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Las presas palestinas denuncian torturas en las cárceles israelíes

Por Teresa G. Espejo

El Ejército israelí ha lanzado sobre Palestina el ataque más violento de los últimas décadas, el más sangriento de los que se han realizado en periodos de guerra no declarada. Por cuarto día consecutivo, bombardea hoy Gaza en una operación que se que se produce a pocas semanas de las elecciones en Israel.

Mientras, la vida sigue en medio de un conflicto territorial que ha convertido las ciudades palestinas, cercadas físicamente por el muro levantado por Israel, en auténticas cárceles para la ciudadanía palestina, que necesita un permiso para salir y entrar.

En los conocidos como «check points», cruzar de un lado a otro depende, en muchas ocasiones, de la voluntad de las y los soldados israelíes que los custodian.

Además, en las cárceles israelíes permanecen presas por motivos políticos 74 mujeres palestinas, que son sometidas a vejaciones y torturas de forma habitual, según un informe realizado por la Plataforma de Mujeres Artistas que estos días ha viajado a Palestina para pedir su liberación. Las detenciones se rigen por disposiciones militares que pueden modificarse de forma arbitraria desde la Comandancia Militar israelí y una vez encarceladas, las mujeres son aisladas y sometidas a distintos abusos, que van desde cacheos, insultos, vejaciones, maltrato físico y psicológico.

«Es importante que expliquemos al mundo los procedimientos de encarcelamiento y las torturas que se producen en las cárceles israelíes», sostiene Sawson Dawod Abo Tonky, ex presa palestina, que ha decidido contar cómo ha sido su paso por la cárcel, es decir, hacer pública su «pequeña historia», como ella misma denomina su experiencia en prisión.

Tenía 14 años cuando fue detenida al huir de un soldado israelí que le había disparado y estuvo en la cárcel 14 meses. «Antes de retenerme me habían disparado. Mi reacción natural fue huir, pero me perseguían los soldados, que me cogieron y me golpearon hasta hacerme heridas en varias partes del cuerpo. Recibí los insultos más groseros que se pueda imaginar», relata Sawson Dawod.

TORTURAS

En prisión fue tratada «peor que cualquier animal» y protestó con una huelga de hambre que le llevó a perder el conocimiento y tuvo que ser trasladada a la enfermería. Allí el personal sanitario «me golpeó, y yo me pregunto dónde está su juramento hipocrático».

Reducida mediante esposas y grilletes que le provocaron heridas, un grupo de soldados la interrogó durante tres horas bajo amenaza de recibir un golpe por cada pregunta que no contestara de forma inmediata. Después, la mantuvieron aislada durante 20 días en los que no pudo ver a nadie ni le permitieron comunicarse con una abogada o abogado.

Sawson Dawod fue a la cárcel por una detención administrativa, es decir, acusada de suponer una amenaza para la seguridad del Estado pero sin cargos judiciales. Este también fue el motivo de encarcelamiento de Nura Jaber, detenida en Hebrón en 2006.

Después de pasar por distintos centros de detención, de ser interrogada duramente, se le impuso una detención administrativa de seis meses que las autoridades israelíes fueron ampliando periódicamente. Nura pidió ser liberada poniéndose en huelga de hambre durante 27 días y fue castigada a una celda de aislamiento.

La violencia física hacia las presas es utilizada como castigo personal y colectivo. Les causan daños o sufrimientos en el cuerpo, son amenazadas, sufren acoso sexual y las prácticas vejatorias forman parte de la rutina. A veces no les dejan dormir; para ello, son encadenadas a sillas en posiciones dolorosas, con las esposas apretadas, y en ocasiones las golpean. Además, denuncian la exposición continua y prolongada a la luz artificial, a temperaturas extremas, y el lanzamiento de gases lacrimógenos dentro de las celdas.

Al respecto, Samira Janazreh, detenida a los 24 años por planear un atentado suicida, asegura que le impidieron dormir, fue golpeada y «atada de pies y manos durante muchas horas». Ahora tiene 30 años y lo que más lamenta de su época de presa es que sólo pudo ver a sus hijos dos o tres veces al año y a través de un cristal. Janazreh recuerda que estuvo aislada durante 20 días después de la detención. No le dejaron hablar con nadie, recibió palizas y también intentaron quemarme.

HACINADAS EN LAS CELDAS

Respecto a las condiciones dentro de la cárcel, Sawson sostiene que estaban hacinadas en celdas, sin comida suficiente y sufriendo distintos procedimientos de tortura. «A menudo estábamos atadas y otras veces encerradas de tal forma que nadie podía oír nuestros gritos», continúa Sawson.

Sus declaraciones coinciden con los datos del estudio de la Plataforma de Mujeres Artistas, según el cual las presas carecen de prendas de vestir adecuadas, ya que a sus familiares sólo se les permite proporcionarles ropa una vez cada tres meses. Tampoco tienen los elementos necesarios para la higiene personal y el tratamiento médico es escaso y faltan medicamentos a pesar de que muchas enferman por el estado en el que viven.

Según la Serie de hojas informativas «Detrás de los barrotes: mujeres palestinas en cárceles israelíes» que contiene opiniones de distintas organizaciones de derechos humanos, cuatro mujeres dieron a luz en prisión entre 2003 y 2008 en circunstancias extremas. Las mujeres están solas, sin familiares cerca, en el momento del parto. Siempre vigiladas por el personal militar, son trasladadas al hospital y atadas a sus camas; sólo las liberan en el paritorio pero, después de dar a luz, las madres vuelven a ser encadenadas a sus camas.

Según Sawson Dawod, «esto es sólo es una pequeña parte de lo que han sufrido» en prisión y lanza un mensaje a Israel: «No estamos en contra vuestro por ser israelíes sino por ser personas que cometen asesinatos. Esta es la tierra de las 3 religiones y queremos la paz porque creemos en ella».
08/TGE/GG

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