La televisión compra y vende y el vehículo somos la teleaudicencia: vemos, escuchamos, nos quedamos con los mensajes, nos embobamos sin la más mínima pizca de pudor. Da igual que sea telebasura.
«Cuando me quiero desenganchar de la realidad, me pongo la tele y veo Gran Hermano» le escuché decir a una colega, a una periodista de quien puedo suponer, tiene los elementos suficientes para encontrar dentro de la variedad, otros programas o formas de descanso y relajación.
Por favor, no me digan que ando en los años 60 y 70 -décadas de debate sobre la aculturación de los pueblos-, no, sencillamente pienso que poco a poco perdemos, quizá sin darnos cuenta, el afán de profundizar, innovar, de comprometernos con un cambio, de sacar ese descontento actuando y construyendo.
La televisión nos trae a casa lo que no tenemos o no somos, o quizá permite identificarnos con las pasiones de rencor y odio que destila esa gente de la vida fácil, buscadinero y buscafama. El morbo, el chisme y la chabacanería están moviendo masas y millones de Euros.
España cuenta con 25 programas de telerrealidad como Gran Hermano, de concursos por ejemplo Operación Triunfo, del corazón que podría ser Tómbola y otros que no puede sino denominarse directamente como tele-basura (Crónicas Marcianas), algunos de ellos exportados a América Latina.
Para los tristemente famosos y famosas que participan en estos programas, se ha convertido en un forma de vida y en un camino para convertir lo más mezquino del ser humano en cualidad. Verlos es darles audiencia y la patente para continuar.
«Nosotros damos lo que la gente pide» es la eterna letanía de los directores y realizadores de estos programas. Es posible que existan sectores que los pidan y que como una plaga se extienda el deseo de verlos y sucumbir al morbo o a lo fácil.
Sin embargo, y pese a que estamos en una sociedad de mercado, podríamos recordar que los periodistas y comunicadores tenemos una responsabilidad social, una ética, y los televidentes somos más que simples robots.
La pasividad rompe el puente para conquistar los deseos y la tele-basura nos conduce a ella, a abandonarnos, a decir no puedo sin ni siquiera intentarlo. Todo es posible de cambiar.
2003/FCO/MEL