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La mentira de Castro

Por Marta Guerrero González

Antes de comenzar con mi tema, quiero reconocer en Amalia García a lo mejor del Partido de la Revolución Democrática (PRD), sólo espero que Zacatecas se beneficie de esta gran oportunidad.

La discusión sobre la mesa es la mentira. ¿Deben los políticos callarse algunos temas? ¿Deben contestar absolutamente todo lo que se les pregunta? ¿Ningún acuerdo puede ser reservado? El caso de Cuba y México, entre otros países, permite el calificativo y exhibe a sus protagonistas como políticos poco fiables, por decir lo menos.

La sociedad se queda con el ojo cuadrado, cuando comprueba que todos mienten. La desvergüenza pública es cotidiana pues los que niegan algo, al día siguiente se ven obligados a admitirlo, después que las evidencias los hunden. No estamos ante un Ministerio Público. Ni hasta ahora los mexicanos en la lista cubana son acusados de delinquir. Son políticos con las reservas de cada caso. ¿Tiene razón Gobernación al señalarlos como si nos hubieran fallado a todos los mexicanos? ¿Acaso los partidos políticos deben reportar sus bitácoras y los temas de sus agendas personales?

Si los chicos de Castro entraron con pasaporte diplomático y los chavos de Migración no hicieron su chamba, a los que debió de correr Creel era a sus empleados, que no informaron oportunamente para evitar el cruce de videos. Pobres de ambos embajadores ni tiempo de empacar les dieron. Aunque todavía son capaces de reinstalarlos y, borrón y cuenta nueva, hasta el próximo insulto de Castro.

Lo más evidente en todo el zafarrancho, es la ignorancia diplomática de nuestro canciller. Aunque reconozco que a dueto con Creel luce más concentrado.

En contraparte Felipe Pérez Roque, robusto él, arenga durante horas y horas, sobre asuntos que no deberían ser de su incumbencia. El Secretario del Exterior miente descaradamente frente a todos los medios de comunicación. No sólo miente, provoca y amenaza.

Castro nos desafía. Si le hubiera interesado recuperar la relación, nunca permitiría una conferencia de prensa como la que nos recetó su canciller. Simplemente hubiera entregado en valija diplomática todo lo relacionado al caso Ahumada y sus secuaces, incluyendo las 40 horas de video. Ese simple gesto hubiera probado por sí mismo la inocencia y de paso la buena voluntad de Castro. El gobierno mexicano no hubiera podido hacer nada más que rendirse, perdonar a los corridos, y estrechar la relación.

El canciller Derbez, no tenía que contestar ni durante una hora ni un minuto. México no tiene que darle explicaciones a Cuba, y menos sobre asuntos internos, y todavía menos cuando ya sólo se mantienen despachos de «negocios» entre ambos países. Derbez no tiene porque dejar ver su esperanza porque se reestablezcan los canales de la diplomacia.

Dignidad y trato respetuoso. Y si para Pérez Roque, llamar a Castro sólo por su apellido es una ofensa, pues sus razones tendrá. No quiero pensar lo que signifique darle otro calificativo. Castro miente, se burla y descalifica a nuestro gobierno. Y los muchachos de Fox, quien fue elegido democráticamente, balbucean, se retractan y tiemblan. Esto todavía no termina.

*Periodista y escritora mexicana

2004/BJ/SM

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