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Liberalismo, clasismo y misoginia

Por Teresa Mollá Castells*

Creo que con estas tres expresiones podríamos definir perfectamente los primeros meses del gobierno del Partido Popular (PP), encabezado por Mariano Rajoy.

Liberalismo en lo económico puesto que al parecer todo está en venta, todo es susceptible de ser repagado y al mismo tiempo cualquier servicio público está en la lista de ser privatizado.

"No hay dinero para los servicios públicos", nos dicen. Pero sí para los bancos y para pagar a un ejército de asesores nombrados a dedo, o para seguir financiando a la Iglesia católica, su sostén ideológico, claro.

Clasismo en lo social y en lo laboral. La reforma laboral que han aprobado aumenta las diferencias sociales entre quienes tienen trabajo y entre quienes no lo tienen.

Aumenta infinitamente las posibilidades de perder el empleo y deja en manos de los patrones la potestad de nuestro proyecto de vida personal, puesto que en cualquier momento pueden prescindir de nuestros servicios en la empresa.

Y misoginia en general, puesto que a la larga lista de recortes que están realizando (ellas y ellos los llaman eufemísticamente "reformas") se han de sumar los que afectan específicamente a las mujeres, como el recorte en prevención contra la violencia de género.

Pero si seguimos analizando, nos encontraremos con que la mentira que esta gente del PP nos contó a lo largo de la campaña y larga precampaña electoral va mucho más lejos.

Y quiero dejar en claro que no seré yo quien defienda la gestión de la última legislatura del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, quien también hizo de las suyas y nos mintió.

Pero esta gente del PP ha roto con todo porque sencillamente quiere acabar con todo en base a esas mentiras de las que hablaba antes y que utilizaron para llegar al poder.

No iban a tocar las pensiones. Es cierto que no las han tocado en su cuantía mensual, pero al aplicar sus reformas como el repago de los medicamentos están empobreciendo a las personas que se han ganado su derecho a una pensión digna y que, además de tenerla prácticamente congelada, con los recortes sanitarios les están tocando uno de los pilares fundamentales de su vida: su salud.

Además, y en este colectivo de personas pensionistas, hemos de recordar que las mujeres llegamos a vivir más años y generalmente lo hacemos con pensiones más bajas puesto que ya se encargaron de prohibirnos trabajar fuera de casa después de casadas hasta mediados de los años 60.

Las pensiones son mayoritariamente de viudas y, por tanto, mucho más bajas. Así que después de toda una vida trabajando les llega el turno de cobrar la pensión y les arrebatan (congelar es, con el tiempo, lo mismo que arrebatar) una parte de la misma de forma directa y otra parte vía medicamentos.

Además les obligan a hacer malabarismo económico para llegar a final de mes. ¡¡¡Bien por las políticas de protección a las personas mayores y/o pensionistas!!!

Otra mentira: No iban a tocar los dos pilares fundamentales del Estado de bienestar, es decir, la educación y la sanidad. Y ya vemos lo que está ocurriendo.

En sanidad reducen servicios e incluso se cierran centros de salud. No contratan personal y por tanto se saturan las consultas tanto en atención primaria como en especialidades, y no digamos las listas de espera para operaciones ordinarias: hasta dos años y medio para una operación de prótesis de rodilla.

Y esto es sólo un ejemplo. Pero claro, quien tiene dinero puede pagarse una sanidad privada que sólo está al alcance de los de siempre.

En educación más de lo mismo: Ya han aprobado el aumento de alumnos por clase y de número de horas de trabajo del personal docente en toda la educación obligatoria. Estas medidas consiguen cargarse la calidad en la enseñanza pública tal y como vienen denunciando los docentes desde hace tiempo.

Pero el gobierno a lo suyo. A mantener las fuertes sumas de dinero a los centros concertados (casi todos religiosos), y a desmantelar uno de los principales servicios públicos conseguidos con los esfuerzos de toda la sociedad.

En la política universitaria, más de lo mismo. Recargar el peso de quienes desean estudiar para mejorar su vida aumentando el precio de las matrículas, con lo cual se reduce ostensiblemente la posibilidad de las familias trabajadoras de poder asumir los costos de los estudios de sus hijas e hijos.

Además al recortar (perdón, ¡reformar!) las líneas de investigación en todos los ámbitos dejan fuera del sistema a centenares de personas que intentaban hacernos la vida más fácil en todos los sentidos y les obliga, de nuevo, a emigrar.

Podría seguir así horas y horas, pero no es justo para quien pueda leer estas líneas. Prefiero animar a que podamos ir denunciando en cualquier ámbito sus medidas, y secundar aquellas movilizaciones que convoquen las diferentes organizaciones.

Son tiempos duros y de nuevo, como hace más de 30 años, hemos de salir a la calle para plantarles cara. Y de paso recordarles que los votos obtenidos con mentiras, tal y como lo ha hecho la gente del PP, no avalan sus "reformas". Ni las que ya están realizando, ni las que amenazan con seguir poniendo en marcha.

Han conseguido ganar un espacio simbólico importante, que es el haber impuesto el miedo en la sociedad. El miedo a expresarse, el miedo a plantar cara, el miedo a movilizarse, el miedo a exigir nuestros derechos y luchar por mantenerlos, y sobre todo el miedo a perder el trabajo aunque sea uno que roce el esclavismo, como muy bien dice Forges en sus viñetas.

Ese espacio simbólico típico de regímenes autoritarios ha calado entre la ciudadanía y se nota.

Pero tal y como dice mi admirado Lluís Llach en su primera novela "Memòria d?uns ulls pintats": "Las personas valientes no son aquellas que carecen de miedo. Las personas valientes son aquellas que asumen sus miedos y les plantan cara para, de ese modo, vencerlos".

Estoy convencida de que en los próximos meses serán muchas las personas que vencerán sus miedos y saldremos, de nuevo, a la calle para exigirles a esta gente del PP que se retracten de sus reformas y recortes, y que dejen sus postulados liberales, clasistas y misóginos aparcados.

Si no pueden o no lo saben hacer, que se vayan a sus casas y dejen paso a otra generación de gestores de lo público que sean capaces de recuperar lo que ya nos han arrebatado.

La lucha por la recuperación de lo ya perdido tiene muchas caras y muchos espacios donde podernos posicionar. Se trata de encontrar la nuestra, la que nos dé sentido a despertarnos cada mañana con la seguridad de que somos capaces de frenarles de algún modo.

Y eso, aparte de que lo sabemos hacer todas y todos, es lo que va a pararles los pies para que no acaben con todos nuestros derechos adquiridos a lo largo de muchos años y muchas luchas e, incluso, con mucha sangre.

Yo me posiciono en esa línea. Ahora toca pararles los pies e impedirles que acaben con todo. Pero eso sí, sin perder la sonrisa, que no les voy a permitir que me arrebaten eso también.

*Corresponsal en España. Periodista de Ontinyent.

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