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Los títeres abren caminos inéditos al espíritu: Mireya Cueto

Por Victoria Rodríguez Irízar

Mireya Cueto es parte de una tradición histórica en el arte de los títeres en México. Escritora, dramaturga y titiritera mexicana, la también historiadora ha consagrado 50 años de su vida al público infantil en México.

Ella se considera continuadora de una tradición artística que surgió en su familia: Lola, su madre, y Germán su padre, quienes le enseñaron, desde muy temprana edad, un horizonte de posibilidades abiertas a la creación, un universo habitado por seres fantásticos y escenarios que entre todos construían.

«Mi padre, Germán Cueto, era escultor, muy buen escultor. Tenía un sentido del humor extraordinario. Era alegre, ocurrente, siempre rodeado de amigos. Fuimos tres hermanos. Yo era su consentida, los dos Acuario. Fue una relación maravillosa, quijotesca.

«Mi padre fue parte del movimiento estridentista de 1924 a 1927. Le gustaba romper con la solemnidad de lo establecido.

«En 1927 nos fuimos a París. La vida artística de nuestra familia giraba en torno a una gran pintora, María Gutiérrez Blanchard, prima de mi padre. En la casa eran frecuentes las reuniones de artistas.

«Presidía la muestra Tata Nacho, en plena popularidad. Participaban los pintores holandeses Catherine y Otto Van Ress, el dominicano Jaime Colson y por supuesto, Germán List, a quien recuerdo riéndose a todas horas; Arqueles Vela, a quien recuerdo bailando el charlestón y silbando el bolero de Ravel. Alfonso Millán, a quien recuerdo tocando el piano. Mas el desfile de mexicanos y latinoamericanos que hacían de esa casa un punto de encuentro de tantos pasos. Eran infinitas las discusiones de arte, de literatura, de teatro. Allí crecí, de los cinco a los diez años.

«En ese caldo de cultivo, se decidió la vocación de mi padre por la escultura abstracta.

LOLA CUETO, «SEÑORITA CICLÓN»

«Mi madre y mi padre se conocieron en la Academia de San Carlos. A mi madre la llamaban la ‘Señorita ciclón’.

«En su época, había muy pocas mujeres en la Academia. Pero la clase de desnudo para las mujeres era de modelos con taparrabo, y eso a ella le pareció muy ridículo y se pasó al salón de los muchachos donde los modelos posaban sintaparrabos. La criticaron terriblemente. Ella nunca pronunció la palabra feminista, pero era feminista.

«Y artista ante todo. Hacía unos tapices bordados que provocaban admiración en México y en Europa.

«Mi madre, Lola Cueto, y mi padre, vivían en una casa en la calle de Mixcalco 12. De ahí nos fuimos a París en 1927.

«Yo no fui muy feliz en París, pero en 1932 los nubarrones de la Segunda Guerra Mundial empezaron a aparecer y mi madre insistió en nuestro regreso. En el barco de regreso, que se llamaba Cristóbal Colón, venía Angelina Veloz, que fue esposa de Diego Rivera.

«Al llegar a México, volvieron las reuniones en una vida efervescente de creación. En una de esas reuniones, en 1932, se fundó la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, la LEAR. Luego, en el estudio de arriba se hizo una exposición de carteles antifascistas y nacieron los primeros muñecos guiñol y las primeras obras, como el Renacuajo Paseador».

EL MUNDO MÁGICO DE LOS TÍTERES

Mireya Cueto recuerda cómo su madre elaboraba títeres y ella, desde pequeña, le ayudaba. Durante 40 años, Lola Cueto no dejó de crear títeres y de participar en espectáculos.

«Mi madre era incansable. Los títeres ocupaban la mitad de su jornada, y la otra mitad se dedicó a aprender grabado.

Pero también pintaba. Durante muchos años trabajó la pintura de caballete. Y continuaba realizando tapices.

«En épocas de Navidad y Día de Muertos, mi madre hacía continuos viajes a la ciudad de Oaxaca y zonas aledañas. Se iba a los mercados y recogía con devoción las obras de arte de los artesanos: de papel de china, de hoja de maíz, de palma, de madera, de tejamanil, figuras modeladas en barro. Recogía de todo. Participó en varios libros sobre arte popular».

Mireyuca, como le dicen sus viejas amistades, recuerda entusiasmada las lecciones de su madre. Ella comprendió a fondo la sutileza del juguete indígena. «Y yo fui conociendo texturas y materiales que luego utilicé con mis títeres. Hice mi primer títere para la SEP poco antes de los 15 años».

ESCULTURA, LITERATURA, HISTORIA, TÍTERES…

«Cuando llegó el momento de elegir carrera, yo no sabía por dónde jalar. Quería todo. Me gustaba el ballet, la escultura, la literatura, los títeres. Yo tenía que tomar una decisión. Si hubiera habido la carrera de comunicación en la Universidad la hubiera seguido, pero no la había. Entonces entré a estudiar historia en la UNAM.

Simultáneamente, a los 17 años, entró a trabajar en funciones de títeres en lo que era el Departamento de Bellas Artes de la SEP. Las funciones eran por la mañana y en la tarde se iba a la Universidad.

«Me encantaba el trabajo de dar funciones con las y los niños. Yo siempre los veía por una rendijita de la vestidura de los títeres. Me gustaba verlos, me parecía maravilloso ver sus caritas sonrientes.

«Una vez fuimos a una comunidad pobre y apartada, como si fuera el fin del mundo. Recuerdo que estaban apenas abriendo el camino de terracería, de hecho, abrieron el camino para que pasara el camión de los títeres. Era un camión de redilas, y ahí íbamos dando brincos por los baches. Mi mamá había pintado el camión con muñequitos. Los niños vieron el camión, felices lo rodearon, nos ayudaron con las cosas. Nunca me sentí recibida con tanto gusto por unos niños, fue inolvidable. No habían visto jamás un títere. Y oigo que un niño le dice a otro: ‘¿Y cómo se mueven?’ Y el otro le responde: ‘Con electricidad’. Yo nada más me reía…».

En 1971 Cueto se especializó en la elaboración de filminas y guiones para programas infantiles de televisión, versiones radiofónicas de obras clásicas y la ilustración de libros con papiroflexia.

«Trabajé algunos años en el periódico Tiempo de Niños, era editorialista, me gustaba escribir para niños. Creo que para los niños hay que seguir la línea más recta entre dos puntos. Decir las cosasdirectas, claras.

En 1978 Mireya Cueto obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil Juan de la Cabada y poco después el Premio Antoniorobles. En 2006 fue galardonada con el Premio Gorgorito. Y ha recibido muchos reconocimientos en estos 50 años de trayectoria.

FAMILIA Y POLÍTICA

«Yo me casé lo más tarde posible, a los 30 años. Dije: ‘Primero hago mi carrera, me desemburro, y después que vengan los niños’. Tengo dos hijos y seis nietos. Mi hijo Carlostrabaja como abogado laboral en Estados Unidos. Mi hijo Pablo era escultor, pero dejó la escultura porque se encandiló con los títeres. Yo digo que mi hijo salió corregido y aumentado. Es un gran titiritero, Pablo Ridgell». Pablo y Mireya fundaron el teatro de títeres y actores Tinglado, en 1982.

«Conocí a mi esposo en la política. Me metí primero al Partido Comunista, me tacharon de trotskista, me metí al trotskismo. Era muy difícil que yo perteneciera a un grupo. Me siento encasillada, nunca pude con eso.

«La excepción es la Unión Internacional de la Marioneta (UNIMA), es la única institución a la que yo he pertenecido, la unión de los titiriteros.

«UNIMA es una agrupación que se ha mantenido contra viento y marea, aunque se ha hecho y deshecho mil veces. Yo les sugerí que se haga un patronato, buscar donativos particulares para que se hagan más festivales de títeres.

Mireya Cueto, emocionada, habla de un homenaje que le hicieron por estos días en UNIMA, me muestra el reconocimiento, se le quiebra la voz. Yo leo: «Por toda una vida dedicada al arte de los títeres donde siempre han estado presentes la pasión, la honestidad y el oficio. Su contribución ha permitido mantener viva la llama de la tradición y enriquecer el teatro de títeres en México de múltiples maneras».

«Detrás de un montaje de títeres hay todo un trabajo de equipo, explica Mireya: la investigación sobre el tema, la construcción del guión, pintar la escenografía, crear la música, confeccionar los vestuarios, el cabello, las caras».

Lo sorprendente es que, a sus 86 años, Mireya sigue creando títeres. «Los títeres abren caminos al espíritu porque son absurdos. Son surrealistas y absurdos. Abren caminos inéditos».

SIEMPRE LLEGANDO Y VOLVIENDO A EMPEZAR

Pero Mireya va más allá de hacer títeres: crea los personajes y las historias que se cuentan, investiga el imaginario que recrean. Explora, descubre, continúa indagando. «Ahora hay algo que me tiene muy inquieta: el análisis de la imagen. Y el análisis del discurso escrito. Me interesa el lenguaje analógico. El albur, la metáfora, porque lleva a otros campos de la intuición».

Para Mireya Cueto, siempre hay algo nuevo que aprender. «No es cierto que ya llegué. Yo siempre estoy llegando. Y volviendo a empezar».

A sus 86 años, sigue en esa búsqueda. «Ahora mentalmente, porque con mis achaques estoy como en arresto domiciliario, pero llena de lecturas y de amigos. Tengo unas conversaciones telefónicas eternas con mis amigos. Y muchos amigos jóvenes.

«Me gusta la gente, me gusta aventurarme, creo en la utopía. Porque, como dice Galeano, hay una utopía. Está diez pasos más allá. Y llegas y se fue otros diez pasos. De alguna manera nunca se logra. ¿Pero para qué sirve la utopía? Para caminar….

Así es Mireya Cueto: siempre en camino. Y, como el Quijote, su personaje entrañable, persiguiendo una utopía. A los 86 años, la luz de su mirada se mantiene viva, como su inquietud por aprender cosas nuevas, como los títeres que sigue armando en su taller, como las mil historias que cuenta con ellos, como sus investigaciones históricas, como sus proyectos de que le reediten libros ecológicos.

Mireya ha construido un universo mágico habitado por seres fantásticos y lo comparte a través de sus títeres, con sus cuentos, con sus libros. Su vida y su obra nos dice a cada paso que vale la pena apostarle a la utopía, que la magia está presente en el cotidiano, sólo hay que saber descubrirla.

08/VRI/GGQ

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