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Mano de obra femenina, lejos del empleo digno

Por Carmen R. Ponce Meléndez*

El desempleo femenino supera al de los hombres en los empleos permanentes, mientras que una de cada tres mujeres está en el empleo informal.

Al analizar el comportamiento del desempleo abierto durante los últimos tres años (2007-2009) y de acuerdo con las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), se aprecia que el desempleo en las mujeres es superior al de los hombres, incluso es mayor al total nacional, con diferencias porcentuales de hasta 0.60 (ver cuadro 1), y de 0.40 en el 2009. En 2007 y 2008, la diferencia en puntos porcentuales entre la TDA nacional y la de las mujeres fue de 0.37 puntos, en detrimento del empleo femenino.

Cuadro No. 1
PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN EL DESEMPLEO ABIERTO
TASA DE DESEMPLEO ABIERTO (TDA)
EMPLEOS PERMANENTES

PERÍODO
TOTAL
NACIONAL
HOMBRES
(1)
MUJERES
(2)
DIFERENCIA PUNTOS PORCENTUALES (1) (2)

Julio 2007
3.95
3.73
4.32
0.59

Julio 2008
4.15
3.92
4.52
0.60

Julio 2009
6.12
5.97
6.37
0.40

Fuente: Inegi. Encuesta mensual sobre ocupación y empleo, julio 2009.

Esto a pesar de que la recesión y el desempleo han sido más intensivos en el sector manufacturero, donde predomina la mano de obra masculina. Pero estas cifras lo que reflejan es la afectación que ha tenido el sector servicios, que está ampliamente feminizado; lo cual puede significar que en el futuro próximo aumente todavía más el desempleo femenino formal.

En este sentido, las entidades más afectadas serían: el Distrito Federal, México, Nuevo León, Jalisco, Veracruz y Guanajuato, que son las que tienen mayor peso en el sector servicios.

También es relevante el hecho de que en julio del 2009 la TDA Nacional fuera de 6.12, con un incremento de 2.17 puntos porcentuales, respecto a la TDA de 3.95, registrada en 2007. Es un crecimiento muy significativo del desempleo.

Y si estos niveles de desempleo en las mujeres son preocupantes, lo es más aún el hecho de que durante la presente administración se han incorporado 463 mil 527 personas a la informalidad, para igualarse con el número de trabajadores formales y permanentes inscritos ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que actualmente es de 12.2 millones de personas.

Dicho de otra manera, de cada 100 empleos que se generan 50 son empleos informales.

EMPLEO INFORMAL, SINÓNIMO DE EXCLUSIÓN

El empleo informal es sinónimo de exclusión, en el más amplio sentido de la palabra, es una barrera para el desarrollo económico y el bienestar social. En él predominan las mujeres, los jóvenes y las y los niños.

Actualmente, dentro de la población ocupada del país (PO), una de cada tres mujeres trabaja en la informalidad y está lejos de un trabajo digno, o como lo denomina la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un trabajo decente.

El cual, según lo identifica la OIT, es aquella ocupación que es productiva, justamente remunerada, se ejerce en condiciones de libertad, de equidad y de seguridad y que respeta la dignidad humana.

En contraste, el empleo informal se caracteriza, por carecer de los siguientes siete aspectos principales (OIT):

La seguridad del mercado laboral; seguridad del empleo (protección contra el despido arbitrario, reglamentación de la contratación y del despido, estabilidad en el empleo compatible con el dinamismo económico).

Seguridad ocupacional, seguridad en el trabajo (protección contra accidentes de trabajo y enfermedades profesionales mediante normas de salud y seguridad, la regulación del tiempo de trabajo, etcétera).

Seguridad para el desarrollo de las competencias (amplias oportunidades para adquirir y mantener calificaciones profesionales mediante métodos innovadores, así como aprendizaje y formación en el empleo).

Seguridad del ingreso y seguridad de representación (protección del derecho a la representación colectiva en el mercado de trabajo a través de los sindicatos y de las organizaciones de empleadores independientes, así como de instituciones de diálogo social).

Para México y para las mujeres del empleo informal esto significa estar al margen de todas estas posibilidades, con lo cual se genera más pobreza, mayor concentración del ingreso, baja productividad, una baja calificación de la mano de obra, bajos niveles de educación y capacitación en el trabajo, alta rotación del personal y escasas posibilidades de acceder al mercado formal del trabajo.

Otra de las implicaciones de esta situación laboral es el hecho de que las empresas o los empleadores están obteniendo altas tasas de ganancia casi exclusivamente a costa de la fuerza laboral; sin introducir innovaciones tecnológicas que permitan aumentar la competitividad, según la OCDE, México ocupa uno de los últimos lugares en materia de innovaciones tecnológicas.

Ahorrándose costos laborales, de los cuales siempre se han quejado, a tal grado de que las cuotas obrero-patronales del IMSS no han podido incrementarse y la Institución ha perdido capacidad de operación, en detrimento de la población derechohabiente y de la propia Institución que tiene que ser subsidiada con recursos públicos.

Además, al contar con una gran PO informal y eventual se ejerce una gran presión en contra de las organizaciones sindicales, lo que las debilita para obtener mejores salarios y en la negociación de las prestaciones contenidas en los contratos colectivos de trabajo.

La salud ocupacional se vuelve un lujo inalcanzable, pues se debilitan las comisiones mixtas de seguridad e higiene. Las violaciones a la Ley Federal del Trabajo están a la orden del día y el derecho a Huelga se vulnera sensiblemente.

Este fenómeno del empleo informal y del crecimiento de la llamada economía informal no es nuevo, se inició en los 90 y se ha agudizado con las recurrentes crisis económicas y con el crecimiento del empleo eventual.

Un referente importante es la crisis de 1995, donde la tasa de ocupación en el sector informal fue de 29.3 para las mujeres y 24.1 para los hombres. Posteriormente en el 2003, la PO del sector informal en la industria manufacturera era de 17.8 para los hombres y 31.5 para las mujeres.
Mientras que en comercio, restaurantes y hoteles era de 24.9 y 63.3, respectivamente, (datos del Inegi).

Todo esto evidencia una debilidad del Estado, ahora con un gobierno conservador, que concibe la participación del mismo exclusivamente en aspectos jurídicos y de seguridad –misma que tampoco cumple cabalmente– dejando de lado una participación activa y definida en la vida económica del país y obviamente, carece de un proyecto social.

El diseño de políticas públicas para las mujeres en desempleo y en el empleo informal ya no puede esperar. Es imperativo que el movimiento de las mujeres tenga una posición contundente en la defensa del trabajo y en especial del trabajo digno.

Se requiere de una nueva estrategia económica, que tenga como eje el respaldo al empleo, considerando las desigualdades de género, que recupere el concepto de bienestar social y redistribución del ingreso.

* Economista especializada en género
[email protected]

09/CP/GG

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