Para alimentarnos, ingerir y disfrutar de los alimentos requerimos de humedad en la boca: la obtenemos gracias a la saliva, sustancia líquida con un gran valor para nutrir de energía nuestro «yo soy corporal» físico y espiritual.
La saliva es un fluido acuoso que las glándulas salivales segregan en la boca para ayudar a la masticación, deglución y digestión. Es esencial para disolver los alimentos e iniciar el proceso del gusto (sabor) y digestivo. Las sustancias sápidas –que tienen un sabor— tienen que encontrarse bajo forma líquida para activar las papilas gustativas, que a través de los nervios facial, glosofaringeo y vago se conectan con el cerebro.
El sentido del gusto no podría existir sin la saliva. Para que la lengua tenga sensibilidad cuando introducimos algo a la boca requerimos que –el alimento u objeto– se encuentre húmedo, si no lo está entonces con ayuda de la saliva secretada por la lengua se humedecerá, los encargados de esta labor son los pelillos o yemas gustativas que se localizan debajo y encima de la superficie de la lengua y en la garganta.
Otra de las funciones de la saliva, es cuando el objeto ya húmedo se deposita en la lengua y entra en contacto con los extremos de las fibras de las yemas gustativas (microvili), llevándose a cabo una acción química que provoca se desencadene una respuesta de la célula que nos da la sensación del gusto (del sabor).
¿Cómo se relaciona la saliva y una buena digestión con nuestro «yo soy corporal» espiritual?
La prisa del mundo moderno y la mala calidad de los alimentos que ingerimos actualmente, son la causa de nuestra deficiente energía interna –chi o ki para la filosofía oriental— tan necesaria para mover los fluidos y los sistemas del cuerpo. El estómago no tiene la cantidad suficiente de energía para digerir los alimentos y los intestinos grueso y delgado carecen de la fuerza necesaria para expulsar el material de desecho.
El resultado: nos llenamos de toxinas que son reabsorbidas de los desechos que se quedan en el colon, afectando el buen funcionamiento de hígado, sangre y demás órganos y, por supuesto, nuestro mundo emocional. Salivar bien –dando masaje con la lengua a encía y paredes internas de la boca– te ayudará a revertir este proceso y enriquecer tu espíritu.
*Periodista mexicana
2005/CV/LR