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La violencia de género, síntoma de la sociedad patriarcal

Por Argentina Casanova*
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La violencia es una construcción social, intrínsecamente ligada a la idea del poder en su forma negativa y coercitivo, la dominación de un “otro” por medio de la fuerza ante la ausencia de la razón y argumentos. Esto es suficiente para entender por qué la violencia contra las mujeres va de la mano con conceptos como poder, dominación, violencia, control y que nos permite entender que la violencia son decisiones socialmente construidas basadas en la idea de una superioridad en quien ejerce la violencia sobre quien es ejercida.

El poder es por sí mismo positivo, el poder de la ciudadanía, el poder de la conducción, pero en el poder que se ejerce por medio de la fuerza para dominar a alguien más recurre a la violencia para lograr su objetivo de control y sometimiento.

En una sociedad en la que las personas vivimos en competencia por el control y el sometimiento de un “otro” para dar sustento a la superioridad, siempre en la búsqueda de una supremacía por sí misma para justificar ser “mejor” que el otro, las mujeres conviven con hombres que necesitan demostrar siempre algo.

Educados en la competitividad y la opresión como mecanismo de imposición, construyen relaciones basadas en las formas de dominación y en sus relaciones interpersonales prevalece ese esquema porque es el único que conocen, además de contar con estructuras sociales y patrones socioculturales de dominación sobre el cuerpo de las mujeres y sus conductas bajo mecanismos de control como la violencia.

Si a eso le sumamos que existe un sistema patriarcal que privilegia y otorga mayor valor a la vida de los hombres y sus actos y cuerpos sobre los de las mujeres, tenemos un escenario social que no solo propicia, facilita y contribuye a la violencia contra las mujeres como un mecanismo para castigar cualquier transgresión al sistema de creencias y valores patriarcales.

El castigo a la transgresión es una de las razones más constantes de la violencia contra las mujeres, en la que el feminicidio es una herramienta de control de la violencia expresiva e instrumental.

Entendiendo como la violencia expresiva aquella que manifiesta-expresa el odio hacia el cuerpo de las mujeres y el desprecio por la vida de las mujeres, y la instrumental para obtener algún bien, un beneficio, incluyendo la impunidad en la violencia sexual u otros delitos como la trata, la explotación, en la que la que se desvaloriza la vida de las mujeres, robarlas o quedarse con sus bienes pero que tiene detrás un fin por obtener un beneficio de las mujeres o sus cuerpos.

Estas violencias se han recrudecido no solo por la búsqueda de la autonomía y la libertad de las mujeres, sino, también por las mismas estructuras sociales que validan los discursos de opresión y que otorgan más valor a lo que hace, dice y piensa un hombre y ese valor justifica sus violencias sobre las mujeres.

Ese sistema de creencias que reconoce y otorga mayor valor a la vida de un hombre, implícito en la creencia de que ellos pueden defenderse y eso justifica cualquier feminicidio en esa lógica, pero las mujeres que se defienden son las “antinaturas” porque no se dejaron matar.

En caso de que una mujer se atreva a defenderse de su agresor afronta todo el sistema de justicia que la castigará con todo el rigor de la ley, frente a las mínimas penas que recibían los asesinatos de mujeres, justificados la mayoría de las veces como “crímenes bajo estado de emoción violenta” o “homicidios por honor”, son las piezas que contribuyeron a lo largo de la historia a generar contextos sociales en los que se desvalorizaba la vida de las mujeres. Matar a una mujer no tenía consecuencias y esto favoreció la sensación de impunidad. Se podía matar a una mujer y nada sucedía.

Allá a finales de los 60 un feminicidio no nombrado de esa manera nos da una clara idea del valor de una mujer frente a la vida de un hombre y el sistema de justicia que lo permitía, el asesinato de la esposa de William Barroughs, Joan Vollmer Adams Burroughs, ocurrido en México en completa impunidad,  y es el antecedente de las noticias que hoy día tenemos con titulares que van desde “la mató porque le fue infiel”, dándonos una idea de que el pobre hombre no tuvo otro remedio que matar a esa mala mujer.

Si un discurso social favorece la idea de que las mujeres son culpables y que ellas mismas son causantes de la violencia que se ejerce contra ellas, es posible entender por qué la impunidad es parte del feminicidio y son los esfuerzos de las organizaciones y defensoras de Derechos Humanos, activistas feministas las que han empujado la creación del tipo penal de feminicidio.

Penas bajas, homicidios calificados con laxas miradas y tolerancia hacia los pobres feminicidas, escenario y contexto que da pauta a que se favorezca la impunidad en los crímenes cometidos contra las mujeres.

* Integrante de la Red Nacional de Periodistas y Fundadora del Observatorio de Violencia Social y de Género en Campeche

17/AC/LGL

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