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La Ruta de los lenones

Por María de la Luz González

Tlaxcala, La Merced, Tijuana, Nueva York ó Los Ángeles… el destino final de la ruta puede tener tantas variantes como hilos tienen las redes de lenones.

Lenones que, desde el centro del país, operan la trata de menores con fines de explotación sexual comercial, con mecanismos de reclutamiento que van desde el matrimonio hasta el secuestro, pasando por la violación y las amenazas.

«Tenía 16 años cuando lo conocí y me fui con él… al principio era muy amable y después de un tiempo empezó a portarse muy grosero, me dijo que debía dinero y quería que lo ayudara a pagar, y que después de haber terminado de pagar dejaría de prostituirme», relata una joven originaria de San Pablo del Monte, Tlaxcala, víctima de explotación sexual comercial.

Amenazas y golpizas brutales la convencieron de acceder a la exigencia de su esposo, uno de tantos «padrotes» o «calichas», que operan en Tlaxcala reclutando menores de edad, «a las que enamora y luego les pide que se prostituyan», de acuerdo con el testimonio de la víctima.

El vínculo sentimental o matrimonial, que obliga de manera sutil a ejercer la prostitución, es una de las estrategias más comunes de los lenones para reclutar mujeres con fines de explotación sexual, sostiene el «Diagnóstico de la explotación sexual comercial infantil en el Estado de Tlaxcala», elaborado por la División de Estudios de Posgrado del Departamento Sociología y Trabajo Social de la universidad estatal.

Cuando el señuelo sentimental no funciona, los explotadores recurren al secuestro, la violación y el amedrentamiento, que incluye la retención de los hijos de la víctima, procreados con su explotador.

La investigación, auspiciada por el DIF estatal, y otros estudios ubican el sur de la entidad, particularmente los municipios de Tenancingo, Papalotla y San Pablo del Monte, como puntos de origen de las redes de trata de mujeres para la prostitución.

A partir de estudios de casos y 110 entrevistas con víctimas, profesores, taxistas y dueños de bares, el diagnóstico reconstruye las formas y modalidades del fenómeno en la entidad, y documenta la existencia de la explotación sexual comercial infantil, aunque aclara que ésta todavía no es una práctica generalizada.

«Si bien es cierto que las principales víctimas resultan ser mujeres entre los 14 y los 17 años no podemos negar la proliferación de la explotación de niños menores de 13 años. Esta última situación se da de manera focalizada y afecta tanto a niñas como a niños», advierte.

La investigación identifica dos tipos de tráfico de menores para la explotación sexual en la entidad.

Por un lado, el de jovencitas originarias de Tlaxcala, la mayoría menores de edad, hacia estados como Puebla, Hidalgo, Baja California Norte (Tijuana) y, como un punto de llegada obligado, la zona de La Merced en el Distrito Federal, pero también fuera del país.

«Se localizaron referencias de que menores de edad son trasladadas por lenones del estado de Tlaxcala a Estados Unidos, Nueva York, primordialmente», destaca el estudio, que incluye testimonios sobre la presencia y operación en esa metrópoli de explotadores originarios de Tenancingo.

En segundo lugar, refiere el tráfico de jovencitas de otros estados llevadas a Tlaxcala para trabajar en lugares creados ex profeso para la prostitución, así como la presencia de menores centroamericanas de 15 a 17 años, llevadas por conductores de tráilers a los mismos establecimientos, lo que, de acuerdo con los investigadores, muestra el grado de organización que poseen los proxenetas.

Estas redes delictivas, de acuerdo con el estudio, operan con la protección de las autoridades, como el caso descubierto en 2004 en Chiautempan, donde el alcalde y otros funcionarios municipales recibían dinero para permitir el funcionamiento de prostíbulos.

La práctica de la explotación asume diferentes modalidades según la comunidad. En Tenancingo, Tlaxcala por ejemplo, los investigadores documentaron la existencia de grupos familiares cuya fuente principal de ingresos es el ejercicio de la prostitución.

«Generalmente, el proxeneta es el padre de familia o los hermanos varones, quienes prostituyen a las mujeres, sean estas hermanas o esposas», precisan.

René Elizalde, coordinador del estudio, explicó que los residentes comienzan a ver esa práctica como un proceso «normal», debido, principalmente, a que la explotación no está tipificada como delito en la legislación local.

Destacó también la ausencia de una cultura de la denuncia, por lo que ya se propusieron reformas a la legislación y se trabaja en un modelo de atención integral a las víctimas. «Cambiar la concepción de los residentes sobre esta práctica es un proceso lento, que requiere de mucho tiempo» consideró.

Los hallazgos de la investigación se complementan con el diagnóstico «La Merced: Pobreza, Vulnerabilidad y Comercio Sexual», elaborado por la Asociación para el Desarrollo Integral A.C., que, en una encuesta con sexoservidoras de esa zona, confirmó la existencia de las redes de trata de Tlaxcala y su modus operandi.

«Estos señores tienen toda la protección del Presidente Municipal y de toda la gente porque el dinero mueve todo. En Tenancingo son familias, es como una tradición, así como hay pueblos de pescadores, de ganaderos y de barbacoieros, este es un pueblo de padrotes», dijo una de las entrevistadas.

Más de la mitad de ellas (54%) manifestaron haberse iniciado entre los 15 y 21 años en el sexoservicio mediante engaños o amenazas de su pareja y 32 % dijo ser originaria de los estados de Tlaxcala y Puebla.

El Centro Fray Julián de Garcés, por su parte, ha elaborado dos informes especiales sobre el tema, urgiendo a las autoridades locales y federales a intervenir para erradicar esta actividad forzada que, asegura, «va de lo local a lo internacional y es una realidad inhumana ante la cual son inaceptables la tolerancia y la indiferencia».

06/MLG/LR

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