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La princesa que ha querido ser una simple «pinche» periodista

Por Cristina P. Fraga

Después de una hora larga de atasco infernal, enredada en la grandiosa y caótica Ciudad de México, de repente aparece, como un remanso de paz, una fila de casitas antiguas adosadas. En una de ellas vive la escritora Elena Poniatowska.

Un jardincito nos introduce a través de una fila de ladrillos rojos a una sala recogidita pero umbría, en donde todo, hasta los muebles, son blancos. Sólo el blanco es molestado por las altas estanterías empapeladas de libros, algún espejo que los multiplica y algunas fotos familiares.

La llaman insistentemente de distintos medios para pedirle opinión sobre la escritora Doris Lessing, a la que le acaban de dar el Premio Nobel de Literatura. Su voz se oye en el piso de arriba y se demora en bajar. Aparece una mujer menuda, tan blanca como la decoración y de piel y ojos transparentes, que lo primero que hace es fijarse en mis zapatos «Yo tengo unos zapatos parecidos a los de usted, muy cómodos. Son muy buenos. ¿Quieren un café? Marta, ponles lo que quieran tomar».

— Quiero hacerle una entrevista al personaje. Por qué usted es un personaje.

— Estupendo.

— He de decirle que yo no sé si es adecuado que la persona que entrevista tenga una admiración especial por el personaje. Usted, que ha entrevistado a tantas personalidades y que sus entrevistas se estudian como modelo a seguir.

— ¿Cree que esto es bueno o es malo? –dice Elena y suelta una sonrisa-carcajada sorda–. No lo sé. Yo siempre he entrevistado a la gente que he querido.

— ¿Pero usted admiraba a todos sus entrevistados?

— Pues sí, pero algunas veces el personaje te decepciona. Pero como yo no me considero un personaje sino una «pinche» periodista, una periodista de toda la vida, ni me preocupo ni tiene usted que preocuparse.

LEYENDA Y REALIDAD DE LA PRINCESA

— Vamos a adentrarnos un poco en la leyenda-realidad de sus orígenes –le digo–. Su familia salió de Polonia en tiempos de Catalina la Grande, porque Stanislao Augusto Poniatowski fue el último rey de Polonia. Hija del príncipe heredero Jean Joseph Evremond Sperry Poniatowski y de María de los Dolores Amor Escandón, ciudadana mexicana de ascendencia francesa.

Usted, por tanto, sería la princesa heredera del trono de Polonia, Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor. Salieron todos de Polonia y se exilaron en Francia. Incluso creo que intentaron casarla con un príncipe heredero de una corona europea. Todo este entramado tan excepcional indiscutiblemente ha tenido que influir en la conformación de su personalidad. ¿Como se lleva todo eso, después de los años y en un país tan republicano como México?

— Lo que más influyó fue la educación de niña que fue muy severa desde el punto de vista emocional. Yo no recuerdo a mi madre antes de los 9 años. Sólo la veía en ráfagas. Entre mi madre y yo siempre hubo intermediarios (nunca habla de su padre). En la guerra fuimos, mi hermana y yo, a vivir con mis abuelos al sur de Francia.

«Yo tengo recuerdos e imágenes de mi madre muy difusos, sin presencia, con una gran distancia. Siempre viajábamos e íbamos de vacaciones con las nanas e institutrices y separados del resto de la familia Yo creo que esta situación provocó un enamoramiento tremendo de una niña hacia su madre. Todavía, ahora a los 76 años tengo una fijación bárbara con mi madre. Le hablo, pienso en ella todos los días, creo que por el periodismo la tuve muy abandonada.

«En fin, mi madre es para mí un gran personaje que crece dentro de mí, año tras año. Murió en 2001 y como me dieron el premio Alfaguara de novela me pilló de aquí para allá y no pude hacerle el duelo. Fue un momento muy terrible en mi vida».

— Por tanto, ¿su educación iba dirigida a ser princesa heredera?

— Mi educación iba dirigida al matrimonio y a ser madre de familia.

— Pero usted se me va por la tangente y aunque no he venido a hablar de princesas, ¿usted fue educada para ello?

— Francia era una República aunque existía un culto a los personajes principescos. Mi familia se movía en esos círculos, si: el mundo de la ilusión, del glamour, de las revistas de sociedad.

LA REINA SOFÍA ME CAE BIEN

— Y, aprovechando el contexto, ¿usted que es una mujer tan progresista, qué piensa de una institución tan conservadora como la monarquía?

— Ya no hay monarquías en casi ningún país, excepto en alguno europeo y africano. En tiempos hubo reyes muy buenos y muy notables, pero en este momento yo no tengo nada que ver con la monarquía.

— ¿Y la monarquía española?

— La Reina Sofía me cae bien (se queda pensativa un momento y suelta frases a borbotones). Son un adorno, pero si son muy costosos no me parece bien. Pero creo que en su país tengo entendido que gustan a la gente, que se mantienen porque les hace ilusión, porque llenan las páginas de las revistas del corazón. Su valor se lo dan en estos momentos las revistas, pero yo no sé qué papel cumplen ahora mismo.

«Sé que ahora tienen ustedes un problema bárbaro por el que han procesados a unos colegas suyos por unos dibujos de humor, esto pues no me parece bien…»

07/CPF/GG/CV

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