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Las esperanzas truncadas

Por Jessica Gramajo

Recientemente escuché en un medio de comunicación televisivo que María, una menor de 16 años, había sido asesinada brutalmente y que su cuerpo fue encontrado en el fondo de un barranco. Los exámenes del forense indicaban que previo a su muerte la niña fue torturada y violada sexualmente por desconocidos.

Una semana antes, previo a este incidente, yo había conversado con María y su madre, ya que las conocía desde hace algunos años. Ellas me contaban que sentían una gran felicidad, ya que la jovencita tenía grandes posibilidades de graduarse de secretaria bilingüe y además, había ganado los exámenes de admisión en la universidad estatal de este país (Universidad de San Carlos de Guatemala).

Sus sueños y aspiraciones eran enormes. La niña era hija única. La señora era madre soltera. Ambas consideraban que este nuevo paso educativo las ayudaría a tener un mejor futuro. Pensaban enganchar una casita, comprar una nevera para conservar sus alimentos, una cama nueva y una estufa de cuatro hornillas. Pero en lugar de todo esto, la madre tuvo que gastar sus ahorros, no en el anillo de graduación de su hija, sino en su entierro.

Todas las ilusiones y esperanzas les fueron arrebatadas de la manera mas cruel y despiadada. Durante la noticia pude constatar el grado de morbosidad impregnado, muchos de los que estaban alrededor del cuerpo de la niña murmuraban y se reían, pese a las lágrimas de su progenitora. Y me di cuenta de lo acostumbrados que estamos a la violencia y al dolor ajeno, que hasta nos causa risa. La solidaridad y compañerismo se acabó. La personas estamos tan acostumbradas a ver sangre, asesinatos, violaciones, torturas, secuestros y asaltos, que ya nada nos conmueven.

Mientras tanto, casos como el de María y su madre se repiten todos los días. En Guatemala más de 300 mujeres han sido asesinadas en lo que va del año. Mujeres que se han convertido únicamente en las estadísticas de los organismos de gobierno. Mujeres que por el manejo de la información a través de los medios, son vistas como un caso más de violencia. Mujeres que, para ocultar su incapacidad, el Ministerio Público y la Policía Nacional Civil afirman que «pertenecían a pandillas juveniles o al crimen organizado».

Pero, ¿dónde esta la verdad?, ¿dónde quedan los sueños, las ilusiones y las aspiraciones de todas las víctimas?, ¿será que dentro de ese gran cúmulo de estadísticas?, ¿será que en los reportes de prensa? O posiblemente ¿en la incapacidad de los organismos de Estado para detener esta gran ola de violencia? Definitivamente ¡NO!

Los sueños e ilusiones, las risas y los llantos, las esperanzas y los anhelos, quedan guardados en el corazón de quienes las aman. De quienes lloran sin parar lágrimas invisibles, lágrimas del alma.

Estoy segura que con el paso del tiempo, la madre de esta niña volverá a sonreír. Volverá a forjarse metas y a tener sueños e ilusiones. Pero jamás será la misma. Ya nunca compartirá con su bebé, con la niña que vio nacer, crecer y forjar sus propios sueños, con aquélla joven que planeaba graduarse y convertirse en una oficinista para ayudar a su mamá, con aquélla menor que un día fue víctima de la violencia Con María, la niña de 16 años que pensaba ser secretaria bilingüe en una empresa de prestigio y que luego se graduaría de arquitecta en la universidad estatal.

* Periodista independiente de Guatemala

2004/JG/LR

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