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Las mujeres y la reforma laboral

Por Clara Jusidman*
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Entre las diversas opiniones que han surgido sobre la reforma laboral de Felipe Calderón, algunas se han referido específicamente a la incorporación de los derechos laborales de las mujeres o la llamada perspectiva de género de la reforma.
 
Destaca la lucha que está dando Malú Micher, comprometida feminista y actual diputada por el PRD, por la inclusión de esos derechos.
 
Al haber sido los abogados laborales de la Coparmex los principales contribuyentes a la propuesta  de Calderón, es claro que el sesgo de la misma es en favor de cambios que benefician al sector empresarial.
 
Se liberan los despidos y las contrataciones, conculcando derechos adquiridos por las y los trabajadores y contraviniendo el compromiso de no regresividad en la realización de los derechos, adquirido por nuestro país al ser parte de varios instrumentos internacionales en materia de Derechos Humanos laborales.
 
Las reformas propuestas buscan ajustar la legislación a la flexibilización que de hecho ya ha venido ocurriendo en las relaciones de trabajo y que favorece a los empleadores.
 
Es una lástima que dados los intereses dominantes en el mundo del trabajo que siguen siendo los grandes empresarios beneficiados por el actual gobierno y los viejos líderes sindicales protegidos por el PRI, no se haya planteado una reforma laboral que realmente recoja los grandes cambios que han modificado profundamente la vida de las y los trabajadores y de sus familias.
 
Estos derivan de modificaciones en la naturaleza del trabajo, en la inserción laboral de las mujeres y de las y los jóvenes, en la desigual distribución del trabajo entre sexos, generaciones e instituciones de trabajo doméstico y extradoméstico, y en la prolongación de la esperanza de vida. 
 
En este comentario quiero destacar el efecto que los cambios han tenido en la conciliación entre trabajo y familia, una de las grandes preocupaciones de los países desarrollados, pero que aún no alcanza a interesar a los que legislan y hacen política de gobierno en nuestro país.
 
Por estudios que hemos venido promoviendo desde INCIDE Social A.C. sobre las causas económicas, sociales y culturales de las violencias en varias ciudades del país, me resulta cada vez más claro que las familias están teniendo que dedicar más tiempo de sus integrantes, hombres y mujeres, al trabajo legal o ilegal, formal o informal para recibir ingresos en detrimento de las tareas relacionadas con el cuidado, atención y desarrollo personal y de sus integrantes.
 
Es decir, la sociedad mexicana ha venido descuidando lo que podría considerarse para los economistas la formación inicial del capital humano que histórica y gratuitamente han realizado las familias y en particular las mujeres.
 
Desde la óptica de los sociólogos, la socialización saludable de la infancia, la adolescencia y la juventud está siendo peligrosamente desatendida con efectos claros en los índices de violencia.
 
Una causa eficiente de este deterioro de la economía del cuidado que es una responsabilidad social y no sólo de las familias y menos sólo de las mujeres, tiene que ver con la baja tasa de crecimiento de la economía que como consecuencia genera un número reducido de empleos decentes, a lo que se suma una política de contención salarial sostenida por cerca de 35 años y que obliga a las familias para medio subsistir a echar mano de todos sus miembros que puedan trabajar u obtener algún ingreso.
 
Otros cambios que tienen efecto en la creciente falta de conciliación entre familia y trabajo son la separación entre el lugar de trabajo y el hogar, la prolongación de los tiempos de traslado entre trabajo y vivienda, el aumento de las exigencias del trabajo y de las jornadas laborales, el mayor número de viajes por motivos de trabajo, la incertidumbre en los horarios de trabajo, así como el crecimiento de las responsabilidades de cuidado de las personas adultas mayores.
 
El acelerado incremento de la participación de las mujeres en el trabajo remunerado no ha sido acompañado con una mejor distribución entre sexos y generaciones del trabajo de reproducción de los seres humanos, y los servicios gubernamentales de apoyo a esas tareas han tenido un desarrollo insuficiente, muy tardío, de mala calidad e incluso algunos como los de salud y educación se han deteriorado o privatizado.
 
Las mujeres, particularmente las de sectores populares y medios, han visto incrementada su carga total de trabajo y muchas se encuentran cansadas, estresadas y enojadas.
 
Como respuesta, la reforma laboral modifica la fracción XXVII bis del artículo 132, relativa al otorgamiento de permiso de paternidad por 10 días con goce de sueldo, a los hombres trabajadores por el nacimiento de sus hijos.
 
Es una importante aunque insuficiente medida para avanzar en el  logro de una distribución igualitaria de las responsabilidades de crianza de las y los hijos.
 
Pero el reto principal, como lo señala la OIT, consiste en abordar la relación trabajo-familia con un enfoque integral, que contemple no sólo la equidad de género y generacional sino también la equidad social.
 
“Es necesario articular las esferas de familia y trabajo con la seguridad social y el conjunto de instituciones que brindan los servicios de cuidado, tanto a las personas menores de edad, así como a las personas adultas mayores, y a las personas con discapacidad o enfermedad.
 
“Es importante reconocer que el ‘cuidado’ del hogar y de sus miembros es una actividad central para su buen desarrollo y el de la sociedad, y no una simple tarea, obligatoria y desvalorizada de las mujeres. Sobre todo la crianza y la educación de los hijos e hijas debe entenderse como una tarea estratégica para la sociedad”.
 
*Analista del Cambio Social y presidenta de INCIDE Social A.C.
 
12/CJ/RMB

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