Cientos de niñas, niños y adolescentes guatemaltecos, excluidos por la sociedad, encuentran desde muy temprana edad el sufrimiento de vivir en las calles y, más tarde, la muerte. Es el caso de Rita Esmeralda Gómez Hernández, publicado por la agencia Adital.
Rita nació el 12 de mayo de 1987, en un área marginal de esta ciudad. Creció en la extrema pobreza. Cuando tenía un año seis meses, su madre la abandonó y quedó bajo el cuidado de su hermana mayor y su padre.
A los 10 años, fue a vivir con su madre. Su padrastro trató de violarla, pero como Rita no se lo permitió, la sacó de la casa. A los 12 años, en una visita que realizó a su madre, fue violada por el papá de su padrastro.
Aún cuando presentó la denuncia, no le creyeron, fue entonces que salió desesperada a la calle. Allí conoció a otros jóvenes que dormían en una casa abandonada, vivió con ellos un tiempo, aprendió a consumir drogas. Nunca aprendió a leer ni escribir.
Cuando tenía 13 años de edad, dos hombres la violaron en las calles. Ingresó a Casa Alianza, tomó un curso técnico, se inscribió en educación acelerada, le brindaron tratamiento psicológico y la prepararon para tener una vida independiente. Al salir de Casa Alianza regresó a vivir con su hermana.
Recientemente, Rita se dirigía a su casa acompañada de su pareja y su hijo de seis meses, cuando fueron baleados por desconocidos, ambos murieron en el acto. Al llegar los socorristas, se dieron cuenta que el bebé todavía tenía signos vitales, trataron de salvarle la vida sin conseguirlo.
Para Casa Alianza, en el caso de Rita, como el de cientos de niños y niñas de la calle, el Estado incumplió su deber de proteger y ayudar a las niñas, niños y jóvenes.
06/CV/LR