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Las brujas: mujeres sabias, mujeres libres

Por Beatriz Mora*

La palabra «bruja» en nuestro cotidiano tiene en este y otros países una connotación peyorativa, es decir, generalmente se usa para insultar u ofender. El término posee un estigma cultural negativo y despectivo que etiqueta a estas mujeres como seres malignos y perversos.

A «las brujas» se les relacionó históricamente con la maldad, la oscuridad, el diablo, los gatos negros, verrugas, escobas, sombreros, calderos, etcétera.

Se les acusó de situaciones tan absurdas como de provocar tempestades que estropeaban las cosechas, hacer estéril al ganado, causar enfermedades a otras personas o ser capaces de volar en lomos de bestias salvajes; de hacer pactos con el diablo, matar niñas y niños para hacer pócimas con ellos, comer carne humana, profanar cadáveres, beber sangre, envenenar, realizar maleficios y más.

Por lo anterior, en la Edad Media miles de mujeres fueron perseguidas, torturadas, violadas, quemadas en hogueras y ahorcadas. Todo enmarcado en un contexto religioso.

Para asesinar a estas mujeres no era necesario presentar pruebas, solamente con hacer el señalamiento verbal bastaba y no existía opción de defensa. María Mies califica estos hechos como «el feminicidio institucionalizado más grande de la historia».

Existieron personas como el jesuita Friedrich Von Spee y el humanista Pedro de Valencia, que decían que los aquelarres (lugares de reunión de «las brujas»), sólo eran fiestas en busca del placer, negando así toda intervención del diablo en ellas.

Decían además que todo había sido un exceso de imaginación, una psicosis colectiva en parte motivada por la peste y los sermones de la Iglesia.

Afortunadamente, la OTRA historia nos dice que «las brujas» fueron mujeres que adoraron la noche y a la «madre tierra», que tenían una relación estrecha con la naturaleza pues se dedicaban, entre otras cosas, a la agricultura y la recolección para la alimentación y la medicina tradicional.

Fueron mujeres sabias, empoderadas, libres, que usando las plantas sanaban y ayudaban a otras mujeres a parir o a interrumpir un embarazo.

Eran además, mujeres paganas que ejercían su sexualidad plenamente sin fines reproductivos, y se reunían con otras mujeres para charlar, bailar sin pudor y divertirse en una especie de comunidad femenina.

El problema fue que para el sistema religioso y misógino los comportamientos de estas mujeres salían de los parámetros de aceptación, de modo que las juzgaron como inmorales, malas y herejes sólo por actuar, pensar y vivir con una mente demasiado «abierta» para la época, que las hizo sentirse y mostrarse más libres de lo que sus contemporáneos estaban preparados para aceptar.

En conclusión, «las brujas» lucharon por los derechos de las mujeres (aún hasta la muerte), revelándose ante la opresión y negándose a la sumisión de lo que hoy llamamos patriarcado, siendo así las primeras feministas de la historia.

Y si por poseer estas características se les denominó brujas, cuántas mujeres más no lo somos.

*Periodista y directora de Radio Teocelo.

11/BM/RMB/LGL

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