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La ola amarilla en ascenso

Por Leticia Burgos

Los triunfos electorales del Partido de la Revolución Democrática el pasado 6 de febrero, en dos de las tres entidades federativas para renovar las magistraturas estatales, traen buenos augurios, sobretodo por la victoria histórica y emblemática obtenida en Guerrero, que se erige como una gran ola de voluntades militantes –de medio siglo de lucha en la entidad- y de una singular insurgencia ciudadana en las urnas.

A final de cuentas, una militancia guerrera y vigorosa, decidida a dejar de lado los intereses particulares y el voto útil -que en 1998 se dirigió a favor del cambio democrático y que en el 2000 optó por el gobierno de Vicente Fox Quesada-, para encaminarse con decisión, desde Guerrero, hacia una opción pro-frentista y de filiación perredista; desde luego, clave fue la elección del candidato, por el carisma e interés social que consiguió Zeferino Torreblanca Galindo con su trabajo en campaña.

Esa manifestación ciudadana y militante que rebasó todas las expectativas en Guerrero, se dibuja como una gran ola de esperanzas y batallas, que el PRD deberá coadyuvar hacia los comicios federales del 2006.

Bien harían las dirigencias perredistas, tanto en las entidades federativas como en el Comité Ejecutivo Nacional, tomar como lección lo acontecido en Guerrero, para desplegar toda su fuerza bajo una sola estrategia, que vigorice el ascenso de la ola amarilla en los procesos electorales locales, así como en todos los demás asuntos que tiene en puerta, como es la renovación de las dirigencias estatales y la nacional y, de manera candente, la defensa del gobierno del Distrito Federal y de Andrés Manuel López Obrador.

Está visto, por lo pronto, que el PRD enfrenta su propia consolidación democrática al calor de sus desafíos. Este fin de semana libró una batalla que se vaticinaba compleja, la de la búsqueda de una planilla de unidad, o de mayor consenso, para renovar la dirigencia nacional. Ojalá que esto también se haga en las 32 entidades federativas.

Lo que queda claro en esta etapa de desaliento y descrédito a los partidos políticos, es que después de Guerrero, el PRD tiene la enorme responsabilidad de abrir paso a una nueva etapa de consolidación democrática, en primer lugar donde ya es gobierno, para encaminarse a la conquista de la Presidencia de la República en el 2006.

2005/LB /SJ

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