«Los espacios no se consiguen sino que se construyen» es una frase impactante que leí esta semana en una entrevista a Claudia Acuña, periodista y co-fundadora de LAVACA.ORG, que es, entre otras cosas, una agencia de noticias de libre circulación y reproducción que se fundó en 2001 en Argentina.
En esta entrevista Claudia reivindicaba un nuevo tipo de periodismo más social, más comprometido con las minorías de todo tipo y que no estuviera en manos de grandes grupos de comunicación.
Por decir este tipo de cosas la policía estuvo vigilando su casa y molestándola durante un tiempo puesto que resultaba molesta para determinados poderes de su país.
Me impactaron las palabras de esta mujer luchadora, pero lo que más me impacto fue la coherencia de su discurso, al menos el que se desprendía de la entrevista.
Esta frase concretamente la pronunció cuando le preguntaron sobre el lugar que ocupaban las mujeres periodistas de su país. Fue muy crítica en su respuesta, puesto que arguyó que había mujeres que habían llegado a puestos de decisión en los medios de comunicación nacionales argentinos pero que lo habían hecho con los códigos masculinos y eso no favorecía para nada la solidaridad con otras compañeras.
Este tipo de cosas no son demasiado correctas, políticamente hablando, pero no podemos olvidarlas.
Y no podemos olvidarlas porque en demasiadas ocasiones los espacios tradicionalmente masculinos nos engullen a las mujeres con sus trampas y con sus falsas expectativas.
Y aquí y ahora voy a repetir una frase que ya dije tiempo atrás y es que en política los hombres nos necesitan pero no nos quieren. Lo sé. Lo he vivido en carnes propias y por eso sé de qué hablo.
Quienes dirigen los partidos políticos (y casi todas las grandes organizaciones) de ámbito estatal, siguen siendo hombres aunque en sus equipos directivos incluyan mujeres, siguen teniendo un código entre ellos que al que nosotras nos resulta muy complicado llegar y a veces entender.
Es curioso cómo cuando llegas e intentas aportar tu código, tus valores de mujer comprometida con temas sociales y humanos, por ejemplo, te encuentras con los muros de la incomprensión de tus propios compañeros e incluso de algunas compañeras que han hecho suyos los códigos de ellos renunciando a ser solidarias con el resto de compañeras. Han elegido a los compañeros en lugar de comprometerse con las compañeras. Suele ocurrir.
Ellos, que además lo tienen mucho más fácil a todos los niveles, incluso las utilizan para enfrentar nuestras propias posiciones de mujeres lo cual debilita enormemente nuestras fuerzas.
Por eso quizás me impactó tanto esa frase de la periodista argentina. No siempre las mujeres sabemos construir nuevos espacios más amables, más solidarios, etcétera.
Pero lo que en principio puede parecer una crítica a esas mujeres que se acoplan a esos espacios masculinos, en realidad lo que busca es la reflexión. Y es así porque no tenemos demasiados referentes de mujeres ocupando espacios masculinos como la política y que hayan podido construir ese espacio específico en el que la escala de valores sea otra y que además haya podido ser respetada.
Es cierto que en demasiadas ocasiones no tenemos referentes y por tanto los esfuerzos que cada una de nosotras tenemos que hacer cada vez que intentamos cambiar alguna cosa (desde el lugar que hemos decidido ocupar en cada momento), es titánico.
Las mujeres no tenemos un código único que nos permita caminar al unísono entre nosotras y nos permita ser más solidarias entre nosotras. Ellos sí lo tienen y son más fuertes siempre.
Tendremos que comenzar a plantearnos el reto de construir espacios y códigos que nos ayuden a las mujeres a ser más solidarias entre nosotras cuando de alcanzar mayores espacios de poder y autoridad se trata. La sororidad es, entre otras cosas, esto mismo.
* Feminista y periodista en Ontinyent, Valencia, España.
07/TM/GG
