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La incógnita

Por Sara Lovera*

La condición de las mujeres mexicanas es realmente lamentable. Suben los índices de pobreza, bajan los de potenciación de género, suben los de desnutrición. Las cifras de muerte materna y de cánceres femeninos se estabilizan como si no hubieran pasado los años.

Cada día que una abre la página de Cimacnoticias se encuentra con datos, declaraciones y hechos semejantes. Se reconoce ampliamente la desigualdad; se documenta profusamente en qué rubros y cómo hace estragos en la vida cotidiana. Se suceden las noticias día a día sobre el atraso.

Y si una busca en otros lugares, los estudios o análisis son deplorables. De la misma manera se habla, sin ton ni son, de propósitos políticos para contribuir al avance de las mujeres. No se sabe cuánto se invierte en tiempo y en palabras, pero las cosas no mejoran en nada.

Esta semana nos sorprendió la declaración de Elizardo Ronnauro Melgarejo, director de Asuntos Internacionales de la Mujer de la Secretaría de Relaciones Exteriores. El mencionó dos datos increíbles: se han impulsado seis congresos y 33 talleres solamente para proponer a los gobiernos federal y estatales que armonicen sus leyes con los mandatos internacionales. Estos congresos y talleres han contado con decenas de participantes; entre ellos, funcionarias y funcionarios de distintas responsabilidades. Se ha discutido en cada congreso y en cada taller la importancia de las políticas públicas y se han examinando los efectos de no hacerlo.

Pero más sorprendente es que el funcionario diga que esto no es político, sino moral; que se trata de hacer justicia, solamente. Me llama la atención muchísimo esta declaración: es una incógnita que me da vueltas en la cabeza. Es decir: no es una exigencia; no es un deber político; no es un asunto de la responsabilidad del Estado y sus órganos de gobierno en los tres niveles: federal, estatal y municipal. Después de seis congresos y 33 talleres, de múltiples esfuerzos y análisis demostrativos de la condición de las mexicanas, en todo sentido, se resulta que es ¡un deber moral!

Lo que parece cierto es que no existe esfuerzo ni lenguaje que convenza a las autoridades para atender, responder y hacerse cargo de lo que significa la desigualdad entre hombres y mujeres; tampoco, para planear ni para llevar a cabo políticas públicas serias, reales, profesionales y comprometidas para sacar de la opresión y la dominación a más de la mitad de la población mexicana.

Podría pensarse que ha sido inútil que la Secretaría de Relaciones Exteriores haya gastado, sólo este año, 9 millones de pesos para esta tarea. Ahora, para colmo, el Ejecutivo, en su proyecto de presupuesto, sólo asignó 4 millones. ¿Será porque ya no hay nada que hacer? ¿O porque fue tan mala la tarea que no vale la pena, o qué? Lo cierto es que 9 millones es poquísimo dinero. Igual resulta en todos los demás rubros del presupuesto nacional. El problema de más de la mitad de la población no merece presupuesto.

Es nuevamente una incógnita lo que me asalta. O se trata solamente de un lenguaje, en ciertos niveles, desgastado. Lo que parece que ocurre, evidentemente, es que el avance de la mitad de la población no importa para nada a los gobiernos. Importa parecer que hacen, con la ayuda evidente de organismos internacionales que contribuyen a la simulación y a la mentira. Pero no se trata el problema con hondura ni con interés de Estado.

Es verdaderamente inaudito. Peor si una lee las declaraciones del gobierno de Tabasco, donde se llevó a cabo el último congreso de este tipo. La maravillosa respuesta, según el gobernador, fue la creación de un instituto de las mujeres, ¡y ya! No es una preocupación central, no está en la primera lista de prioridades de un gobierno, de varios gobiernos, de todos los gobiernos. No… no se trata de eso, sino de aparentar.

Es posible que lo mismo suceda en otros campos. En estos últimos 5 años hemos vivido la simulación profundizada. Además de políticas conservadoras y el desvío de recursos -como el dinero asignado a Pro Vida, que era para prevenir o apoyar el problema del VIH/Sida- los institutos estatales de las mujeres nunca recibieron 96 millones de pesos del presupuesto de 2005 para enfrentar el grave problema de la violencia contra las mujeres, y los gobiernos estatales les destinan una pequeña migaja para que operen así, sin futuro.

Se hace caso omiso de las costosas y continuadas encuestas, los estudios y las revelaciones sobre el desarrollo humano, los índices de desigualdad, las estadísticas de la violencia feminicida, el estudio sobre el uso del tiempo que muestra cómo las mujeres mexicanas trabajan hasta el doble de horas que los varones como consecuencia de la doble jornada y las múltiples responsabilidades que tienen.

Me llama la atención que, además, el gobernador de Tabasco advierta que no será con políticas paternalistas (¿a qué se referirá?), ni con promesas de campaña electoral (¿qué habrá querido decir?), como puede mejorar la situación de las mujeres.

En el fondo, este gobernador anuncia que las mujeres son un botín, porque en virtud de tantos congresos, estudios, declaraciones y talleres se sabe perfectamente bien en qué condición social las mujeres discurren por la vida. Son jefas de hogar; viven brutalmente distintas formas de violencia; son asesinadas sin investigación seria; son doblemente violentadas porque los crímenes de que son objeto quedan en la impunidad; son triplemente violentadas porque se las usa para, en efecto, campañas electorales, y no se les escucha, ni se les respetan sus derechos, ni se les promueve políticamente, ni se atienden sus necesidades económicas y sociales.

Le pregunto al señor Ronnauro Melgarejo cómo es que esto no es más que un deber moral; digo, ¿será cristiana, cosa de Dios y no responsabilidad del Estado esta indiferencia? En fin, las incógnitas continúan. ¿Cómo es que se llega a tanto?.

Tras toda esta pantalla de «acciones» y «deseos», en el fondo el Estado se atiene a una inmovilidad social que conspira contra el futuro. Mujeres no productivas, diría el Foro de Davos, ponen en riesgo al sistema económico porque no tienen la fuerza ni la capacidad para desarrollar los planes de países ricos que hoy gobiernan al mundo, y podrían ser usadas, nuevamente, para las faenas de inestabilidad que se asoman en este anticipado futuro devastador.

*Sara Lovera es periodista y feminista mexicana.

05/SL/YT

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