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La vida nomás da vueltas

Por Cecilia Lavalle*
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¿Ya vio la película Lincoln? Candidata en varias categorías a los premios de la Academia en Hollywood, la película narra la trayectoria política que dio lugar a la aprobación de la enmienda que prohíbe la esclavitud en la Constitución de Estados Unidos.
 
Así, más que a la vida de uno de los héroes de nuestro vecino del norte, asistimos a los entretelones de la política de aquella época (mediados del siglo XIX), que bien pueden ser los entretelones de la política de ahora, en aquel país o en cualquier otro donde la democracia sea más o menos creíble.
 
La película no se ubicará entre mis favoritas, pero disfruté enormemente atestiguar desde mi butaca cómo el elemental sentido de humanidad, la justicia de una petición o la sensatez de una medida no basta para provocar un cambio legal.
 
No descubrí el hilo negro, por supuesto. Pero me resultó apasionante mirarlo en la pantalla grande.
 
Guerra civil de por medio, más de medio millón de muertos, un reguero de heridos y mutilados, un país partido literalmente en dos, y en la Cámara los argumentos tenían que ver con “el orden natural”.
 
Los republicanos (las vueltas que da la vida) defendían la igualdad ante la ley y la libertad de todas las personas esclavas. Y los demócratas, sobre todo por razones económicas, se rehusaban a abolir la esclavitud.
 
Pero su argumento central era Dios y no el dinero. Invocaban un “orden natural” (naturalmente inventado por ellos) que indicaba que eran superiores y tenían derechos sobre todos los “otros”.
 
¿Y quiénes eran los “ellos”? Eran hombres blancos, heterosexuales (al menos en lo público) y propietarios de tierra. Los “otros” eran todas y todos los demás.
 
La vida nomás da vueltas. En la discusión que se sigue dando en muchos países por los derechos de las mujeres se invoca el “orden natural”. Y en la discusión que se da por los derechos de las personas con diferente preferencia sexual se sigue invocando el “orden natural”.
 
Ahora mismo, en Francia –la cuna de los Derechos Humanos, del pensamiento ilustrado que proclamaba la igualdad universal y los mimos derechos para todas y todos– se debate respecto al matrimonio entre personas del mismo sexo.
 
Y el debate es tan ríspido y tajante como el que se aprecia en la película donde se movían en carruajes y los señores utilizaban sombreros de copa.
 
La iniciativa de ley se encuentra ahora mismo en la Cámara de Diputados y pronto deberá dictaminarse. La presentó Christian Taubira, ministra de Justicia, y principal defensora de ésta que fue promesa de campaña del presidente Francois Holland.
 
Y puedo imaginarme la batalla que ya se da en los entretelones de la política. Pero también se da en la calle. Quienes están a favor reunieron en una manifestación algo así como 400 mil personas. Sin embargo, quienes están en contra reunieron el doble.
 
En las encuestas, la aprobación al matrimonio homosexual alcanzó 63 por ciento, pero respecto al tema de la adopción de hijas e hijos en esos matrimonios la opinión se divide: alcanza 49 por ciento.
 
Yo sostengo que a un ser humano le corresponden todos los derechos sólo por ser persona. Sin “peros”.
 
Pero hoy como antaño no ganará la justicia sino la estrategia. Veremos si Francia escribe o no su luminoso capítulo.
 
[email protected]
 
*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, integrante de la Red Internacional de periodistas con visión de género.
 
13/CL/RMB

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