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La noche de Dean aún no termina para mucha gente

Por Cecilia Lavalle/corresponsal

Las noches no son iguales para todas las personas. Eso me lo enseñó Dean, el huracán que después de tres décadas le recordó al sur de Quintana Roo que en esta vida nada es gratis; menos para quienes vivimos, eso creemos, en un pedazo del paraíso.

Para parte de los habitantes de Chetumal, la noche de Dean terminó justo el martes 22 a las 9 de la mañana. A esa hora comenzó el día; un largo día para mirar las heridas infligidas, hacer el recuento de los daños y trabajar para volver a la cotidianeidad.

Cotidianeidad es hoy una palabra valiosa. Centro y sur del estado andan en pos de ella.

Y es que muchas personas aún no pueden iniciar el largo día que les llevará de regreso a la cotidianeidad. Están atrapadas en las heridas que les ahondó Dean.

El municipio Othón P. Blanco es el segundo más grande en el país. Es el único con tres fronteras internacionales: con Belice, Guatemala y el Caribe. Abarca casi el 37 por ciento de la superficie de Quintana Roo y es el segundo más habitado después de Benito Juárez.

MÁS O MENOS AFECTACIÓN

De acuerdo con el Ayuntamiento, tiene 136 comunidades. Y por comunidad se entiende el núcleo poblacional superior a 50 habitantes. Además, tiene 744 rancherías. Y por ranchería se entiende la localidad que tiene de uno a 20 habitantes. Todas las comunidades y rancherías – y por todas se entiende todas- fueron afectadas por Dean.

No todas en igual medida. Pero eso no dependió totalmente del huracán. En algunas, los vientos sostenidos de más de 250 kilómetros por hora con rachas superiores a los 300 destruyeron o doblegaron todo lo que encontraron a su paso. En otras, las más, a los vientos se sumó la pobreza, y ésa sí que hace que la noche sea más larga.

La mayoría de las comunidades del municipio son rurales. Es decir -como si hiciera falta aclararlo- la mayoría son pobres. Algunas, muy pobres.

De manera que mirar a Chetumal de pie y regresando a la cotidianeidad no significa, ni remotamente, que eso esté sucediendo en el resto del municipio.

Acaso por eso duele que se diga en algunos medios, en algunos círculos, en algunos grupos, que en Quintana Roo no pasó nada porque nada le pasó a Cancún, a Playa del Carmen, a Cozumel, a las joyas de la corona, al norte, pues.

Ésa no es la realidad de quienes perdieron toda su cosecha de maíz. Ésa no es la realidad de quienes perdieron la mitad de la cosecha de caña de azúcar. Ésa no es la realidad de quienes perdieron casi todo su ganado. Ésa no es la realidad de quienes perdieron casi todas sus herramientas de pesca. Ésa no es la realidad de quienes viven de los recursos forestales.

Ésa, en fin, no es la realidad de 29 mil 313 familias que, según el censo de la Coordinación de Alcaldías del Ayuntamiento de Othón P. Blanco, viven en 135 comunidades, sin contar Chetumal.

Y Chetumal, por ejemplo, si bien es cierto que sale adelante a pasos agigantados, basta asomarse a una de las colonias más pobres para darse cuenta que la noche de Dean no ha terminado para toda la gente.

En la colonia Los Monos hay 260 viviendas en las que habitan poco más de mil personas. Las casas son entre pobres y paupérrimas. Una que otra tiene construcción de concreto aunque el techo es de lámina. La mayoría son pequeños cuartos de palitos de madera y techo de lámina. Algunas tienen por paredes cartón o bolsas de plástico.

A pesar de ser una colonia que ha recibido atención preferencial -la visitaron el Gobernador y la Presidenta municipal un par de veces y formó parte de las zonas que recorrió Felipe Calderón- la vida ahí todavía tiene color de emergencia.

No porque haya muerto nadie. Todas las familias se trasladaron a un refugio. No porque perdieran sus techos. El gobierno ha comenzado la distribución de láminas. No porque se quedaran sin agua. El servicio está prácticamente reestablecido. Han recibido ayuda, me dicen, tanto del gobierno estatal como del municipal.

El problema, me explican, es que ya cerraron los refugios, donde recibían alimentos y atención médica. El problema es que 12 familias perdieron su casa y todo lo que había dentro. El problema es que les dieron despensas a todas las familias, pero la despensa les alcanza sólo para dos días. El problema es que muchas perdieron casi todo lo que tenían y lo que no perdieron quedó en mal estado. El problema es que el lunes empiezan las clases y entre lo que se perdió estaban los cuadernos y los lápices y los uniformes.

El problema, para cerrar este círculo, es que no trabajaron esta semana y, por tanto, no habrá dinero para sobrevivir la que viene.

Yo vendo Avon, me dice una señora con una niña y un niño pegados a su falda. Nadie me pagó la semana pasada, y nadie me va a pagar esta semana. Mi marido es albañil, me dice otra, y no hubo trabajo esta semana. Y vaya a saber si habrá la otra. Yo trabajaba en una casa, me cuenta una más, pero me pagan por día, y como no fui ya me corrieron.

Empleos temporales, trabajos en la economía informal, pobreza, explican lo devastador que puede ser un huracán.

Las noches no duran igual para todas las personas. Para muchas la larga noche de Dean no ha terminado. Lo peor, me dijo Ana, habitante de Los Monos, apenas va a empezar.

07/CL/GG

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