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La muerte acecha a las mujeres

Por Miriam Ruiz

Al mirar por la ventana del vehículo, todo es verde profundo: solamente el blanco de los borregos salta entre los pastizales. Podría ser Inglaterra o Suiza… hasta que la camioneta comienza a saltar y nos recuerda que es una terracería rumbo a Ejido Cálido, pequeña comunidad zoque en el municipio norteño de Jitotol, Chiapas, donde falta de todo.

En esas tierras boscosas vivía hasta el pasado mayo Teresa Rojas Rojas, quien falleció por hemorragia al parir a su segundo hijo. Ella apenas rayaba los 20 años de edad. Su primogénito, ahora huérfano, todavía no tiene dos años.

Las vecinas se arremolinan para completar -mitad en zoque, mitad en español- el testimonio que ofrece el padre del viudo, quien en su narración confunde la muerte del padre de Teresa «esa misma semana» con la de su nuera.

Teresa Rojas Rojas había tenido un embarazo normal y se dedicaba a cuidar a su hijo pequeño al que miraba desde la cocina de su propia casa, construida a unos metros. Pero vivía en Ejido Cálido y todo se complicó.

Aún hoy, la población del lugar y la familia no saben qué la mató: si un problema de salud o la pérdida del padre. Los acontecimientos se revuelven.

Pero el relato del suegro y el acta de defunción del segundo hijo aclaran que llegó al hospital de IMSS-Oportunidades en Bochil, a una hora de terracería y otra más de carretera. Cuando hay transporte disponible.

Allí se registró un desprendimiento y la muerte del bebé, que pesaba tres kilos y medio. Teresa Rojas Rojas nunca salió. Su suegro explica que le pedían dinero para el medicamento, que tenía mucha fiebre. El dice eso, aunque la farmacia de ese hospital parece muy bien surtida.

En su historia clínica, ella registra un traumatismo el 4 de mayo; una caída indeterminada, quizá, porque dicen que su marido no la golpeaba.

Sin embargo, los traumatismos son una de las causas directas que del desprendimiento de placenta que, en sus casos graves, produce la muerte del feto, más no necesariamente de la madre.

Lo que se lleva la vida de las madres es, además de la falta de medicamentos, la falta de sangre para hacer transfusiones, tal como lo reconoce el secretario de Salud, Julio Frenk.

Su esposo, su viudo, Marcelino Rojas, no está el día de la entrevista. El está triste pero no deja de ir a la milpa, ni se ha «juntado» otra vez.

El cuidado de su pequeño ha sido asumido por él mismo, quien se niega a dejar su casa llena de recuerdos. Para irse a trabajar se apoya en su padre y en su madrastra, que llegó a su casa luego de que la madre de Marcelino también muriera de parto hace 12 años.

Fernando, el pequeño, lleva ya varios días enfermo. Con tos. Se ve triste y muy desganado. Como si sólo «la fuera pasando». Aunque su abuelo le compró ya en Jitotol, la cabecera municipal, sus medicinas, no se anima.

Al viudo Marcelino algo más lo desanima: las dificultades para hacer los trámites necesarios hasta Tuxtla Gutiérrez para que el apoyo de Oportunidades al que tenía acceso Teresa pase al apoyo de la manutención del pequeño. Ya se habían acostumbrado a tenerlo y el campo no da lo suficiente.

Es otro viudo de Oportunidades.

05/MR/YT

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