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Las agujas guardan silencio

Por Yolanda de la Torre

A veinte años del terremoto que devastó la capital el 19 de septiembre de 1985, las trabajadoras de la industria de la confección viven una situación aún más apremiante. Con sueldos a destajo, en instalaciones poco seguras, sin prestaciones y carentes de protección sindical, las costureras del Distrito Federal hacen lo que pueden para subsistir dignamente.

El 19 de septiembre de 1985, Alejandra M. tenía 16 años y trabajaba en Rosi Bras, en la calle de Pino Suárez. Fue una de las afortunadas que logró salir con vida, pero todavía recuerda los cuerpos de sus compañeras emergiendo en bolsas negras de entre los escombros. Hoy tiene 36 años y no ha cambiado de profesión. Como buena parte de sus compañeras, ha consagrado su vista a la confección de sencillas prendas de vestir.

Actualmente trabaja en un taller de confección de uniformes en la colonia Roma, de nueve de la mañana a siete de la noche, y lejos de obtener un sueldo fijo -como lo estipula la Ley Federal del Trabajo- le pagan por pieza. Así fue siempre: «Antes el precio de cada prenda, dependiendo de qué fuera, llegaba hasta los seis pesos cuando mucho. Nos pagaban a la semana.

«Ahora nos dan de 9 a 11 pesos por pieza, la más cara como a 16 pesos. En una semana muy buena, que es muy rara, ganamos hasta 800 pesos; en una mala, como 600, y en una muy mala, como 300». 1, 200 pesos mensuales difícilmente recompensan el esfuerzo y las múltiples dolencias físicas que acarrea el trabajo.

LOS TALLERES

Para las costureras, las condiciones de trabajo prácticamente son las mismas de hace veinte años. Mala iluminación, escaleras estrechas. Si hoy temblara de nuevo, seguramente quedarían atrapadas otra vez en las instalaciones, pues los talleres a menudo carecen de salida de emergencia.

Rafaela S. se dedica a la costura desde que tenía 19 años; hoy trabaja en el mismo lugar que Alejandra: «En el taller usamos focos pequeñitos porque los patrones quieren ahorrar luz. Hay un solo baño para hombres y mujeres, muy sucio. Lo tenemos que limpiar nosotras, porque no hay nadie más que lo haga». Que ella recuerde, nadie ha ido a revisar nunca las instalaciones.

En relación con las instancias gubernamentales encargadas de realizar inspecciones, el licenciado Manuel Fuentes, primer abogado del Sindicato 19 de Septiembre, señala: «En promedio, las instancias federales llevan a cabo unas diez inspecciones diarias; las autoridades del Distrito Federal, con mucha dificultad, unas cinco inspecciones diarias, lo que nos da unas setenta y cinco revisiones a la semana».

«Si consideramos que en el Distrito Federal hay unas 131 mil empresas, de acuerdo a datos oficiales del gobierno del Distrito Federal, y que se realizan unas 4 mil 5 inspecciones a lo largo de las 54 semanas que tiene el año, resulta que las autoridades tardarán 32 años para poder realizar su cometido».

PUNTADAS DE ALTO RIESGO

Beatriz O. tiene cincuenta años, de los cuales ha dedicado 25 a la costura. En las manos lleva las marcas de cortadas y pinchazos, y en el cuerpo las huellas de años de trabajo. «Uno pierde la vista, pero también duelen los riñones, los pulmones –de tanto estar agachadas sobre la máquina- la columna y las piernas, porque tenemos mala circulación».

A pesar de estas dolencias, para ella no existe la posibilidad de defender sus derechos. Como Rafaela y Alejandra, Beatriz se conforma con que la tengan inscrita en el Seguro Social. «A las que andan de grillas las corren si comienzan a quejarse. Nosotras no estamos agremiadas. Podemos perder el trabajo».

Esta es hoy la situación más común, sostiene Manuel Fuentes. «Las trabajadoras son despedidas, no tienen seguro social o no las inscriben con su salario real, sino con uno más bajo, pero ellas no se defienden. Prefieren mantener su empleo aun a costa de la reducción de sus derechos».

La situación que vive el país ha agudizado la crisis del sector textil. El Tratado de Libre Comercio y la importación de ropa barata proveniente de Estados Unidos y China ha llevado al cierre de cientos de empresas dedicadas a la confección, sobre todo los pequeños talleres y las maquilas.

En este contexto, la mayor parte de los juicios de este ramo que lleva la Junta Local de Conciliación y Arbitraje -aproximadamente 3 mil al año, según datos oficiales- se debe a despidos injustificados. Las empresas cierran y, dado el tiempo que toma un caso, cuando las autoridades llaman a cuentas a los patrones éstos ya no existen o las trabajadoras desisten.

EL SINDICATO

Lejos están los tiempos combativos que llevaron a las costureras a la constitución de su sindicato. Hoy, donde se asentaban sus campamentos no quedan vestigios de la devastación y la lucha. Sólo tiendas de ventas de prendas al mayoreo cuyos talleres están en la parte trasera o superior. No hay signos de bonanza. Los edificios hoy lucen desgastados, abandonados.

En la industria del vestido es lo mismo. Rafaela, como sus compañeras, no recibe pagos por horas extra y a fines de año no le dan ni un centavo por participación de utilidades: sólo el aguinaldo, peso sobre peso. «Aquí no se ocupan de nosotras, ¡si ni siquiera le dan mantenimiento a las máquinas! Nosotras jamás recibimos entrenamiento. Incluso la bata de trabajo la ponemos nosotras. De sindicatos yo no supe nada, no nos afiliaron».

El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria de la Costura, Confección, Vestidos, Similares y Conexos de la República 19 de Septiembre quedó constituido el 20 de octubre de 1985. Inicialmente, el padrón era de 300 trabajadoras; al mes, luego de una serie de triunfos por las titularidades de los contratos colectivos de trabajo, alcanzaba 3 mil 500 inscripciones. Hoy, en los hechos prácticamente no existe y no cuenta con registro oficial.

Para la doctora en Derecho Irma Cavazos, esto refleja los cambios en el país de los últimos años: «en 1985 las cosas estaban a punto de dar un vuelco en el ámbito económico y político. Con la llegada de Carlos Salinas y el sistema neoliberal, los sindicatos se anquilosaron. Se convirtieron en una figura obsoleta.

Y continúa: «Evangelina Corona, Teresa Rendón y otras líderes del movimiento intentaron seguir adelante, pero las circunstancias se los impidieron. Ni siquiera ha habido modificaciones a la Ley Federal del Trabajo desde entonces».

Evangelina Corona, quien fue la primera secretaria general del sindicato, tras largos años de batalla política se convirtió en diputada y después se integró a la Secretaría del Medio Ambiente. Muchas de sus compañeras continuaron la lucha en otros ámbitos.

Por desgracia, a pesar del enorme esfuerzo que ellas llevaron a cabo, actualmente no se puede decir que haya un avance para las costureras, que haya alguna conquista que perdure. Sólo la vida dura que se escurre entre agujas.

NUMERALIA:

En 2003 la industria de la confección empleó a 563, 739 trabajadores en 11 mil 978 empresas nacionales.

Este es su registro actual:

Fabricantes de ropa interior para hombre, joven o niño No. de empresas: 28

Fabricantes de ropa interior para damas, jovencitas o niñas No. de empresas: 61

Fabricantes de ropa de diseñador o de alta costura No. de empresas: 13

Fabricantes de uniformes en general y sus accesorios No. de empresas: 60

Maquiladores en general No. de empresas: 53

Fabricantes de ropa exterior de niños, niñas y bebés No. de empresas: 94

Fabricantes de ropa deportiva, trajes de baño, análogos o similares No. de empresas: 58

Fabricantes de bordados No. de empresas: 37

Fabricantes de chamarras No. de empresas: 55

Fabricantes de vestidos, blusas, faldas y coordinados para dama No. de empresas: 195

Fabricantes de blancos, análogos y similares No. de empresas: 18

Fabricantes de ropa de tejido de punto No. de empresas: 53

Maquinaria para la industria de la confección No. de empresas: 11

Proveedores de la industria del vestido No. de empresas: 56

Fuente: Cámara Nacional de la Industria del Vestido

2005/YT

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