Los movimientos feministas no están contra la globalización, «estamos contra el neoliberalismo», manifestaron las ponentes de la Articulación Feminista Mercosur Rosalba Todaro, Lilian Celiberti y Haydee Birgin, de Chile, Uruguay y Argentina, respectivamente.
Las feministas «no tienen la intención de volver atrás», advirtieron este sábado en el taller «Reestructuración política y económica del orden mundial: las continuidades y los cambios», en el marco del Noveno Foro Internacional: Reinventando la Globalización, de la Asociación para los Derechos de la Mujer y el Desarrollo (AWID).
Lilian Celiberti dijo que hay una agenda pendiente «y quién sino las mujeres para replantearla», y agregó: «como mujeres del mundo no queremos dar marcha atrás y por eso es que somos hoy una fuerza con la capacidad de reponer en la mesa que en este juego (el neoliberalismo) no sólo va nuestra vida, sino el futuro del planeta».
Por su parte, Haydee Birgin comentó que el problema no es que las mujeres no tengan derechos, sí los tienen y están plasmados en las constituciones de cada uno de los países; el problema, dijo, estriba cuando las mujeres quieren ejercer sus derechos.
Señaló que los gobiernos que no aplican la ley a favor de las mujeres y de las comunidades más vulnerables deben ser presionados por el Poder Judicial, pues «pensamos que no es posible creer que los Estados hayan suscrito todos los pactos económicos y sociales para no cumplirlos».
Agregó que el Poder Judicial puede obligar al Ejecutivo a cumplir las leyes; la estrategia sería que las organizaciones no gubernamentales provoquen directa o indirectamente al primero para que actúe en consecuencia.
Desde hace 25 años las mujeres han peleado por sus derechos; «ya los tenemos, lo que ahora estamos haciendo es ejercerlos».
Rosalba Todaro manifestó ante un público mayoritariamente latino que el proceso de reestructuración económica de los países como son las privatizaciones y los cambios a las leyes laborales responden a una necesidad del sistema global.
Empero, dicho proceso afecta de manera directa la calidad de vida de las personas; como ejemplo señaló datos de las Naciones Unidas según los cuales en 1975 existían 25 países con extrema pobreza, y para el año 2000 el número ascendió a 48.
«En cuanto al género, la reestructuración no fue igual para hombres y mujeres: en el caso del empleo, éstas han sido absorbidas por trabajos con salarios precarios y al momento de las jubilaciones reciben una pensión raquítica, cuando la esperanza de vida ha aumentado la pobreza de las mujeres mayores», indicó.
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