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Por Jessica Gramajo

A pesar de que en estas fechas somos bombardeados por los medios de comunicación con miles y miles de mensajes publicitarios en los que se nos exhorta a «darle un buen regalo a nuestras madres», las mujeres continúan siendo discriminadas, precisamente por esa condición.

Me encuentro en la semana 29 de embarazo. Durante este tiempo he podido constatar que las mujeres seguimos en desventaja ante una sociedad machista, discriminadora y ofensiva. Lo peor de todo es que uno de los mayores puntos de ofensa, es precisamente el llamado «pilar de la sociedad»: La maternidad.

Aunque carezco de estadísticas que me respalden, esta conclusión no fue tomada a la ligera. En este tiempo he tenido la oportunidad de platicar con muchas mujeres embarazadas (en el consultorio, en el hospital nacional, en el bus urbano, con mis vecinas) quienes de una u otra forma han sufrido discriminación y abuso por parte de la sociedad. Hoy hablaré de la discriminación laboral.

Pareciera que, aunque estamos en el siglo XXI, donde las máquinas, la tecnología y la ciencia han avanzado drásticamente, la mentalidad humana se ha quedado estancada y su evolución ha sido nula. ¿Pueden creer que aún hay empresarios que consideran que las mujeres embarazadas sufrimos de una enfermedad y que somos incapaces de desarrollar nuestras labores (aún sea en una oficina)?

Pues créanlo. Cada mes, una gran cantidad de mujeres son despedidas de sus centros de labores luego de que sus patrones se enteran que están embarazadas. Como, aparentemente estamos amparadas por la leyes nacionales, el despido nunca es de manera directa, sino que se hace de manera disimulada.

¿A qué me refiero? Bueno, pues que los patrones utilizan artimañas como desesperar a la trabajadora, crean chismes a través de los «empleados de confianza», abusan del tiempo de su subalterna, las despiden y las obligan a firmar un papel en donde dicen que ellas se van por su propia cuenta (o de lo contrario no les pagan), las exhortan a abortar o simplemente les comienzan a faltar el respeto a través de gritos y ofensas hasta desesperarlas.

Lo lamentable es que, contrario a lo que se creía antes, esto no sucede únicamente en empresas privadas, ni estatales. Tampoco es exclusivo de los hombres, pues muchas han sido despedidas por mujeres y de organismos no gubernamentales que aparentemente defienden los derechos humanos.

La mayoría me comentó que, aunque interpusieron su denuncia ante el Ministerio de Trabajo, no lograron obtener ningún beneficio, pues les fue imposible comprobar los alegatos que hacían. Además, los agentes de esta dependencia (todos hombres) no realizaron, según ellas, una investigación a fondo, le dieron poca importancia a su denuncia o simplemente se quedaron de brazos cruzados.

Al enterarme de esta barbaridad, simplemente me fue imposible dejarla en la impunidad. Muchas de las mujeres que me contaron esta situación son madres solteras, algunas vienen de provincia y otras trabajaban para ayudar a su pareja debido al alto costo de la vida, por lo que al ser despedidas, sus patrones no sólo pusieron en riesgo la estabilidad económica de sus familias, sino que también la salud del hijo o hija que esperan.

Aunque las leyes de Guatemala dan facilidades y preferencia a las mujeres embarazadas e indican que éstas no podrán ser despedidas de sus puestos de trabajo, en realidad y, según la experiencia de muchas, esto no se cumple ni respeta. Lo peor de todo es que, aunado al despido por estar embarazadas, cuando van a buscar trabajo a otro centro de labores, se les es negada la oportunidad por la misma situación.

Ahora bien, ¿será que estos asesinos prematuros nunca se han puesto a pensar qué las mujeres embarazadas no estamos inválidas? ¿qué nuestra condición no nos afecta en nada y qué podemos seguir realizando nuestras labores de la misma manera? ¿qué un hijo o hija en el vientre no es sinónimo de atrofia cerebral? Y qué ¿para llegar ellos al mundo sus madres posiblemente pasaron por la misma situación? O más grave aún ¿será que tienen madre…?

Pero bueno, de lo que sí estoy segura, es que muchos de los que han cometido estos abusos y que son culpables de que miles de mujeres no puedan ofrecer un futuro digno a su hijo o hija recién nacida, van a estar este 10 de mayo con cara de angelitos festejando el Día de las Madres. Limpiándose así la conciencia, como lo hacen año, tras año; llevándole el regalo más costoso a su mamá, o derramando una lágrima porque ya no está con ellos.

Ante esto, exhorto a todas y cada una de las madres que han sufrido este tipo de discriminación laboral y genérica que lo denuncien públicamente.

No estamos en la condición de quedarnos calladas y si los centros estatales encargados de investigar estos hechos no hacen nada, pues también debemos denunciarlos.

Todos y todas tenemos derecho a la vida y a que ésta sea digna y al negarnos o quitarnos nuestro trabajo, estos derechos están siendo violentados.

¡Sí a la vida!
¡Sí al derecho de ser madre!

*Periodista guatemalteca

2005/JG/SJ

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