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Las mujeres, ¿sólo para apoyar el líder?

Por Sara Lovera

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, en la ciudad más grande del país, terminó. Su desempeño será evaluado por todos. No siempre con buenas intenciones. De éste, el político más popular del país, habrá mucha tinta en los próximos días. Durante cinco años al frente de la ciudad capital, sucedieron importantes cambios: obra, inversión, vivienda, y hasta se creó una universidad. Nadie podría discutir su honestidad.

No obstante todo ello, es necesario hacer un balance objetivo, sereno, pero ético. Desde la perspectiva de las mujeres y sus derechos humanos, ciudadanos, sexuales y reproductivos los cinco años de desempeño del ex jefe de gobierno son algo para lamentar.

López Obrador es un hombre tradicional, que sólo pudo ver a la población femenina como una marginada y necesitada. Y además sólo vio a las más pobres, para las que diseñó un programa asistencial, que sin embargo fue muy limitado.

Pero no desarrolló, como se esperaba de un gobierno democrático, una política comprometida con las mujeres en lucha, con las transformaciones palmarias de la familia, la ocupación femenina y su participación política. Fue incapaz de pensar como un hombre moderno y democrático. Temió tanto los planteamientos feministas, que su gobierno ignoró la Convención sobre Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer, que es ley suprema en México desde 1981, y desconoció avances en las leyes sobre excepciones del aborto, violencia contra las mujeres y derechos específicos, plasmados en el artículo cuarto de la Constitución de la República.

Durante su gobierno el Instituto de las Mujeres del Distrito Federal estuvo a punto de cerrar, por no destinar recursos a sus trabajadoras. Apenas entró al gobierno recortó el presupuesto para una de las tareas fundamentales: difundir los derechos de las mujeres.

Contraviniendo una ley, que aprobó su partido en la Asamblea, quiso desaparecer las Unidades de Prevención de la Violencia Familiar; en la Procuraduría capitalina se redujo al máximo la política y el presupuesto para las Agencias de Delitos Sexuales cuando, según informes comprobables, en la ciudad de México sólo en este semestre ocurrieron mil 463 delitos sexuales y se denuncian ocho violaciones diariamente; sin considerar, al menos en un solo año, el asesinato de 106 mujeres.

Pero lo que es más alarmante y lo dejo a la consideración de los lectores, que tras sus miles y miles de palabras cotidianas, el 48 por ciento de la población femenina no tiene acceso al servicio hospitalario, lo que produjo que la muerte materna, ya grave en el año 2000, sólo entre 2002 y 2003 se duplicara, pasando 80 a 163 decesos. La segunda causa de muerte materna en esta capital es el aborto y las otras tres de cuatro se deben a las condiciones socioeconómicas y alimenticias de las víctimas. Estas, víctimas de una política de Estado que no ve, no siente y no se preocupa por la vida y la libertad de las mujeres.

López Obrador en su infinita incapacidad para ser moderno, vetó en 2003 la Ley de Sociedades de Convivencia, veto atribuible también a sus prejuicios sobre las parejas de homosexuales, y le puso candados incomprensibles al presupuesto de cinco millones de pesos destinados para la prevención del Sida. Sólo existe una clínica, conocida como Condesa.

Los cuatro millones de mujeres que vivimos en la ciudad de México fuimos convocadas solamente a apoyar al líder, pero ninguna de las políticas públicas se enfocó hacia las mujeres desde una perspectiva de igualdad. Desaparecimos del presupuesto, pero también de las políticas, de los discursos y de las acciones.

De aborto, un problema de salud pública, no quiso hablar, a pesar de que la Ley Robles está vigente y los hospitales públicos deben atender, en caso de violación, la interrupción del embarazo, como dice nuestro Código Penal desde 1929.

El programa asistencial, para las más pobres incluyó: becas para madres solteras, una casa para prostitutas de la tercera edad y útiles escolares que alivian al gasto familiar. Entre todos los gobiernos de la República, el del Distrito Federal no quiso ningún diálogo con las ciudadanas feministas; se negó a firmar un acuerdo con la Red por las Salud de las Mujeres, etcétera.

Yo escribí en el año 2000 que López Obrador había nombrado a seis mujeres en su gabinete y dije entonces que eso era una simulación, porque ninguna de ellas estuvo y está comprometida con las otras mujeres. Al final así quedó demostrado.

05/SL/GM

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