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Más crónicas de la vida cotidiana en el Oriente que viene

Por Roger Maldonado

En 1995, durante la IV Conferencia Mundial de la Mujer en Pekín, una delegada de la provincia de Hunan, Yang Huanyi, llegó a la capital de China para compartir con las mujeres del mundo su lenguaje único, el lenguaje de las mujeres de su provincia, el Nushu. Me fascinó desde el principio y me dediqué a averiguar más al respecto.

Yang Huanyi, una anciana entonces, llegó a Pekín, según cuenta en una entrevista, para visitar la tumba de Mao Zedong y a conocer la Plaza Tian’anmen, pero también para contar cómo las mujeres de su provincia, de la minoría étnica Yao, habían creado el lenguaje Nushu.

Todo empezó durante la Dinastía Tang, cuando los hombres enclaustraron a las mujeres en la parte trasera de sus casas y cómo ellas crearon una hermandad con su propio idioma, el que no era entendido por los hombres y que duró por muchos siglos.

Ahora sólo quedan cuatro mujeres que pueden comunicarse con este lenguaje en la Provincia de Hunan y significan para China, a pesar de su escaso número, la importancia que las mujeres han aportado para el desarrollo de su civilización. Al mismo tiempo nos revelan la difícil, y a menudo, vida de constante abuso que las mujeres llevan en las sociedades tradicionales.

¿Cómo se inició el Nushu? ¿Cómo aprendieron las mujeres a usarlo? El lugar histórico de su creación fue la prefectura de Jiang Yong, en el sureste de Hunan. Esta región es muy fértil y está rodeada de montañas; tradicionalmente, los valles están habitados por los Han, la mayoría étnica en China, y las montañas por los Yao. Y aunque coexisten de manera pacífica tienen características diferentes: los Han son de carácter más serio, trabajadores; mientras los Yao gustan de la poesía, el canto y el baile.

Desde tiempos antiguos, en tanto los hombres trabajaban en el campo, las mujeres se juntaban para sus tareas haciendo el Nuhong, que consistía en hacer bordados, tejiendo y haciendo zapatos de tela. Mientras laboraban, recitaban o cantaban sobre la alegría y la tristeza de esos momentos. Y como era una costumbre, las mujeres hacían un juramento con sus compañeras fuera del lazo familiar, llamado Jiebai Zhimei, mediante el cual quedaban hermanadas y no sólo se reunían para el Nuhong, sino que juntas iban a los festivales o a los templos.

Esos momentos eran muy importantes para estas jóvenes mujeres, ya que luego vendría el infierno del casamiento. Cuando llegaban a la edad eran forzadas a irse a las casas de los hombres como esposas, a ser sometidas a la tiranía de sus suegras y a trabajar todo el tiempo. Muchas morían en su juventud, la vida de la mujer casada era muy dura.

Más difícil era para las jóvenes Yao el ser casadas con los hombres Han, ya que para ellos las mujeres ocupaban el último lugar en la escala social. Los Han decían que «es mejor tener a un perro que a una hija: el perro cuida tu casa, pero la hija la abandonará».

Pero lo más difícil para estas jóvenes era apartarse de sus hermanas Jiebai Zhimei. Por eso ellas componían cantos expresando su dolor; aunque una vez separadas, ya no podían cantar juntas, ni podían sus voces llegar hasta las aldeas lejanas.

Uno puede así imaginarse que este es el inicio del Nushu, ese deseo ferviente de expresar sus sentimientos hacia sus hermanas y hallar una manera de comunicarse.

El Nushu fue usado por estas mujeres para escribir los llamados Sao Chan Shu (Mensajes del Tercer Día). Éstos eran libros de tela, creados por las Jiebai Zhimei o por sus madres, para darlos a sus hermanas o hijas al casarse. En ellos expresaban sus deseos por la felicidad de la joven y el dolor de verla alejarse. Eran decorados con pedazos de tela y puntos de bordado en los que se dejaban páginas sin usar, para quien los recibía podía después continuarlos. Estos libros se entregaban al tercer día del casamiento de estas jóvenes.

También en estos libros, en los más recientes, las mujeres expresaban en medio de sus sentimientos, cierto activismo político, en uno de ellos se lee: «El emperador ha hecho malas leyes, cómo puede uno correr de los invasores con los pies vendados.»

También, al ser una manera de manifestar sus sentimientos mediante el Nushu, hacía de esa región que el suicidio de mujeres fuera menor que en otras partes de China.

De la escritura Nushu nos ha quedado, después de las más recientes investigaciones, unos 600 caracteres. Fue conocido públicamente en China en 1930, cuando un oficial encontró un ejemplar entre los papeles de su madre, pero al darse a conocer y con la llegada de la Revolución Cultural, muchos de esos libros fueron quemados, en algunos casos junto con sus creadoras, ya que eran considerados como supersticiones feudales.

En estos días supe que una de las personas que escriben Nushu, con más de 90 años, había fallecido, y que en su provincia estos libros ahora son utilizados para atraer al turismo. Tal parece que el primer propósito para los que fueron hechos se ha acabado, aunque aquí en China, como en México, quedan cosas de mujeres que los hombres no pueden leer o creer, aunque las vean escritas por CIMAC.

2004/MR

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