Extensión de las manos, energía de expresión y actuación, toque fino y delicado de nuestro «yo soy corporal», los dedos son el medio que nos permite crear, sentir, amar.
Sufrir algún daño o herida en ellos, dice Debbie Shapiro, puede ser una muestra de que «tal vez queremos llegar demasiado lejos o hacer demasiadas cosas y debemos frenarnos un poco» (Cuerpo mente. La conexión curativa, 1991).
Para sentirnos emocionalmente seguros, confiados, aceptados y apreciados es fundamental el tacto para hombres y mujeres.
Para Shapiro, sin el tacto los seres humanos «nos convertimos en seres alienados e inseguros, nos sentimos rechazados y despreciados. Una falta seria de contacto puede resultar de hecho en lesiones mentales. A través del tacto podemos contribuir a mitigar el dolor y sufrimiento en otra persona».
Tocar nos permite así ser abiertos y vulnerables. No hacerlo o vacilar al tocar será un posible indicador de «un profundo temor a compartirse, a mostrarse tal como se es, a permitir el desarrollo de una relación íntima», subraya esta autora.
Esto quizá debido «a un abuso previo o a una tendencia natural a la introversión». Algo que es importante observar, reconocer y transformar, pues no hacerlo nos puede causar algún problema de salud mayor.
Es el caso, por ejemplo, de la artrosis en los dedos que señala una crítica negativa de lo que hacemos, de lo que el mundo nos hace a nosotros o una crítica a los demás, aunque también puede indicar un deseo de hacer algo distinto, dice Shapiro.
Las yemas de los dedos te permiten también ser única o único, ahí están las huellas digitales, la firma, el sello muy personal de tu «yo soy corporal» en el mundo. Obsérvalas, toca cada una de ellas, siente su temperatura, acaricia tus manos y rostro con ellas. Escribe la experiencia en tu Diario del Cuerpo. En la próxima entrega te hablaremos de un ejercicio que permitirá dar mantenimiento a tus dedos.
* Periodista mexicana. [email protected]
2005/CV/SJ
