El tráfico de inmigrantes ilegales, en particular de mujeres, niñas y niños con destino al floreciente mercado de la pornografía y del sexo, se ha convertido en un lucrativo negocio para numerosas redes mafiosas en todo el mundo.
Su alta rentabilidad, castigos menos severos con respecto del comercio de la droga y una demanda sostenida hacen de esta particular actividad delictiva una de las más redituables, sólo aventajada por los narcóticos y las armas.
Quienes alimentan las redes de prostitución y pornografía atraen a sus víctimas mediante falsas promesas de una vida mejor en el extranjero, o las secuestran sencillamente, de acuerdo con informes de la Oficina de Control de las Drogas y la Prevención del Delito de Naciones Unidas (UNDCO).
En Europa por ejemplo, cada trabajadora sexual deja un beneficio de 100 mil euros (120 mil dólares) a cada proxeneta, y cada uno de ellos regenta al menos de 20 a 25 mujeres, según el informe El oficio de la prostitución en Navarra, estigmas y modo de vida, citado por Lucrecia Maldonado en un artículo sobre la explotación mundial de las mujeres (CIMAC, mayo de 2004).
Las ganancias son alarmantes y se calcula que en todo el mundo la industria del sexo (hombres, mujeres, niñas y niños), mueve anualmente más de 77 mil 500 millones de dólares, según esa fuente.
Sólo en España, según el periódico español El País, se maneja la cifra de 300 mil prostitutas, y si hay tantas mujeres es porque hay clientes.
La trata de blancas en los últimos años, escribía el semanario británico The Economist, es un negocio altamente organizado y lucrativo, que deja ganancias del orden de tres mil a cuatro mil millones de dólares anuales sólo en Europa occidental.
La publicación atribuía ese auge a la caída del socialismo en la Europa del Este, a la pauperización social que siguió en sus países como consecuencia de la implantación de modelos neoliberales para alcanzar los estándares económicos de Occidente.
Otro factor concurrente es el derribo de las fronteras internas entre los nueve países signatarios del Tratado de Schengen, que establece la libre circulación de personas en la Unión Europea.
Catherine Wihtol de Wenden, directora en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS), estima que no existe tráfico de personas sin una organización que proporcione transporte, cobijo en los países de tránsito y trabajo en los de destino.
Mujeres, de entre 19 y 25 años, extranjeras, controlada por las mafias y con cargas familiares en su país, es el perfil de la sexo servidora que trabaja en las calles de Europa y Estados Unidos.
Para el Comisario de Derechos Humanos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), Gerd Stolman, aquí sucede lo mismo que con la droga: si no existiera mercado tampoco habría tráfico de personas.
De acuerdo a la UNDCO, la causa de todo es la pobreza y su blanco más frecuente son las mujeres y las niñas o niños.
2004/GV/SM
