañado en su afán por buscar ayuda para Rosita.
 
Hoy doña Gaby tiene una escuela para niñas y niños con discapacidad y Rosita tomó un curso de masoterapia del que ya se graduó, ya que tiene enormes cualidades con sus manos para curar dolores, tendones y nervios.
 
Sin embargo Gaby sigue buscando terapia psicológica especializada para niñas como Rosita y oportunidades para que aprenda a valerse por sí misma, porque le preocupa qué será de ella cuando falte.
 
La pesadilla jurídica no ha concluido, pero las dos son unas guerreras que, no dudo, podrán más tarde que temprano alcanzar la justicia, a pesar de un Tribunal de Justicia de Jalisco, profundamente patriarcal y machista, a pesar de que la justicia piense que para eso existimos las mujeres, y sé que lograrán sobreponerse a la discriminación y todas las vicisitudes que les ha tocado vivir.
 
No podía dejar de contar la historia de Rosita y doña Gaby, porque me ahoga la impotencia ante autoridades ciegas e insensibles, rancias y violadoras de los derechos humanos, ante el abuso de poder de que fue víctima Rosita.
 
*Directora Regional de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC, por sus siglas en inglés).
Twitter: @CATWLACDIR
Facebook: Catwlac Directora
 
17/TCUZ/GG

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