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“Los ataques en internet paralizan nuestro trabajo como periodistas”

Por Florencia Goldsman*

Arzu Geybullayeva, periodista de Azerbaiyán exiliada por su trabajo

Cimacnoticias | Bilbao, Esp .- 17/07/2019

Arzu Geybullayeva es una periodista originaria de Azerbaiyán, país al que tiene prohibida la entrada. En el Encuentro de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género, relató cómo fue amenazada de muerte en internet repetidas veces. En esta entrevista comparte con Pikara Magazine su experiencia sobre cómo dar respuesta ante los ataques y también destaca los avances significativos en la región del Cáucaso, donde las mujeres por fin se atreven a nombrar sus feminismos.

La periodista Arzu Geybullayeva nunca imaginó que su labor como periodista podía escalar en toda la violencia que ha recibido en los últimos años. En su perfil de Wikipedia se la destaca por ser columnista, bloguera y periodista colaboradora en varios periódicos y medios de comunicación, entre ellos Al Jazeera, Foreign Policy, Global Voices y Agos. También ha trabajado con varias organizaciones sin fines de lucro y grupos de reflexión, incluyendo el Instituto Democrático Nacional y la Iniciativa de Estabilidad Europea (European Stability Initiative). Geybullayeva fue seleccionada como una de las mujeres más destacadas del mundo por la BBC durante 2014. Aboga por una solución pacífica entre la población armenia y azerbaiyana sobre la Guerra del Alto de Karabaj, conflicto armado que enfrentó a Armenia con Azerbaiyán desde 1988 y por más de 20 años y que aún hoy tiene consecuencias sociales.

En los últimos años ha recibido varias amenazas, originadas principalmente en Azerbaiyán, debido a su trabajo en Agos, un periódico armenio. Las amenazas fueron condenadas por diversas organizaciones de Derechos Humanos internacionales.

Geybullayeva vive actualmente en un exilio autoimpuesto en Estambul, Turquía. “Sabía que no podían arrestarme, tampoco podían acusarme de delitos que no había cometido como posesión de drogas, evasión de impuestos o de estar simplemente atacándoles. Son acusaciones muy comunes cuando se trata de atacar de periodistas. Lo mejor que pudieron hacer fue acusarme de traidora, de una agente trabajando para el extranjero”, contó en el panel sobre libertad de expresión del Encuentro de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género, celebrado en mayo en Montevideo (Uruguay). Aquellos días, habló con Pikara Magazine.

– Florencia Goldsman (FG): ¿Cómo es ser periodista en esta región del mundo? Y, ¿cómo fue el proceso en el que te amenazaron a raíz de tu labor informativa?

– Arzu Geybullayeva (AG): Vengo de un país que se ve asolado por las violaciones a la libertad de prensa, donde a los y las periodistas se les envía a la cárcel con acusaciones que no son verdaderas y donde la libertad se ve muy comprometida. Un país que está siendo administrado por la misma familia desde 1983. La primera amenaza de muerte me la enviaron por Facebook Messenger. Fue interesante porque en ese momento no la tomé en serio. Sólo hice una captura de pantalla y la compartí en Twitter: “Este hombre está amenazando con asesinarme y está diciendo dónde va a enterrarme”.  Yo no lo tomé en serio, pero otras personas sí. Fue la primera vez que recibí una llamada de una organización internacional que trabaja con periodistas y me dijeron que el tema era serio, que no debía considerarlo de manera liviana y que debería estar pendiente de mi seguridad, así como de crearme un ambiente de seguridad en el cual poder apoyarme cuando me atacaran así. En ese momento dije “ok, lo voy a intentar” y esa organización mandó pronunciamientos a los Estados de Azerbaiyán y de Turquía, llamándolos a estar atentos a mi caso y ofrecerme protección.

– FG: ¿Qué tipo de temas cubrías en ese momento?

– AG: Cubría básicamente violaciones a los Derechos Humanos, acoso, y cuestiones sociales de Azerbaiyán. Las amenazas de muerte que recibí estaban relacionadas con que en ese período trabajaba en un periódico turco-armenio en Estambul. El señor que me amenazó, en su enojo, transmitía el rechazo de que una azerbaiyana estuviera trabajando en ese periódico. Si analizo los tipos de ataques que he atravesado son amenazas de muerte on line, así como un acoso on line muy descriptivo y a la vez muy sexual, también trolling con la intención de desacreditar mi trabajo como articulista así como mis apariciones en medios sociales y conferencias. El último tipo de ataques tuvo como objetivo atacar a mi familia. Esa amenaza tenía raíces on line y off line. Con esto último me refiero a que se armaron campañas en otros periódicos del país o con periodistas de relevancia que inventaron historias falsas acerca de mi familia.

– FG: ¿Cómo se desatan estos ataques?

– AG: Diría que comenzaron en 2014 y continuaron a lo largo de los años. En marzo de 2014, una pequeña plataforma de medios me solicitó hacer una entrevista el título fue “Una periodista azerbaiyana trabajando para un periódico armenio”. La periodista no me había dicho que ese iba a ser el tema de la entrevista y, en cambio, me dijo que estaba trabajando en una serie de mujeres azerbaiyanas exitosas que trabajaban y vivían en el extranjero.

Cuando recibí las preguntas me di cuenta que no se trataba de lo anterior; de hecho, la mayoría de las preguntas se relacionaban con mi trabajo en Agos, un periódico turco-armenio de pequeño porte.

Comencé a trabajar en Agos en abril de 2013, esta participación tocaba mis creencias y fue parte de mi transformación como periodista. Este periódico es un buen ejemplo de colaboración en contextos en los que se trabaja con información errónea o propaganda en tiempos de conflicto, porque es un esfuerzo de cómo eliminar la información falsa y detectar la propaganda política disfrazada en las informaciones que recibimos a diario.

Pero otros encontraron que esta era la excusa perfecta para atacarme. Y lo hicieron. La entrevista impulsó una ola masiva de ataques misóginos, acosos y amenazas de muerte, así como una campaña de difamación on line.

– FG: ¿A lo largo del tiempo las amenazas se fueron sofisticando?

– AG: Algunos comentarios que hicieron sobre mí decían “un sucio microbio que se cayó de una puta armenia”. Jugando con mi apellido, que es es Gaybullay, otra persona escribió “Arzu puta yulaya”. “Es la hija gay de Gaybullaya, es probable que la estén violando todo el tiempo y que se limpie los dientes con esperma, miren qué blancos que los tiene”. “Si bien es una traidora, luce muy bien. Pagaría 50 centavos para estar una hora con ella”. Un usuario de las redes dijo que tenían que ahorcarme, había personas dispuestas a matarme, a violarme, a colgarme de los pies. Los mensajes me afectaron muchísimo, me sentí indefensa, me desacreditaban, y negarle la reputación a una periodista, lo saben, es un ataque muy fuerte. En 2016 me enviaron una imagen dibujada con el presidente de Armenia sosteniéndome entre sus brazos y yo atándole los cordones del zapato. En el fondo de la imagen dibujaron la tumba de mi padre; mi papá había muerto en esa época. La imagen también mostraba a mi padre cubriéndose la cara, como avergonzado de mis actos. Así, no fue solo verbal, con creación de noticias, sino también visual con creación de imágenes específicas. Hubo otra imagen mía de lado de una mujer heroína en mi país que había cubierto noticias de guerra, ya muerta. En la descripción le ponían a ella como una heroína y yo como una traidora. Hice uso de las medidas digitales: tenía protección en mi computadora, en mi teléfono, verificación de cuentas en dos pasos. Tomé todas las medidas posibles pero eso no los previno de presionarme.

– FG: Muchas veces los ataques no son tomados en serio por les comunicadores. ¿Cómo piensas que podemos hacer un cambio colectivo?

– AG: Creo que como parte de una comunidad de mujeres periodistas que frecuentemente somos sujetas de este tipo de amenazas, lo principal es darnos cuenta de que no estamos solas y de que hay muchas otras periodistas que atraviesan por los mismos problemas. Es importante saber que hay una comunidad que nos puede dar apoyo. En mi caso particular fue importante conocer a una comunidad que se tomó el tiempo para apoyar y valorar mi trabajo, y tener apoyo organizacional, que están ahí para decirte “no, no, recibir una amenaza de muerte en internet no está bien. No deberías desmerecer esto. Es muy serio y puede tener consecuencias por fuera de línea. Entonces vamos a seguir los siguientes pasos…”. Saber que existen las organizaciones internacionales que pueden proporcionar asistencia psicológica, digital, o que tal vez necesitas una relocalización temporal para tomar un descanso. También hablar con otras colegas puede ayudar. En mi experiencia lo que veo es que las mujeres que buscan asistencia en estos casos suelen pensar que son las únicas a las que les sucede. Se sienten alienadas. Actualmente soy parte de esa red de apoyo que está disponible para conversar con una mujer cuando aparece un nuevo caso y contarles mi experiencia. Decirles “te comprendo pero no estás sola, vas a recuperarte”.

– FG: ¿Hay alguna ley o institución en tu país que contemple las violencias en línea?

– AG: No. Podría haber demandado a los atacantes en la Corte sobre una base de difamación, pero sabiendo que el Gobierno de mi país controla el poder judicial y que no hay posibilidades de tener acceso a un juicio libre y justo, no lo hice. Tampoco estaba en el país en ese momento. Segundo, no creo en la justicia de Azerbaiyán; y tercero, pienso que hubiera escalado la situación de violencia al punto que los atacantes podrían haber redoblado el ataque.

– FG: ¿Cómo articulamos un debate político sobre la internet, las amenazas a nuestra libre expresión y nuestro derecho de habitarla sin censura?

– AG: Ahora hay una mayor articulación en ese plano, hay muchas más organizaciones que trabajan estas problemáticas de ataques on line, no solo abarcan la violencia hacia periodistas sino que toman en cuenta también el sesgo de género. Hay muchos más recursos que pueden ayudarte a atravesar el proceso, aún si no conoces nada al respecto. Pero creo que deberíamos evitar seguir avanzando de manera individual porque esto es parte de un cambio comunitario.

Las periodistas tienen que entender que están siendo atacadas por el hecho de ser mujer y que eso no debería pasar, especialmente en relación al desarrollo de su trabajo y su futuro. Una de los puntos a tener en cuenta es que a las periodistas los ataques nos detienen y paralizan nuestro trabajo, nos pone en un lugar donde comenzamos a buscar desesperadas soluciones para estar a salvo mientras podríamos estar escribiendo historias o haciendo películas o, simplemente, dedicándonos a nuestra profesión. El impacto se siente en el desvío de nuestro tiempo, el precioso tiempo que todas necesitamos, y no nos queda alternativa. Si somos atacadas tenemos que comenzar a documentar y a reportar los incidentes.

Asegurarnos de que tenemos una red de apoyo y de que el problema se haga visible y público.

– FG: ¿Crees que las redes sociales comerciales abren una brecha para que nuevas voces emerjan?

– AG: Creo que las redes sociales son herramientas. Dependiendo cuan astuta seas usando estas plataformas, puedes hacer muchas cosas. Puedes volverte una influencer que puede expandir la llegada de sus mensajes y hacer oír su voz. Todo depende cuán estratégica seas con tus plataformas de redes sociales y saber qué es exactamente lo que quieres lograr. Instagram tiene su propia comunidad, así como Facebook y Twitter tienen las suyas. Todas son diferenciables. En mi vida de redes sociales uso Instagram más como un espacio personal: publico fotos de mi familia, de mi práctica de yoga, de mis viajes. Twitter es mi trabajo: ahí es donde leo, publico y comparto noticias. Y Facebook es en donde sigo en contacto con las personas, especialmente con aquellas que están lejos. En el contexto de Azerbaiyán, Facebook se vuelve la plataforma para seguir las discusiones políticas y económicas, es la plataforma más usada y donde las personas sienten que pueden compartir, ventilar, escribir sobre sus problemas. No deberíamos olvidar que es solo una herramienta y no la solución para todo.

– FG: ¿Cómo se articulan los movimientos feministas en tu región?

– AG: En Azerbaiyán siempre tuvimos mujeres fuertes como referentes. Diría que es parecido en la región, por región me refiero al Cáucaso: Armenia y Georgia. Mi país fue la primera nación musulmana en asegurar el derecho al voto, esto ayuda a visualizar el potencial del lugar en donde nací, pero que en el presente no se lleva a cabo. La configuración patriarcal, la mentalidad conservadora, el atraso generalizado… Aunque, a pesar de decir esto, cuando miro a mis amigas y las cosas que hacen, me siento emocionada y a la vez desafiada porque se está haciendo muchísimo trabajo. Hay una gran variedad de mujeres haciendo cosas destacables: las mujeres periodistas revelando historias asombrosas y haciendo un trabajo increíble; están las mujeres trabajando en educación y desarrollo, llevando adelante organizaciones con programas educacionales y de incidencia. Sin olvidarme de las mujeres abogadas que trabajan en ambientes extremadamente masculinos haciendo un trabajo muy duro e insistiendo desde adentro. Sucede lo mismo con las doctoras, las artistas.

– FG: ¿Existe prejuicio sobre quien se nombra feminista?

–  AG: Sí, en Azerbaiyán el feminismo como concepto y se percibe como “antihombre”. Cuando dices que eres feminista lo primero que te responden es “entonces eres lesbiana y ¿estás pidiendo matrimonio para personas del mismo sexo?”. En este sentido nos hace falta más educación, y por educación no me refiero a una educación formal o estatal, sino a concebir relaciones con mayor libertad y que yo me pueda sentar con un amigo varón para compartir lo que significa el feminismo para mí. Que exista la opción de que él sea lo suficientemente sensible e inteligente para buscar un libro y leer sobre feminismo, investigar sobre estas mujeres que hicieron tantas cosas para toda la sociedad. No es algo de ayer, ni dirigido a una sola persona, está entre nosotras hace un largo tiempo. Hay muchas mujeres jóvenes muy determinadas. Este año hubo un intento de manifestación por el día internacional de la mujer pero el Gobierno las persiguió y bloqueó la marcha. Ellas estaban allá con pañuelos multicolor, con sus labiales rojos, tenían pósters, flores, pedían por derechos iguales, salarios iguales y representación igualitaria. ¡Eso nunca había pasado! Veo un nivel de conciencia sin precedentes. Creo que hay mucha esperanza para la región.

*Este artículo fue retomado del portal de noticias Pikara Magazine

19/FG/LGL

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