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Más común de lo que se cree los abusos sexuales a menores

Por Miriam Ruiz

Las familias en las que ocurren los abusos sexuales a menores, lejos de ser promiscuas o monstruosas son comunes, aunque suelen ser rígidas y con jerarquías muy marcadas.

Durante su participación este viernes en el Congreso nacional de trabajo social médico, del Hospital General de México, la sicóloga perito de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, Laura Edith Pérez Laborde, destacó que los abusadores también son personas comunes con vidas comunes.

«La gente cree que los abusadores sexuales son monstruos y las familias donde ocurre, promiscuas. Si así fuera solamente habría que encontrar la cura o identificar a las familias y alejarse de ellas», explicó.

Con frecuencia, en las familias donde ocurre este delito, «la autoridad absoluta de los hombres en la familia es el principal facilitador de las agresiones.»

Indicó que la complicidad y silencio de otros integrantes del grupo familiar es un asunto complejo que inicia cuando «los menores empiezan por temor al agresor y perder la seguridad en el lugar donde tendrían que estar más protegidos».

La niña o niño callan por no traicionar al agresor –amado y temido a la vez– y por miedo a que nadie le crea. El silencio, que suele durar años, favorece que los abusos continúen.

Cuando por fin se deciden a hablar, suelen elegir como confidente a la madre, quien reacciona con culpa ante su incapacidad para proteger a su hija o hijo y cuestiona su papel como madre.

Si la madre habla es probable que la familia se divida entre quienes creen la historia y el bando que acusa a la víctima de ser fantasiosa o «haber sido aconsejada por alguien». El proceso legal suele vivirse en soledad y ser desgastante para la niña o niño.

Por ello la persona que funge como confidente prefiere tomar medidas como mantenerse junto a la menor o pedirle que esté siempre acompañada o que se encierre con llave.

La especialista de la PGJDF remarcó que la complicidad casi nunca se da como producto de la mala voluntad y que «un menor nunca inventa una agresión, por lo que es poco probable que alguien lo mal aconseje».

Para finalizar hizo hincapié en que en todos los casos «entre más se hable de lo sucedido habrá menos probabilidades de que la agresión ocurra nuevamente».

       
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