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Madres, pero con derechos

Por Soledad Jarquín

Han pasado 83 años desde que en México se inventó la celebración del 10 de Mayo, día de la Madre, tiempo en el que se ha perpetrado la imagen de la maternidad como condición única del ser mujer, si no se es madre no se está completa, reza una vieja propuesta popular.

Durante todos estos años, las mujeres-madres han cumplido sin reservas con la tarea de cuidar por sus hijas e hijos. Hacer mujeres y hombres de bien. Por supuesto desde la posibilidad de todo sacrificio, porque la idea es que una madre es todo sacrificio.

Y son estos dos conceptos de maternidad –impuesta y de todo sacrificio- los que se manifiestan en lo privado y en lo público.

Es sobre los hombros de las mujeres donde recae la responsabilidad de la familia. Los cambios recientes del concepto de familia, incluso, causan serios problemas porque las mujeres, a pesar de todo, no tienen autoridad dentro de sus hogares.

Tal es el caso de las familias rurales, donde con la partida del esposo, el hombre de la casa, que emigra en busca de mejores condiciones de vida, sorprende a las mujeres al frente de sus hogares.

Así ellas tienen que responder tanto en la manutención, como al cuidado de los hijos, la casa, la tierra y participar en la vida comunitaria. Pero se enfrentan a un mundo adverso, donde carecen de autoridad por ser mujeres frente a sus propios hijos varones y frente al resto del grupo social.

Y si a eso le agregamos la falta de apoyo dentro del hogar, por parte de los hombres en las tareas domesticas, implica la llamada doble jornada. Salir del trabajo y seguir trabajando para la familia, trabajo que por cierto no se reconoce ni se sabe que existe sino hasta que falta.

En lo público, las mujeres somos mejor vistas si somos madres. Pero la sociedad no ofrece a las madres ninguna garantía para su desarrollo. La incursión masiva de las mujeres al mercado laboral nos deja totalmente indefensas. Así, cada cual resuelve su maternidad como puede, en total desventaja y de manera inequitativa frente a los demás.

Ejemplos, dirán ustedes, y bueno son muchos los casos en que el embarazo, esa dulce espera, es motivo de despido en el trabajo; la falta de guarderías para los hijos e hijas, durante la jornada laboral, y la negación de ascensos por el hecho de que se es madre y la suposición de que no podremos desarrollar el cargo de manera adecuada, una situación que se da de manera velada por cierto.

Por eso, decía al principio han pasado 83 años de celebrar a las madres en este país, pero es el mismo tiempo en que se ha omitido que las mexicanas requerimos de una maternidad dotada de ciudadanía, con derechos, como propone la antropóloga Marcela Lagarde y que sin duda es aspiración de millones de mujeres que cada día se enfrentan a la maternidad sin las armas suficientes para su desarrollo como personas, como integrantes de un país y, por tanto, seguimos como ciudadanas de segunda.

Es tiempo, pues de regalarle a las madres en su día, una maternidad colmada de derechos humanos, con justicia, una maternidad radiante de ciudadanía, como señaló la ahora diputada federal.

2005/SJ

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