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Maíz transgénico convierte al país en maquilador agrobiotecnológico

Por Redaccion

Lejos de apoyar a la agricultura mexicana, la autorización de maíces transgénicos no solo abren la posibilidad de que granos nativos se contaminen, lo que es un crimen, también la biotecnología y sus desarrollos se verían afectados, pues se pone a México en el papel de maquilador de productos agrobiotecnológicos.

Así lo aseguraron Argelia Salinas Ontiverios, del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Alejandro Espinosa Calderón, del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), informó un comunicado de la máxima casa de estudios.

Argelia Salinas Ontiveros expuso que la biotecnología y sus desarrollos, principalmente la producción de transgénicos, otorga a México un nuevo papel, de maquilador de productos agrobiotecnológicos.

A pesar de la embestida, la producción del grano sigue siendo alta; los pequeños productores y campesinos han resistido hasta ahora las arremetidas del mercado y el abandono del Estado, aunque ciertamente «estamos en una situación delicada donde el campo no aguanta más».

Las justificaciones detrás de la producción de maíz transgénico son que los países de la OCDE, Estados Unidos y la Unión Europea en su conjunto, demandan etanol, el nuevo agrocombustible, ante el agotamiento de los combustibles fósiles.

Además, se argumenta que con el etanol se contribuye a la solución del cambio climático. Pero esto cae por tierra cuando hay investigaciones que señalan que la producción de agrocombustibles demanda mayores insumos provenientes del petróleo, como fertilizantes.

Ahora, de lo que se trata es de producir el grano para «alimentar», pero al transporte y a la industria automotriz, añadió la también profesora de la Facultad de Economía.

La crisis agroalimentaria se ha profundizado y el déficit alimentario en el mundo se ha agravado en los últimos 10 años, algo que ha conducido a una dependencia total de los países en vías de desarrollo, con implicaciones como la destrucción de sistemas agrícolas y el «lanzamiento» de productores y campesinos a la ciudad u otros países.

Por su parte, Espinosa Calderón, también catedrático de la carrera de Ingeniería Agrícola de la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán (FES-C) de la UNAM, expuso que en tres ocasiones se ha intentado autorizar la siembra experimental de transgénicos.

En 2005, se aprobó la Ley de Organismos Genéticamente Modificados, y en 2007, la Ley de Semillas, «que termina por entregar el país al control de las grandes trasnacionales». Ya sólo queda por impedir el cultivo de transgénicos en nuestro territorio, lugar de origen del maíz.

ALTAMENTE DEPENDIENTES

Ante este panorama es urgente organizar cruzadas para producir semillas con los materiales que han desarrollado instituciones nacionales como la UNAM y el INIFAP, que resultan ser más resistentes a las plagas de almacén. Se trata del cultivo más importante en el mundo, con 760 millones de toneladas (180 millones más que el trigo).

En México, se producen 22 millones de toneladas, pero se importan 10 millones, lo que «quiere decir que somos altamente dependientes». El 76 por ciento se cultiva bajo condiciones de temporal y el 24 restante bajo riego. La superficie cultivada alcanza 8.8 millones de hectáreas.

En el territorio, existen 75 grandes macrorregiones; cada una requiere variedades diferentes de la planta, lo que choca con la intención de las grandes trasnacionales de usar pocas variedades para grandes zonas.

De 1940 a 2008, el INIFAP obtuvo y liberó 251 híbridos y variedades; otras universidades e instituciones como la UNAM, la Universidad de Guadalajara y la de Chapingo, obtuvieron 117 más. Sin ellas, estaríamos en una crisis más grave que la actual, consideró Espinosa.

El embate hacia el maíz se sintetiza en el hecho de que 92 por ciento del comercio de la semilla en el país está en manos de empresas privadas. «Es terrible», dijo Alejandro Espinosa.

Además, organizaciones que existían para apoyar la producción, como el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas, han sido canceladas. Sólo queda el INIFAP, al que se ha intentado desparecer.

El especialista explicó que 76 por ciento de la producción está soportada por variedades criollas, que tienen detrás de sí a 330 generaciones de agricultoras y agricultores mexicanos, quienes con su creatividad y trabajo llevaron a la gramínea de su forma silvestre, el teocintle, a la que conocemos en la actualidad.

Estas variedades, cuyo valor es incalculable, podrían desaparecer si se concreta el «atentado». Lo que se requiere es, por el contrario, impulsar la investigación para la obtención de otras, mejoradas por polinización libre, y no genéticamente modificadas.

Espinosa Calderón expuso que existen alrededor de 42 transgénicos del grano liberados comercialmente en EU. «Si llegan a nuestro territorio, las razas nativas no podrán sobrevivir».

Han sido creados para tolerar herbicidas y, por otro, para producir una toxina que controla la plaga de barrenador europeo del tallo, que ni siquiera existe en México, agregó.

Para que el uso de esos transgénicos tenga fundamento en México, habría que traer la plaga y usar herbicidas, que casi no se emplean aquí, dijo.

09/GG

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